Beatriz Suárez, presidenta de la Academia Médico-Quirúrgica de Ourense: «Los médicos necesitamos recuperar la relación humana con el paciente»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

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Beatriz Súarez, presidenta de la Academia Médico-Quirúrgica de Ourense
Beatriz Súarez, presidenta de la Academia Médico-Quirúrgica de Ourense Miguel Villar

Asegura que la inteligencia artificial traerá muchos avances a la medicina

08 oct 2023 . Actualizado a las 14:32 h.

Licenciada en Medicina General y Cirugía por la Universidade de Santiago de Compostela, Beatriz Suárez Rodríguez (Ferrol, 1972) llegó a Ourense para hacer la residencia de Medicina Interna. Rematada la formación mir, le tocó vivir una etapa en la que «firmaba contratos de un día» así que, después de desencantarse con la situación, en el 2002 se fue a Portugal. «Fue una experiencia enriquecedora. Aprendí mucho y trabajé con gente de varios países», recuerda con alegría, aunque no dulcifica lo vivido: «Ser mujer y extranjera fue un pelín complicado en los inicios pero me fui ganando el respeto y el cariño». Se marchó por un contrato indefinido y una remuneración «acorde con mi responsabilidad profesional». Tres años después, decidió volver. «Conocí a mi compañero de vida», explica, así que regresó a Galicia para acortar distancias. Tras un paso por el Hospital do Salnés, retornó al CHUO.

—No hay mejor motivo que volver por amor.

—Sí, fue el motivo principal. El secundario es que en Portugal entonces existía una falta palmaria de personal en el sistema sanitario. Llegó un momento en que las jornadas eran interminables y a pesar de que las remuneraban como horas extra te generaba un estrés y una incertidumbre constante porque consideras que tu trabajo no está hecho con la calidad que debes hacerlo, que te quita el sueño y te quita tiempo para conciliar con tu vida personal. Curiosamente, es triste, ahora en mi país me suena algo mi historia. Escapé de allí y veinte años después me lo encuentro aquí. Es una paradoja.

—Ya en Galicia, ¿por qué Ourense?

—Por nostalgia de aquella medicina humanista que aquí me enseñaron a ejercer mis maestros y que yo no había vuelto a disfrutar desde que me había ido.

—Y ahora presidenta de la Academia Médico-Quirúrgica.

—Es una forma personal de encarar lo que la pandemia me quitó, a mí y a muchos compañeros, sobre todo de especialidades muy clínicas como Atención Primaria, Medicina Interna, Urgencias o Medicina Intensiva, entre otras. A los demás también porque después hubo una avalancha de trabajo perdido que nos ha generado muchísimo estrés el recuperarlo; pero los que estuvimos viviéndolo en primera línea salimos perjudicados emocionalmente.

—¿Cuál es la situación actual?

—Vivimos momentos complicados. El médico se está convirtiendo en un profesional de una alta cualificación científica, pero los altos niveles de exigencia y el crecimiento constante de la demanda asistencial condicionan un exceso de mecanización y falta de tiempo que ha afectado a la relación de los médicos con los pacientes y entre nosotros como profesionales. Ha generado un desequilibrio y nos hemos alejado del humanismo, creyendo que la tecnología y la inteligencia artificial, que son importantísimas, van a resolver todos los retos que tienen por dentro el sistema sanitario. Y aunque ayudarán mucho, a esta velocidad de vértigo que ocurren las cosas, creemos que se ha pagado un precio. Necesitamos volver a vernos, reunirnos y socializar. Como nosotros somos y seremos pacientes, desde la junta directiva creemos que ciencia, humanidades y tecnología deben guardar un equilibrio y fundirse para continuar lo que llamaríamos el humanismo moderno, en beneficio de nuestro bienestar.

—¿En qué sentido?

—El humanismo es inherente a la medicina y cuando perdemos el equilibrio entre conocer el paciente, su situación familiar y psicosocial, cómo vive la enfermedad... cuando no hay tiempo para ello los clínicos sufrimos. Necesitamos recuperar la relación humana con el paciente.

—La tecnología parecía que iba a ser un aliado pero nos ocupa muchas horas.

—En un futuro, cuando la inteligencia artificial se desarrolle, espero que podemos recuperar el tiempo que ahora nos ocupa, pero, mientras, nos está costando muchísimo porque no es lo ágil que nos gustaría. La tecnología está ahí y la inteligencia artificial ha llegado para quedarse y vendrán muchos avances de su mano, pero no podemos dejar que nos deslumbre. Porque no somos felices.

«Queremos convertir la academia en un punto de encuentro»

Beatriz Suárez encara con total ilusión su etapa como presidenta de la Academia Médico-Quirúrgica de Ourense, un cargo que ocupará durante los dos próximos años. Para este primer curso ha organizado, acompañada de su junta directiva, una serie de conferencias con una máxima «que estén basadas en la evidencia científica». Es, según su propia definición, «un viaje en siete etapas mirando el pasado, el presente y el futuro de la medicina». Son sesiones dirigidas al personal sanitario y a cualquier persona interesada en el tema, que puede seguir las charlas en directo o también a través del canal de Youtube de la entidad.

—¿Cuántos socios son?

—Somos doscientos y poco. Muy poquitos.

—¿Cuesta atraer a los jóvenes?

—Es muy complicado explicarles a las nuevas generaciones, que tienen esa capacidad tecnológica de acceder inmediatamente y en un clic a toda la diversidad formativa, que nosotros solo accedíamos a la información acudiendo a congresos, a las reuniones científicas, a las bibliotecas. Contarles que la academia era nuestro recurso. Además de acercarnos la ciencia nos acercaba a nosotros mismos y se creaban lazos entre profesionales de diferentes especialidades o que trabajaban en distintos sitio, y nos hacía sentir parte de una gran familia. Eso se ha perdido.

—¿Y cómo quiere encarar la academia?

—Dándole un giro radical. Mi equipo y yo queremos salvaguardarla, modernizarla y convertirla en un punto de encuentro fuera de la vorágine del día a día para profesionales sanitarios y al resto de la ciudadanía. Conformar un espacio en el que y las humanidades médicas sean el pilar divulgativo de nuestra actividad científica. La academia debe diferenciarse para sobrevivir.

Una apasionada de los viajes que tiene pendiente cruzar el charco

Nacida en Ferrol, Beatriz Suárez ya tenía su título universitario bajo el brazo la primera vez que visitó Ourense. Lo hizo para alquilar el piso en el que viviría durante su residencia en el CHUO. Llegó casi por casualidad y se convirtió en una ourensana más. De hecho, tuvo la oportunidad de mudarse a cualquier otra ciudad gallega y decidió quedarse. «Aposté por Ourense y su humanismo», asegura. Se refiere a la medicina centrada en el paciente que aprendió en el CHUO pero también a la relación con la sociedad.

«Ourense es un sitio lleno de autenticidad. Es la provincia de las sorpresas, el cariño y la hospitalidad, con una gran oferta cultural y gastronómica. Además, es un entorno natural envidiable, aunque cada vez menos valorado y más descuidado», resume. Y si habla de los ourensanos, destaca su amor por la tierra, «que transmite»; y su gusto por socializar, lo que los diferencia de otros habitantes de provincias de interior. Es rotunda: «Ourense aporta e importa».

Beatriz es feliz aquí. Cuando no está trabajando en el servicio de Medicina Interna, disfruta de lo que le ofrece el entorno. Se define como una mujer muy fácil de contentar, alejada de gustos sibaritas. Se confiesa una gran lectora. Le viene de cuna dice: «Me crie en una librería». Está segura de que nunca tendrá un libro electrónico: «Necesito el ritual de comprarlos, abrirlos, olerlos y tenerlos, aunque no los vuelva a leer en mi vida».

Su gran afición es viajar. «Soy una apasionada del mundo clásico, a nivel literario y de viajes. Me gusta visitar museos y edificios emblemáticos. También los países con naturaleza evocadora y salvaje», señala. Confiesa que todavía no ha saltado el charco, aunque sabe que lo hará en el futuro porque hay destinos que le interesan. Está centrada de momento en conocer el Mediterráneo y Europa. Se mueve mucho por España (Valencia, Santiago, Madrid o A Coruña) para visitar a la familia.

Disfruta mucho escuchando música, casi cualquier estilo, pero sobre todo clásica y aquella en la que brilla la cuerda. «Atormento a mi marido con cine francés», cuenta entre risas. Para ella un plan perfecto incluye a los amigos. «Me importa más la compañía que el sitio», remarca. Y remata: «Cosas muy sencillas me hacen muy feliz».