Recuerdo a María Martinón como una de «las mayores» con las que me cruzaba en los pasillos del colegio. Por eso ahora me resulta curioso tenerla en la mesilla de mi cuarto, en la torre de libros que tengo pendientes de leer (una torre que por cierto se está haciendo demasiado alta).
Desde siempre me ha atraído su trabajo —esta ourensana es la directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana— y me han recomendado, y mucho, su libro Homo imperfectus.
Esta semana estuvo en la ciudad, para, precisamente, hablar del ser humano y de cómo ha evolucionado desde el punto de vista de la enfermedad. La verdad es que es un gusto escucharla y uno se reconcilia con su propia especie al entender por qué somos como somos. Una de las cuestiones que define al ser humano, y en la que Martinón insiste, es que su fortaleza reside en el grupo que lo cuida, que lo protege, que lo arropa... Y es verdad. Aunque a veces nos echamos las manos a la cabeza porque tenemos la sensación de que cada día somos más individualistas y más egoístas, lo cierto es que contar con una red de personas dispuestas a curarte las heridas es tener una red de seguridad que te permite vivir sin miedo. Yo, que siempre he tenido debilidad por cuidar, puedo considerarme afortunada por contar con un ejército dispuesto a protegerme. Quizás por eso me parecen emocionantes los hallazgos arqueológicos que dan fe del instinto básico que es cuidar a los demás.
Mis queridos homo sapiens: gracias por estar.