Javier Gutiérrez: «Estamos en un momento en el que el ciudadano está solo y no encuentra asideros»

x. m. r.

OURENSE

Javier Gutiérrez y Luis Bermejo en «El traje»
Javier Gutiérrez y Luis Bermejo en «El traje» Basilio Bello

Junto a Luis Bermejo, el actor llega al Teatro Principal con la obra «El traje»

26 abr 2024 . Actualizado a las 21:00 h.

Primer día de las rebajas y el público acude en buen número a unos grandes almacenes de la catedral. La gente ha entrado como un torbellino y se ha producido un accidente. En la zona del edificio restringida al público un vigilante de seguridad interroga a un hombre de negocios. Al parecer él ha tenido alguna responsabilidad en lo que ha ocurrido.

Ese es el argumento de «El traje», una obra de teatro escrita y dirigida por Juan Cavestany que reúne sobre el escenario a Javier Gutiérrez y Luis Bermejo. El mano a mano entre los actores —definido como «un montaje trepidante, asfixiante y desternillante al mismo tiempo en un duelo interpretativo subterráneo»— llega este sábado al escenario del Teatro Principal. La representación comenzará a las ocho de la tarde.

Gutiérrez no para. Hace unos días que presentaba junto a Luis Zahera la película «Pájaros» y este viernes se estrenaba la serie «Asunta», en la que el actor interpreta al juez del caso —el ourensano Vázquez Taín—.

—¿Qué motivó la nueva versón?

—«El traje» es un texto que recuperamos, creo que se hizo hace como unos doce años o más, por su vigencia porque la corrupción política sigue de actualidad a día de hoy. Entonces eran los casos de Valencia, sobre todo, y ahora es más de lo mismo. El espectáculo sigue manteniendo esa vigencia y esa actualidad que lo convierten en una obra de referecia. Y Cavestany, que es brillante, hizo las adaptaciones que consideró necesarias para esa nueva etapa.

—¿Siempre la corrupción?

—Sí. Después de la pandemia, la soledad y la deshumanización de hace unos años de repente ha cobrado de nuevo más importancia. Y de eso va la obra, todo ello tamizado por el humor más absurdo, que es marca de la casa.

—¿Cómo está resultando la gira?

—Pues tengo que decir, sin falsa modestia, que está siendo muy exitosa. Estrenamos hace año y medio, más o menos, en Avilés y tanto el público como la crítica se han volcado con este montaje que se caracteriza por la risa pero también por el hecho de generar un poco de reflexión.

—¿Qué tal el mano a mano con Luis Bermejo?

—De lo mejor de la gira. Siempre le doy mucha importancia a los compañeros de viaje. Date cuenta que en las giras pasamos mucho tiempo juntos, más que con la propia familia, y ese aspecto es vital. Además, Luis es uno de los grandes de este país, con un estilo peculiar, diferente y que domina el drama, la comedia y lo que se tercie.

—La química funciona.

—Entre los dos, más el genio de Cavestany, conseguimos una obra que se va ordenando cada vez con más capas y mayor interés.

—Pedro Sánchez está en capilla para decidir si dimite o continúa. ¿La realidad supera a la ficción?

—Con creces. Ese tipo de decisiones son un resorte contra la crispación y la toxicidad en la que estamos inmersos, contra las noticias falsas y esa gresca que lo envuelve todo. Estamos en un momento en el que el ciudadano está solo y no encuentra asideros.

—«El traje», «Pájaros», «Asunta»... no para.

—Zahera es otro compañero de viaje fantástico y tenía ganas de trabajar con él. Es imprevisible, arriesga. Y aunque éramos viejos conocidos —coincidimos hace años en Animalario— no habíamos trabajado juntos como en este proyecto. Sí, es cierto que tengo suerte porque más del 90 % de compañeros y compañeras de profesión no pueden vivir de su trabajo. El de actor es un oficio de alto riesgo.

—¿Siempre teatro?

—Sí. Ahí eres el dueño del proceso y cada día es diferente. También tienes que pasar el examen en cada representación. Y si el patio de butacas está flojo hay que cargarse las pilas. Además, la obra evoluciona con cada representación y no es la misma en su estreno que tres meses después. El cine y la televisión son muy vertiginosos, pero ahí no tienes nada que decir: grabas mucho material y después quién decide es el personal de montaje o el propio equipo de dirección. No controlas el proceso ni lo que va a salir.