A qué han venido los concejales que acompañan a Jácome? ¿Qué creían que era tener un cargo público? ¿Alguien les explicó que venían a servir, no a servirse? ¿Por qué apenas tienen voz? ¿Qué autonomía asumen en la toma de decisiones? ¿A cuánto están dispuestos por el sueldo público? Esas son solo algunas de las preguntas que llevo meses haciéndome, al ver cómo funciona el gobierno local. Pero cuando esta semana se supo que una de las concejalas dejó un coche durante una semana en una zona de seguridad de la Policía Local, coincidiendo con unos días de asueto en los que había delegado sus competencias —por decirlo de manera simple, en unos días que dejó de ejercer su cargo público— me surgieron muchas más preguntas. ¿Por qué puede dejar un vehículo que ni siquiera está a su nombre, sino al de un familiar, en un lugar vetado para el resto de ciudadanos e incluso para los agentes de policía que trabajan en ese edificio? ¿Qué justificación tiene que abuse de su cargo justo en una semana en la que dejó de ejercerlo vía decreto para tomarse unos días? ¿Quién concede, y con qué criterio, las pegatinas que le dan barra libre para aparcar a los coches que conducen los concejales del gobierno, además del propio alcalde? ¿Quién decide a quién se le da ese pase vip para circular por las calles ourensanas? ¿Quién firma esas autorizaciones? ¿Con qué condiciones? ¿Quién decide que el multamóvil se salte a los coches vinculados al partido de Jácome? ¿Si abusan de algo como el aparcamiento, qué no harán con el resto?
Y una pregunta más: ¿dónde está la oposición?