El técnico coruñés resalta el choque como un aliciente para su plantilla del Ourense CF
04 dic 2024 . Actualizado a las 12:12 h.Pablo López Vidal (A Coruña, 1977) era uno de esos niños de Monte Alto que tenía en su horizonte el estadio de Riazor como punto de referencia. De Salesianos saltó al Orillamar, uno de los viveros blanquiazules en una etapa en la que no contaba con más categorías inferiores que el Fabril y sus escuadras juveniles. Un histórico campeonato de España en esta última categoría no bastó para acceder al primer equipo, pero sí para forjar una consistente trayectoria en el Imperátor, Pontevedra, Celta B, Ourense, Oviedo, Cultural Leonesa, Ciudad de Santiago, Montañeros y As Pontes, donde colgó las botas y nació un analítico entrenador de fútbol.
—¿Recuerda aquella primera pizarra que pintarrajeó en el banquillo de O Poboado?
—Cuando decidí retirarme, el presidente de As Pontes me ofreció la posibilidad de seguir como director deportivo. Yo había estudiado Ingeniería en Ferrol, pero también me había formado como entrenador y ya tenía todos los títulos. Al año siguiente ya bajé al campo y fue una experiencia muy enriquecedora, aunque pronto regresé al Dépor, donde estuve un año y medio al frente del Juvenil de Liga Nacional, antes de convertirme en segundo entrenador con Clarence Seedorf en la Primera División.
—Un paso de gigante.
—Para un coruñés, sentarse en el banquillo del Dépor es inolvidable. Tuve el placer de trabajar con jugadores de la talla de Lucas Pérez, al que ahora tendremos en frente, Valverde, Sidnei, Adrián López, además de compartir vestuario con una leyenda como el propio Seedorf. Visité estadios como San Mamés, Mestalla, los de Madrid y Barcelona, pero insisto en que sobre todo viví el fútbol en Riazor.
—¿Creció mucho en la etapa del Racing?
—Desde luego. Tuve mucha suerte de estar al lado de dos grandes entrenadores como Emilio Larraz y Cristóbal Parralo, que llegó con Manjarín, pero incluyó a dos asistentes al mantenerme a mí en la misma función. Fueron años muy productivos, con la reestructuración de Segunda B a Primera Federación, el playoff de ascenso y, finalmente, el salto a la Segunda División. En ese proceso también se realizaron una serie de cambios y desarrollé distintas funciones en la dirección deportiva del club, otra etapa muy importante para mí.
—Con la opción de trabajar muy cerca de un hombre de fútbol como Carlos Mouriz.
—Para mí es la piedra angular del proyecto de A Malata, como lo fue antes del que desarrolló con mucho éxito en el Lugo. Y además de todos los conocimientos que ha demostrado con creces, alcanza una gran talla como persona, como pudimos comprobar cuando Manu Morgade —que ya había coincidido con él en el Anxo Carro— le pidió permiso para negociar mi posible incorporación al Ourense CF. Fue el primero en decirme que tenía las puertas abiertas y que consideraba que sería bueno para mí volver a entrenar.
—¿Qué siente el niño forjado en el Orillamar antes de medirse al Dépor?
—Será otro sueño que podré hacer realidad, igual que cuando fui jugador y vestí la camiseta del juvenil y del propio Fabril. Pero también siento una cierta responsabilidad, porque estoy representando al club de otra ciudad en la que también fui muy feliz como jugador y viví noches como aquella eliminatoria frente al Atlético de Madrid o partidos para ascender a Segunda División. Ourense disfrutará un partido de Copa del Rey, contra un campeón del torneo. Será una gran noche y colaborar en ella es también un orgullo para mí, máxime tratándose de un rival como el equipo de mi ciudad.
«Son un equipo de Segunda con jugadores de Primera»
Quizás el primer vínculo que unió a Pablo López a la historia del Dépor fue aquel título de campeón de España que alcanzaron los herculinos en Puertollano, doblegando (2-1) al Real Madrid. Xaco, Moscoso y Víctor Pérez procedían, como el central, del Orillamar, pero el club se había nutrido de distintos equipos de la ciudad y provincia, con nombres como los de Dani Mallo, Ramiro Amarelle o José Luis Deus.
—¿Entendió que una victoria de esa trascendencia no le permitiera llegar al primer equipo del club de su vida?
—No lo entendió mucha gente, porque fuimos más o menos el 70 % de aquella plantilla los que quedamos desvinculados del club. En mi caso fui al Imperátor con varios de mis compañeros de entonces. Después apareció Milo Abelleira para llevarme al Pontevedra y de ahí al Celta B y al Ourense. Muchos lo consideran mi padrino y estoy muy satisfecho de mi carrera como futbolista.
—¿Se considera valiente al asumir la dirección de un equipo que ocupaba la última plaza de un torneo muy exigente?
—Conocía a Rubén Domínguez y el excelente trabajo que realizó en el Ourense CF. Una de mis funciones en el Racing era la de seguir a los equipos de Segunda y Primera Federación. Además sé lo que es O Couto y no me he equivocado con la gente que está en el club. Camilo Díaz, el presidente, Javi Quiroga o Manu Morgade, entre otros, tienen una calidad humana a destacar.
—¿Observa a su equipo capacitado para ponerle la eliminatoria cuesta arriba al Dépor?
—Me gusta sobre todo su día a día, porque yo les exijo el 120 % y ellos son capaces de asumir esa autoexigencia también. Hay un vestuario muy bueno. Ya estuvimos en el barro y lo que espero es que, ahora que vemos la luz, si vuelve otra mala racha, seguir trabajando igual. Ante el Dépor van a darlo todo y, si podemos competir, será muy bueno para el grupo. Pero sabemos que son un equipo de Segunda con jugadores de Primera. Será un reto muy complicado para nosotros.