Fonti Montoya: «Nadie quiere a un gitano de vecino, por mucho que digan lo contrario»
OURENSE
![Fonti Montoya](https://img.lavdg.com/sc/D2zJAKO8eoDDmIUOxBUD2rk6dlc=/480x/2025/01/17/00121737129421520510517/Foto/OE19C5F1_165518.jpg)
El responsable del colectivo incide en la necesidad de superar la marginación
19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El Gobierno español acordó hace unos días declarar el 2025 como el Año del Pueblo Gitano. Una decisión, la ratificada en el Consejo de Ministros, que tiene como objetivo combatir la discriminación del colectivo con motivo de la celebración de los 600 años de la llegada de los primeros miembros de dicho pueblo. Fue en 1425 cuando arribaron los gitanos y lo hicieron en peregrinación a Compostela. Su presencia está documentada en ese año al existir un salvoconducto del Rey de Aragón que les autorizaba a viajar con total libertad por el país. La decisión del Gobierno llegará acompañada de iniciativas encaminadas a incentivar las medidas en favor del pueblo romaní y, además, a reparar los daños causados históricamente a este colectivo. En la ciudad funciona desde hace tiempo la Asociación Gitana Chanela, que preside Fonti Montoya (Ourense, 1974).
—¿Desde cuándo está al frente de la entidad?
—Me hice cargo de Chanela a finales del 2009. Fue cuando dimitió el anterior presidente, Raúl Jiménez. Son ya quince años.
—¿Cuántos gitanos viven en la provincia de Ourense?
—Así, de forma concreta, no podría decir ahora mismo una cifra. Yo calculo que seremos entre unas 350 y 400 familias. Siempre se hace un poco difícil concretar porque los jóvenes se van casando y montando una nueva familia.
—¿Por dónde se distribuye la presencia en la provincia?
—Los grupos de gitanos se reparten por cinco sitios principalmente. Ourense, Maceda, Verín, O Carballiño y Xinzo. El asentamiento más grande, con diferencia, es el que está en O Carballiño —aunque se vincula siempre a la villa, el poblado de A Fontela pertenece a Maside—. Es la zona donde se concentran más familias. Como no le hacen las viviendas tienen problemas, porque quieren ir a una casa pero nadie le alquila un piso.
—¿Cree que mejorarán las cosas ahora que el Gobierno ha declarado 2025 el Año del Pueblo Gitano?
—Nada, no creo que vaya a servir para nada. Seguiremos como ahora. En el día a día no nos tratan igual que a un payo. Nos discriminan siempre. Un gitano va a ver un piso y no se lo alquilan, prefieren a un negro, un marroquí o un colombiano antes que a un gitano.
—Eso suena un poco mal.
—Es una forma de hablar, para que me entiendas. Pon los nombres que quieras, pero la realidad es que nadie quiere a un gitano de vecino, por mucho que digan lo contrario.
—¿La incorporación al mercado laboral es el gran problema?
—Claro. Siempre, porque sigue existiendo marginación todavía. Si pueden coger antes a otra persona no miran para el gitano. Hay gente que sí lo hace, aunque poca y por situaciones en las que necesitan contar con personal de forma urgente.
—¿La integración es la asignatura pendiente?
—Hoy nos llevamos bien con todo el mundo y estamos integrados. Los niños lo hacen desde pequeños porque van al colegio y los tiempos han ido cambiado las cosas. Ahora si un gitano o una gitana se casa con un payo no pasa nada —aunque los viejos sigan sin admitirlo— y estamos todos juntos. Yo prefiero estar con payos y entre todos nos tenemos que entender para andar por las ferias, los mercados y para vivir.
—¿La educación es la vía para visibilizar más al pueblo?
—Nosotros intentamos que estudien y tengan una carrera para que el día de mañana puedan contar con un buen trabajo. Ahora no es como antes y a los 16 o 17 años no piensan en casarse. Eso está bien, porque lo que queremos es que nuestros hijos el día de mañana sean abogados, médicos, enfermeras o cualquier otra cosa que ellos quieran. Y lo que necesitamos es que haya trabajo para los gitanos para sacar adelante a sus familias, como lo hay para las otras personas.
«No nos fiamos mucho de los políticos. Prometen y no hacen nada, y eso no está bien»
Admite Fonti Montoya que los tiempos han cambiado mucho desde su juventud y los patrones tradicionales cada vez cuentan con una menor presencia en el día a día del pueblo gitano.
—Reconocía hace unos años que estaban desapareciendo costumbres de la cultura romaní.
—Muchas cosas se han ido perdiendo, pero creo que son cambios para bien y que suponen un avance y una mejora para todos. Lo que comenté antes de las bodas entre payos y gitanos es una de ellas. Lo importante es que todos podamos vivir tranquilamente y bien. Lo que no se pierde es el respeto a los viejos y lo de la virginidad.
—¿El caló está desapareciendo?
—A los jóvenes no les interesa y se está olvidando. Yo le digo ahora un par de palabras a un niño y no sabe de lo que estoy hablando. Es una pena pero es así.
—Ustedes tampoco quisieron saber nunca nada del gallego.
—Nosotros los mayores no, pero ahora los jóvenes sí que lo saben porque van desde pequeños a la escuela y allí se lo enseñan. Yo algo lo hablo, cuando voy por los pueblos a tratar, pero en las ferias normalmente no lo hago.
—¿Una mayor presencia en política les daría mayor visibilidad?
—Nosotros no nos fiamos mucho de los políticos. Prometen, prometen y no hacen nada, y eso no está bien. Al gitano no le interesa la política porque se siente engañado; llevan años diciendo cosas que luego no cumplen. Ellos a su vida y nosotros a la nuestra.
—¿Es el romaní un pueblo machista?
—Si usted mira los casos de las mujeres que matan al año en este país verá que no hay ningún gitano entre los asesinos. Y si son 300, por poner un número, las denuncias en Ourense por malos tratos comprobará que ninguno —o uno como mucho— es gitano.
De la venta ambulante a los caballos, sin perdonar la partida de dominó
Desde su medio siglo de vida Fonti Jiménez Montoya recuerda perfectamente cómo empezó todo y cuánto han cambiado las cosas para su pueblo. En su casa de A Cabeanca dibuja una realidad desaparecida hace años: «Nací en la zona donde está la estación vieja del tren y el colegio. No estaba el edificio de la Policía Local de Ourense ni nada de eso. En aquellos años había un poblado con unas diez o doce chabolas y allí nos fuimos criando. Después ya fue cuando marchamos para un piso».
Él responde al viejo modelo de los de su generación: «Me comprometí con 14 años, a los 15 estaba casado y a los 16 ya tenía un hijo. Tengo dos, una niña y un niño, y siete nietos. Y espero que no sigan el mismo camino que yo. Son otros tiempos, que disfruten de la vida. Aunque ya digo, si me hacen bisabuelo no tengo problema ninguno». Y comenzó con 16 años a trabajar, ayudando a su padre para ganarse la vida y mantener a su familia. La venta ambulante es su ocupación, y además le tira el mundo de los caballos. «Soy también tratante, me voy por la Mezquita, A Merca y por ahí a comprar animales. Algunos son para mí, porque me gustan los caballos, y otros los compro y luego los vendo para sacarme algún dinero. También tengo terneros».
El director xeral de Comercio comentaba recientemente que se baraja potenciar las ferias de Galicia para convertirlas en un atractivo turístico, incidiendo de manera especial en la incompatibilidad de ese modelo con la venta de falsificaciones en los mercados ambulantes. «No creo que esa medida sea problemática. A los jefazos es a los que les corresponde decidir esas cosas y a nosotros adaptarnos a los cambios que ellos propongan», señala.
Uno de los aspectos en los que incide a lo largo de la conversación es en el papel vital y de especial relevancia que se realiza desde la Fundación Secretariado Gitano de Ourense y las iniciativas que se desarrollan en el local de la avenida de Zamora —«Allí hay clases de internet, aulas de apoyo para los niños, juegos y muchas actividades»— y el otro su condición de patriarca. «Mi padre ya no puede ejercer, tiene 91, y yo, asesorado por otros tres mayores, soy el encargado de dar solución a los problemas que se puedan plantear», apunta.
Sigue siendo el único gitano cazador de Galicia —«Aunque en este momento no, porque este año no renové el permiso para la temporada»— y no perdona su partida diaria de dominó: «Soy buen jugador. En un bar de Rante nos juntamos todos los días cuatro amigos para jugar».
Quién soy.
«Me considero un patriarca más. El patriarca no nace, se hace. Soy una persona normal que vive con su mujer e hijos, con respeto a todo el mundo. Hay que respetar para que te respeten»