La cooperación internacional y la familia la han llevado a vivir en tres continentes
05 jun 2017 . Actualizado a las 20:17 h.«Mi nombre es Irene y me gustan los cambios. Desde mi nacimiento todos supieron que lo mío no era estar quieta. Mi compañero de vida es italiano; mi primer hijo, semiinglés y la segunda, bruxellois. Soy alaricana de nacimiento pero salmantina, madrileña, francesa, inglesa, india y un poco belga de corazón». La tarjeta de presentación de Irene Seara Oro es larga, como su experiencia en el mundo. Clara y decidida, como su personalidad. Y aún en plena ebullición, como su vida.
Después de cambiar los estudios de Comunicación por la cooperación internacional, en 2011 se trasladó a Exeter (Inglaterra), donde a su pareja le concedieron una beca de doctorado. «Allí estuvimos tres años que me sirvieron para darme cuenta de que Inglaterra no era nuestro lugar -afirma-. Sus paisajes maravillosos, su calidad de vida y sus oportunidades no llenaban la frialdad de sus gentes que, aunque amables y correctas, no acababan de abrirse a nuestra pequeña familia».
En 2013 decidieron irse a la India a realizar el estudio de campo de sus tesis: «Con dos maletas y un niño de dos años aterrizamos en Bangalore. Seis meses de bella intensidad india donde el contacto humano volvió a nuestras vidas. Allí trabajé en una organización de mujeres feministas, en programas de apoyo a las víctimas de violencia machista. Nunca nos habíamos sentido así de arropados por desconocidos, sobre todo Matteo, que aprendió a llevar con humildad su fama de pequeño rubio europeo». Pero tuvieron que volver: «En Exeter trabajé en un bar pequeñito que me permitió conocer la cultura inglesa. No terminé mi doctorado pero, gracias a mi experiencia de camarera, se podría decir que hice una tesis sobre los ingleses en los bares de principios del XXI». En 2014 empezó a ver las primeras muestras de hostilidad hacia los españoles. Y en enero de 2015 Irene y su familia cambiaron de nuevo. Bruselas, con una beca Marie Curie de por medio, fue su siguiente hogar: «Después de una dura lucha de seis meses contra la burocracia, que no me permitía quedarme en el país si no trabajaba o me casaba, nació la pequeña Lola. Dar a luz en el extranjero fue lo mejor que me pudo pasar: un parto perfecto y respetuoso sin ninguna intervención médica. ¡Igualito que en Ourense con mi primer hijo!».
«Bruselas -aclara- no es un lugar fácil para encontrar trabajo, no porque no haya, sino porque para cada puesto hay 100 personas más jóvenes y más formadas que tú. Pero, por fin, llegó. Trabajé en una asociación cultural para discapacitados intelectuales donde realizamos todo tipo de talleres en artes. Una experiencia gratificante a nivel personal y laboral». Para ella Bruselas ha sido un descubrimiento: «Me gusta la ciudad. No es para nada la ciudad norteña perfecta, como Gante o Amberes. Está llena de bares donde la gente se para después del trabajo, de mercados de productos internacionales y, sobre todo, llena de brocantes, mercadillos de segunda mano donde un día la gente saca sus cosas a la calle y las vende baratísimas. Los belgas son buena gente, más familiares que los ingleses y con mejor comida, pero Bruselas también tiene sus cosas no tan buenas: su clima, su burocracia, su pésima atención al cliente y sus belgadas diarias, experiencias fuera de la razón humana que rozan lo absurdo».
Después de dos años y medio, Irene concluye que Bélgica tampoco es el país. «Allá donde vivamos, mejor o peor, siempre estará la idea de volver al sur y volver a casa, aunque esa idea sea, quizá, el cambio más difícil al que nos enfrentemos porque el gusanillo de cambio nunca muere».
itinerante
Irene Seara Oro (Allariz, 1982) estudió Comunicación en Salamanca, pero enseguida dio un golpe de timón y empezó a trabajar como profesora de español para inmigrantes. También dio clases en Francia.Cursó en Madrid un doctorado en Comunicación, cambio social y desarrollo que la llevó a Centroamérica. A partir de ese momento vivió en Inglaterra, India y Bélgica, donde actualmente reside.
«Bruselas es muy medieval: dime dónde vives y te diré quién eres».
trayectoria vital
«Bruselas es muy medieval: dime dónde vives y te diré quién eres». Bruselas es una ciudad medieval en cuanto a su sociedad, según la describe. «Está la realeza, compuesta por la gente que trabaja en la Comisión y el Parlamento europeos. Después está la nobleza, integrada por los belgas flamencos; luego, los grupos medios, con los belgas valones (francófonos), y luego, los estratos más pobres, con inmigrantes, en su mayoría del Magreb. Esta ciudad se divide en 19 ayuntamientos desiguales. Dime dónde vives y te diré quien eres. Hay barrios ricos y barrios pobres, como en todas las ciudades, pero aquí tienen presupuestos independientes por lo que las escuelas, guarderías y servicios no son los mismos», cuenta Irene.
«En la clase de Matteo, de 20 niños solo 4 son hijos de padres y madres belgas; los demás, hijos del mundo. Una lección de vida que espero Matteo no olvide nunca ya que esta multiculturalidad permitió a mi hijo sentirse como uno más desde el primer día de colegio».