Llegan todos abrigados. Jersey, chaquetón, bufanda, gorro, paraguas... Están preparados para el frío y la lluvia. Hasta que entran en el centro social. Entonces toca quitarse buena parte de la ropa para quedarse ligeritos y comenzar a sudar. Porque las clases de gimnasia para mayores en O Barco, lejos de ser una actividad liviana, hace que los presentes (más de medio centenar, cifra que, dice la monitora, Teresa Fernández, es habitualmente el doble) tengan que limpiarse el sudor de la frente. Una frente que cubren con gorras (en su mayoría), pero se ve también algún sombrero de paja y alguna cinta a lo Eva Nasarre. Sin complejos. Y con mucho ritmo. Batuka, pasodoble o incluso unos pasos de defensa personal van componiendo la clase, que se repite cada martes y jueves. A las once. Y todos allí, puntuales como clavos para ponerse en forma.