
Nada más salir de O Barco en dirección a A Veiga por Prada una gran señal amarilla lo deja claro: carretera de montaña. Pasado Santigoso y varias (muchas) curvas más en una vía siempre en ascenso, se llega al cruce de A Portela con Riomao. De nuevo una señal. Esta vez la que indica que el Alto da Portela está a 1.125 metros. Y todavía está unos metros más arriba (en la carretera, en la montaña y sobre el nivel del mar) la primera estación del viacrucis que Pepe de Barrio talló desde aquí hasta su pueblo, Lamalonga. Ya fallecido él, se mantiene la tradición de que cada miércoles santo, a las tres de la tarde, se celebre el viacrucis hasta la iglesia.
A Veiga no es Sevilla, que si llueve, la imagen no puede salir. Aquí el viacrucis está todo el año a la intemperie, pero a veces son los propios fieles los que, con lágrimas en los ojos, tienen que renunciar a salir. Ayer hubo un que sí que no que finalmente se quedó en un sí, a medias. A la cita en la primera estación se presentaron alrededor de una veintena de personas, muchos menos que cuando el miércoles santo llega acompañado de sol y temperatura agradable. Pero los que fueron no quisieron renunciar a su demostración de fe, así que tras descartar hacer el camino a pie (son más de 15 kilómetros) decidieron cumplir con el viacrucis en coche. Así, una caravana de seis vehículos iba parando en cada estación. Orillados en una carretera (secundaria, sin pintar) iban bajando, parapetados entre paraguas, abrigos y bufandas, para escuchar la oración. Después, de nuevo al coche. Así una y otra vez hasta llegar a Lamalonga. Viacrucis completado.