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La Pequeña Edad Glacial espoleó el consumo de hielo

La Voz

OURENSE CIUDAD

18 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El consumo de nieve tuvo gran tradición en el mundo romano e islámico. En España y en el resto de países europeos occidentales, la herencia de estas culturas se tradujo en la construcción de un buen número de pozos de nieve en la época bajomedieval. De esa etapa datarían también las primeras neveras gallegas, «presumiblemente edificadas por iniciativa de los distintos monasterios del Císter durante los siglos XII y XIII», apunta Camilo Fernández Cortizo en el estudio Neveras y cosecha de nieve en Galicia (silgos XVII-XVIII). El apogeo de la producción y comercialización del hielo y de la nieve se produciría a finales del siglo XVI y principios del XVII, coincidiendo con el arranque de la Pequeña Edad Glacial, una etapa caracterizada por el empeoramiento climático que favoreció la disponibilidad de nieve.

Las neveras fueron una expresión del refinamiento de las clases pudientes, eclesiásticos, nobleza y oligarquías urbanas. A los gastos de la construcción de los pozos había que sumar el transporte de la nieve y su posterior prensado -en capas separadas por paja- hasta conseguir el hielo. En la construcción descubierta en Piñeira, la excavación en la roca, el aislamiento de tierra sobre la bóveda y los respiraderos superiores garantizarían unas condiciones óptimas de temperatura. Las canaletas y pequeñas cavidades repartidas por la superficie derivarían las escorrentías a un aljibe actualmente desaparecido.

Tratados de medicina

Al margen del uso refrigerante, algunos trabajos de medicina de la época ponen de relieve el valor terapéutico de la nieve y el hielo. Entre ellos figura el estudio escrito por Matías de Porres, médico de cámara del príncipe de Esquilache y «gran amigo del séptimo conde de Lemos, que siempre fue de salud delicada», destaca Manuela Sáez. Según constató la historiadora, la nieve que abastecía el pozo de los condes de Lemos procedía de la montaña de Ourense. En Galicia se conservan numerosas «pozas» en zonas montañosas, en las que se hacía acopio de la nieve para su posterior traslado. Las más cercanas están en la Ribeira Sacra ourensana y eran propiedad de ese cabildo. La excepcionalidad de la construcción de Piñeira radica en sus dimensiones -veinte metros de largo, unos seis de ancho y sobre ocho de alto- y su sofisticación constructiva.