La información que recibe la población en general sobre las alergias es cada vez mayor, incluso con acceso a datos sobre los niveles de presencia de los distintos alergenos (sustancias que pueden provocar una reacción alérgica) en el ambiente. Sin embargo hay creencias populares que se mantienen. Algunas con base, pero otras erradas.
La invasión amarilla
Más apariencia que amenaza. Una de las reflexiones más comunes en los últimos días en Ourense al ver los coches, ventanas, e incluso la ropa tendida cubierta por un polvillo amarillo era: «pobres alérgicos». Sin embargo este polen del pino, a pesar de su escandalosa presencia es demasiado grande y pesado. Por eso cae al suelo y no queda suspendido en el aire. Su aspiración es escasa y por lo tanto da alergia a muy pocos pacientes. El polen que da problemas pertenece a especies con esporas mucho más pequeñas y finas.
Las mimosas
Estornudo de efecto secundario. A pesar de la creencia general, la invasión de las mimosas en territorio ourensano no es la causante de una proliferación de reacciones alérgicas. «No da alergia prácticamente. Lo que ocurre es que huele mucho y si tienes la nariz irritada o inflamada por una alergia por otro polen, al olerla te da por estornudar», señala el alergólogo.
Es peor en la ciudad
La contaminación influye. La idea de que hay más personas que sufren alergias respiratorias en el medio urbano que en el rural, pese a que el vecino está en menor contacto con la naturaleza, se constata con los datos del CHUO. La razón, explican los especialistas, es que es más frecuente en las ciudades porque la contaminación del humo procedente de los combustibles diésel facilita las respuestas infamatorias de los alérgicos.