
De la zapatería y el trabajo artesano a las primeras marcas internacionales
24 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.En la recta final de agosto, Luis Alberto Martínez tiene vivo el recuerdo de sus vacaciones hasta la mayoría de edad. En julio tocaba ir unos días a la costa, aquí al lado, con su madre y su hermana, mientras el padre quedaba en Ourense atendiendo la tienda en el sentido más literal de la expresión. Después, en septiembre, los cuatro arrancaban hacia Alicante con el padre al volante y la playa de San Juan como destino. No era por la arena, ni por la temperatura del agua, ni por tener familia allá. Era por la proximidad a Elda, donde, como pronto supo el entonces niño, se celebraba una feria de calzado de asistencia obligada, tan imprescindible como hoy es para él ir a Milán. Estar al día sigue siendo determinante para caminar con solvencia en el sector de la moda y en el nivel de máxima exigencia en el que se mueven.
Sirva el apunte vacacional para situar prioridades, vocación y trabajo. Y ver la expansión de una empresa familiar cuyas raíces hay que buscar en un modesto taller de zapatería. No es fácil llegar hasta las firmas que son referencia de lujo en todo el mundo. Sus clientes lo valoran.
«Estamos francamente orgullosos de nuestros trabajo. A veces nos preguntan cómo se sostienen tiendas como las nuestras en una ciudad de cien mil habitantes. Tenemos muchos clientes de fuera, que acuden aquí buscando algo que no tienen en sus lugares de residencia, aunque sean capitales con otro peso y más población», dice Luis Alberto. Son familia. Una piña. «Somos un equipo, donde cada cual saber qué tiene que hacer para que todo funcione», dice Belén, que ha recogido el testigo de su madre, a quien corresponde el mérito de haberse empeñado en introducir las colecciones de mujer en una tienda que había nacido limitada al calzado de hombre. Porque, conviene no olvidar, el Delfín que hoy conocemos en la calle San Miguel arrancó en 1953. Ahí se estrenó Luis Martínez. Su padre, Delfín, fallecido en 1980 con 76 años, había emigrado a Cuba en los años treinta y, de regreso, montó su taller en un pequeño local de Irmáns Villar. Aquel artesano respaldó a su hijo cuando este le planteó abrir una tienda. Era el primer gran reto. Y funcionó. Supo ver Luis el camino en un momento en el que la ciudad se esforzaba por sacudirse el barro. Veinte años después llegó al Paseo, con Delfín II, sin dejar de abonar las raíces en San Miguel e Irmáns Villar.
El gran salto, de todos modos, lo dieron en 1990 con Delfín & María, donde ya asomaba el taconazo con más estilo. Hoy, entre ropa, complementos y zapatos, tras haber adquirido Jesús en 1999 y haber dado la vuelta a Sterling en el 2007, desde sus mostradores y probadores tocan el cielo quienes suspiran, disfrutan, o se crecen, con las cosas de Gucci, Prada, Canali o Jimmy Choo.
Llegaron a la ropa por casualidad. Les surgió la posibilidad de adquirir Jesús y tomaron la decisión en dos días. La vida de todos ellos eran los zapatos. «He de confesar que en la decisión final pesó la opinión de un amigo, que fuera de Galicia había dado poco antes el salto del zapato a la confección de lujo», dice Luis Alberto. Así se escribe la historia. Arriesgaron y acertaron. Rompieron el molde en Jesús y unos años después hicieron lo más difícil, en paralelo, con Sterling. Más lujo y más marcas.
Han sabido rentabilizar dos universos, el de la ropa y el zapato, que «buena parte de roperos -dice Luis Alberto- no acaban de entender, pues ven el zapato como mero complemento». Tienen clientes que recorren kilómetros para aprovechar que en muy pocos lugares van a encontrar bajo un mismo techo tantas primeras marcas. Y todo ello manteniendo el espíritu de empresa familiar, que alcanza a quienes trabajan en sus cuatro locales entre San Miguel y el Paseo. Aquí las medallas son de todos, proclaman quienes están al frente del negocio, siempre inquietos y dispuestos a seguir creciendo.
Su vida está en Ourense y saben del potencial de la ciudad, pero no dejan de lamentar, con cuidado en no señalar, la resignación y falta de ambición que por momentos se hace dolorosamente perceptible. Y si hablamos de termalismo, por ejemplo, pues que sea más que unas charcas.
Entre zapatos
Viven por y para el comercio. Caen los años, pero no hay día que Luis y María dejen de ver cómo va todo. Los hijos asumen la gestión, ellos se colocan a propósito en segundo plano, pero su experiencia y su vocación pesa. Delfín Martínez puso las raíces y Luis aportó su visión comercial al negocio, con María siempre del brazo. Luis Alberto, con su hermana Belén, son el presente. Sea cual fuere el futuro, con la cuarta generación a la puerta, Luis mantiene su ritmo y su rutina, sin dejar de acudir a la cita con el café a las ocho de la mañana. Aunque haya tenido que cambiar de local, al cerrar el de siempre en el Paseo.