«Dijeron que ponía los discos como si fueran ladrillos y pasé a ser ?albañil?»

pepe seoane OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

José Colmenero pasó en más de veinte años por casi todas las discotecas de la capital

17 abr 2016 . Actualizado a las 14:03 h.

La primera nómina la cobró José Colmenero en 1980. Estaba en la discoteca Dominique, que es donde empezó a ser Albañil, el apodo que lo acompaña y que siempre llamaba la atención a quienes lo veían en el lugar de privilegio desde donde oficiaban los pinchas de discoteca. Aquel papel donde firmó decía que su trabajo era discjockey. Él era quien mezclaba los discos e iba marcando el ritmo, en plan entrar en calor en la primera hora, subir la temperatura a continuación y pasar al lento, para dejar margen y acabar en plan fiesta total antes de bajar la persiana. Para un chaval que había nacido y crecido en la calle Lúa, un lugar donde la hostelería fue cambiando con los tiempos, peleado con los estudios hasta donde es capaz de recordar aulas, pupitres y escuelas, aquello significaba tocar el cielo. O estar cerca.

Empezó a trabajar prácticamente en pantalón corto. Con 13 años se estrenó como repartidor -«a pie, claro»- de la droguería Yebra, en la praza do Ferro, espacio de juegos y cita con los amigos del barrio. «Era almacén de medicina, igual que Román, en la Alameda. Ibas por las farmacias y llevabas los pedidos. El trabajo era eso».

Long Play, en la calle doctor Fleming, marcó el primer encuentro del adolescente con un mundo al que luego dedicó media vida. Aparentaba más edad y entraba. Empezó a asomarse a la cabina. «Pinchaba entonces Venancio y de él aprendí, casi con la mirada de un niño, los fundamentos de lo que luego sería el trabajo y la vida», recuerda. Tiempo después, empezó a frecuenta la cabina de Dominique, donde ejercía Carlos Reza. A él debe parte de su identidad. «Cuando empecé a pinchar, dijeron que manejaba los discos y los ponía en los platos como si fueran ladrillos, con la soltura de un albañil. Y ya pasé a ser albañil». ¿Alguien imagina hoy un cartel anunciado a DJ Albañil? Difícil.

¿Drogas? «Tengo la sensación de que entonces, al menos donde yo trabajé, no había. Y si había, no se notaba. Era en otros sitios y fuera de hora cuando se empezaban a verse», dice.

Este Albañil pasó por todas. Dominique, Long Play, Lázaros en la calle Bedoya, 3A, Chic, Plató, Nexus, Bachata y Punto.es, que fue aparte y final, ya metidos en el nuevo milenio. Fue el momento del cambiar de vida, de dejar la noche de la forma en la que tantos años la había vivido, sin estridencias ni divismo, dicho sea de paso, para entrar en otra dimensión, en un mundo más convencional con horario de entrada y salida, estabilidad, calma y, sobre todo, anonimato.

Lo importante para trabajar bien, dice sin dudarlo, es «saber qué público tienes y qué espera de ti, pero no lo es menos la disposición y la confianza que te tenga tu jefe, que valore tu trabajo». Llegados a este punto, sin desmerecer a nadie, no deja pasar la ocasión de resaltar la figura de Antonio Domínguez. «Estaba más pendiente que nadie. Estuve con él en Lázaros. Yo diría, hablando en serio, que fue quien me descubrió y quien me hizo subir. Tenía un ojo extraordinario para la noche. Era un buen jefe y es una gran persona», dice de este empresario que sigue ligado a la hostelería desde posiciones bien diferentes a las que lideró en los setenta, en los ochenta y en los noventa. Antes de la explosión del pub y antes de que los horarios se fueran estirando, antes de que se perdiera la sesión vermú en la discoteca y dejara de sonar la eterna Se acabó, de Santana, pieza que invariablemente suponía que la cabina de 3A iba a cerrar. Y que quienes movían allí los discos cambiaban de aires. Y hasta el día siguiente.

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Nombre y edad. José Colmenero nació en Ourense en 1962. Creció en el casco histórico de la ciudad.

Profesión. Fue «pincha» más de dos décadas.

Su rincón. Peggy Records, el reducto del vinilo, un lugar donde encontrarse con los discos de toda la vida.

Pinchadiscos desde finales de los años setenta«Aún me pica el cuerpo, se me van las manos, cuando tengo delante un montón de discos»

Si de José Colmenero dependiera, el protagonismo de esta página no sería ni siquiera del Albañil. Es puro agradecimiento hacia otras personas. «No te olvides de citar a Manolo Rois, ni a Antonio del Alaska, que es gente extraordinaria», apura, en un último intento de mostrar gratitud hacia quienes lo apoyaron en distintos momentos de aquella vida. En las duras y en las maduras.

¿Y la música?

Metido en su día en la cabina, o ahora en su casa entre vinilos y recuerdos, podía saltar de Gary Glitter (Angel face, por ejemplo) a Roger Daltrey (Walking the dog), como ir de Bob Dylan (Knockin on heaven´s door) a James Brown (Sex machine), de Free (All right now) a cualquier clásico de soul, desde Frank Zappa hasta Pink Floyd.

«Me gusta la música. Y aún me pica el cuerpo y se me van las manos cuando tengo un montón de discos delante, pensando en como mantener el ritmo y el interés de quienes te están escuchando. En aquellos primeros años, sobre todo en los setenta y en los ochenta, a la gente le gustaba bailar y era una forma de establecer un primer contacto, una vía para ligar, que podía ir a más o no. Más adelante, y ahora en los pubs, todo cambió. Este ambiente no tiene absolutamente nada que ver con aquel».

«Volvería a hacer lo mismo»

¿Echarlo de menos? «Va por días. Si pudiera volver atrás y elegir, creo que haría lo mismo. O lo intentaría, por lo menos. En plan de trabajo ya es distinto. Todo pesa. Pensar en recuperar los discos y en volver a aquellos horarios y a aquella actividad, es algo que ni me lo planteo. Fue una época y se acabó». La agrada saborearla, algo que no oculta, pero tiene claro que es el pasado.