«Comprar un sombrero es mucho más que adquirir una prenda de ropa»

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

MIGUEL VILLAR

Pablo Rodríguez Pachón es la cuarta generación de la sombrerería La Lucha, abierta en Ourense en 1917

21 jun 2020 . Actualizado a las 15:49 h.

Hubo un tiempo en que en Ourense había cinco sombrererías. Décadas en las que cubrir la cabeza era habitual entre hombres y mujeres, pero los hábitos fueron cambiando y las persianas de muchas de esas tiendas fueron bajándose para siempre. De todas menos de una. La sombrerería La Lucha, única superviviente de un sector casi en extinción que se mantiene en la misma ubicación en la que nació hace más de un siglo, en la rúa das Tendas. «Mi bisabuelo empezó trabajando en ferias, vendiendo puerta por puerta, hasta que pudo montar su taller; fue una lucha muy grande y lo sigue siendo. Ahora el nombre que le puso al negocio le va al pelo», asegura Pablo Rodríguez Pachón, que hace unos años cogió de su madre el testigo de un comercio que, pese a ser único en una ciudad de 105.000 habitantes, no puede presumir de llegar a fin de mes con holgura. «Los negocios pequeños son una especie en peligro de extinción; yo tengo claro que este modelo es insostenible, porque tú para competir contra los grandes lo único que puedes hacer es especializarte, ofrecer calidad, dar un mejor trato. Lo que pasa es que si a la mayoría de la gente se le va la mitad del sueldo en un alquiler abusivo y no tiene una seguridad laboral mínima, no siempre se puede dar un capricho y comprarse un sombrero», cuenta.

Conste que en esta tienda hay modelos de todos los precios, para hombres y mujeres. La madre de Pablo, de hecho, fue la primera en introducir los sombreros femeninos en Ourense. Y también que el trato personal y el conocimiento de su oficio que tiene este comerciante son un valor añadido. «A parte de asesorar, tienes que mejorar la experiencia de compra, así que me gusta que los clientes sepan lo que están adquiriendo cuando vienen a la tienda, que conozcan la historia que hay detrás de los sombreros, que es algo más que comprarte una prenda de ropa».

Y quizás como hacían sus antepasados, Pablo sigue anotando las ventas en una libreta, y el inventario lo hace, confiesa, «a ojímetro». Ello no impide que sepa exactamente lo que tiene y dónde lo guarda. «Veo otras sombrererías que están súper ordenadas y en comparación con ellas la mía parece sacada de Harry Potter, pero yo sé donde está cada cosa. Si viene un cliente y veo que le va a quedar bien un sombrero, sé perfectamente qué talla me queda de ese modelo y dónde está, es algo que al final forma parte de ti», reconoce. Y es que son muchas horas las que este ourensano ha pasado entre sombreros, una circunstancia que le supuso grandes alegrías de niño. «Crecer entre sombreros fue una ventaja porque siempre me ha encantado disfrazarme y cuando era pequeño podía disponer de muchos modelos. Mi favorito era el de Indiana Jones», recuerda.

De clientes fijos, de los que viven fuera pero siguen siendo fieles a La Lucha cada vez que pasan por Ourense, y de los turistas vive en gran parte ahora esta sombrerería, ubicada en el corazón del casco antiguo. «Me acuerdo de un cliente de Miami que decía que solo compraba sombreros en dos sitios, en J. J. Hats New York, que es la sombrerería de más renombre del mundo, y aquí, e incluso decía que prefería comprarlos aquí porque no le gustaba que allí lo atendieran con la gorra puesta. Sigue viniendo una vez cada año o cada dos» cuenta Pablo, que explica que el 80 % de la clientela busca asesoramiento. «Por la estructura de la tienda, en la que tengo la mercancía separada del cliente, necesitan pasar a través de mí para llegar a ella, y terminas siempre orientando, no queda otra» asegura el profesional, que admite que el suyo «es otro concepto de tienda, pero teniendo sombreros que son delicados, me siento más seguro así».

El sombrero panamá, de paja y tejido a mano en Ecuador, es el modelo más vendido. «La gente ha escuchado el nombre y pregunta. Te piden un panameño, un Panama Jack, pero vienen a por eso, aunque luego con el precio se asustan, porque están comprando una obra de artesanía». Con todo, Pablo confiesa tener especial cariño a los modelos de Industrias Sombrereras Españolas. «Tienen un precio adecuado y una calidad exquisita», asegura.

 «En esta zona a casi nadie se le perdonó el alquiler en la pandemia»

La crisis del covid-19 pilló a Pablo regresando de un viaje. «No había tenido un semana libre jamás y me cogí una para irme a las Azores unos días antes de que estallara la crisis. Eran mis primeras vacaciones y casi me quedo allí. Cerraron las fronteras al día siguiente de que regresáramos», recuerda. Al final en lugar de siete días la sombrerería permaneció clausurada muchas semanas, durante las cuales Pablo siguió pagando el alquiler religiosamente. «De todo el entorno pudo haber un caso entre doscientos, pero en el casco viejo eso de perdonar los arrendamientos a los comerciantes no se ha visto», advierte. Y tras la reapertura, ve el futuro con incertidumbre. «El peligro que tenemos no es la reincorporación; los cierres vendrán cuando lleguen las Navidades y se acaben los ahorros; en enero va a haber muchos cierres, no sé cuántos quedaremos en Ourense, yo lo voy a intentar», garantiza. Toca seguir en «la lucha», ahora más que nunca.