Ocupan con una infravivienda un soportal de la calle Progreso de Ourense

OURENSE CIUDAD

Cuatro personas duermen desde hace meses en el acceso a un edificio de una de las arterias principales de la ciudad
15 oct 2021 . Actualizado a las 21:00 h.No es un galpón, ni una chabola, ni mucho menos una casa. El entramado que ocupa la entrada del edificio número 90 de la céntrica calle Progreso de la capital ourensana tiene difícil definición. A simple vista parece un montón de mantas, colchas, plásticos y cartones, tan estratégicamente colocados que dan la impresión de estar recubriendo un paquete gigantesco que alguien ha decidido proteger de la intemperie a base de colocarle trapos por encima. Sin embargo, bajo esa estructura hay un hogar. O algo parecido. Es minúsculo. Nace de la puerta por la que en su día se entraba al edificio (hoy vacío y que albergó la cafetería Cuatro Postes) y llega hasta el escalón que separa la plataforma de acceso de la acera. Dos metros y medio de largo por apenas otros dos metros de ancho.
Con su perímetro perfilado con cinta, es el refugio bajo el que se acogen, según algunos vecinos de la zona, hasta cuatro personas desde hace varios meses. Nadie sabe bien cuántos, porque el precario albergue comenzó siendo más reducido y, además, su apariencia externa no hacía sospechar que allí hubiese ningún tipo de vida.
A pesar del tránsito de peatones habitual por esta calle -una de las arterias principales de la ciudad- y de tener una ubicación muy próxima a instituciones y servicios públicos como la Diputación, el Obispado o Correos, muy pocos le han dedicado más que una mirada curiosa al pasar. Salvo, obviamente, sus vecinos más cercanos. Los que residen en el portal que queda pegado a este precario hogar ya han alertado en varias ocasiones de la situación, formalizando denuncia incluso ante la Policía Local para que el Concello de Ourense se dé por enterado.
«Queremos que les busquen una solución; el Concello debería de tener recursos para estas personas», señala el presidente de la comunidad de vecinos que habla de problemas de mal olor -en el otro extremo de la plataforma hay rastros evidentes de orines- «además de la sensación de inseguridad, sobre todo si tienes niños», añade. Apuntan también a la situación del propio edificio bajo cuyo soportal se ha creado este refugio. «Está muy deteriorado y ha habido desprendimientos, lo que es también un riesgo para ellos», añade el representante de los residentes en la casa colindante.
También el propietario de la cafetería cercana corrobora que el mal olor que se desprende de este asentamiento ha sido un problema especialmente durante el verano. «Ahora no se nota tanto, pero estos meses de atrás era insoportable porque hacen sus necesidades al lado mismo. Y además no puede ser sano para ellos estar ahí debajo; sin poder darse una ducha y tener un mínimo de higiene. Me parece una barbaridad que solo les dejen usar unos días seguidos el albergue. La gente debería de tener donde dormir, donde adecentarse y tener un plato de comida caliente todos los días. Porque la gente duerme todos los días, no tres noches al mes», apunta.
Sin embargo, y pese a la impresión de los vecinos que ven «pasar a la policía por delante, pero se limitan a mirar y se van, y nadie hace nada», las técnicas de Servicios Sociales del Concello de Ourense ya han intervenido para intentar convencer a los ocupantes de este refugio de que lo abandonen y utilicen los recursos municipales. «No podemos actuar si se niegan a recibir ayuda», explican desde ese departamento.
Los dos habitantes primigenios de la construcción fueron una mujer de edad avanzada y su hijo. A ella es frecuente verla en varias calles del centro de la ciudad pidiendo alguna ayuda económica. «Sorprende, no te esperas que viva así, porque conserva un aspecto aseado» matiza una vecina. Pero en los últimos meses se les han sumado otras dos personas; una de ellas es una ourensana que perdió a su madre, de la que siempre iba acompañada, a finales del pasado año y que sigue deambulando durante el día por las mismas zonas de siempre, acarreando las maletas y bolsas en las que guarda sus pertenencias. También con ella estuvo una trabajadora social para intentar que no permanezca en la calle. Según la concejala, Eugenia Díaz Abella, se ha intentado ya en varias ocasiones. «No es sencillo que se deje ayudar», dice.
Esta mujer, por su parte, aclara que siempre lleva con ella sus cosas y que nunca deja nada ni en la calle ni este soportal en el que, según asegura, duerme algunas noches al igual que pernocta en otros puntos de la ciudad. Insiste en que no necesita ayuda institucional aunque sí acepta la que le presten los ciudadanos porque quiere seguir manteniendo su modo de vida. Además afirma que no tiene nada que ver con el montaje de la infravivienda, aunque la utilice en ocasiones, y que no tiene vínculo con las otras personas que lo usan.
Tampoco han tenido mejor suerte en el servicio Sin Techo de la Cruz Roja, donde ya hace meses que han incorporado este asentamiento a los puntos a visitar en las rutas habituales que realizan por las calles de la ciudad para localizar y ayudar a las personas en situación de pobreza extrema, que viven generalmente de la mendicidad y duermen al raso, en cajeros o en viviendas muy precarias.
En esas visitas, además de proporcionarles un kit de emergencia que incluye útiles de aseo e higiene personal, sacos o mantas para dormir y bebida caliente o galletas para ayudarles a pasar la noche, los técnicos y voluntarios de la entidad buscan generar confianza para intentar convencerles de que usen los recursos disponibles y comiencen a mejorar su situación.
Sin embargo, no siempre es posible avanzar en esa dirección, como demuestra este caso. Tampoco los trabajadores del servicio de Acogida de Cáritas han conseguido que acepten dejar voluntariamente esa situación de calle. «No hemos logrado convencerles; ni la madre y su hijo, ni la otra mujer que perdió a su madre», señalan desde esa entidad.