La otra cara de la lucha contra el fuego: «Si hay que penetrar en este monte cerrado es imposible»
OURENSE CIUDAD
La Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales de Laza, la única de este tipo en Galicia, dedica los meses de invierno a tareas de desbroce, prevención y concienciación
03 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.En Laza (Ourense) tiene su base la única BRIF (Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales) que hay en Galicia. Su trabajo en la temporada alta de fuegos en los montes ourensanos es bien conocido, con el despliegue de brigadas helitransportadas que les permiten llegar rápido al corazón de un incendio en puntos poco accesibles para los medios terrestres. Estos medios especializados del Ministerio para la Transición Ecológica se ocupan durante el invierno y la primavera de otras tareas de prevención y concienciación que pueden dar sus frutos más en el medio plazo. Son tareas que realizan en un radio de 50 kilómetros alrededor de su base, en este caso en los distritos forestales doce y catorce de Galicia.
Acompañamos a los técnicos de la BRIF de Laza a supervisar los trabajos que está haciendo una de las cuadrillas de prevención en un monte de Baños de Molgas que ardió en un incendio en el año 2017. Con un trabajo manual, utilizando motosierras y desbrozadoras, los operarios han ido eliminando y triturado la gran cantidad de denso matorral existente, para abrir franjas auxiliares de un ancho variable de entre cinco y diez metros que permitan el acceso a los vehículos de extinción en caso de incendio. «Si hay que penetrar en este monte cerrado es imposible, con retamas de tres metros de altura», explica Bruno Ondoño, técnico y jefe coordinador de la BRIF.
La apertura de estos tajos en el monte permite también el acceso a los vecinos de la zona para aprovisionarse de leña, de estiércol para el ganado; si no, los restos triturados se quedan apilados para que, o bien se quemen, o bien se pudran en el monte. Precisamente, encontramos a un vecino del pueblo de Sanguñedo recogiendo algunos troncos de leña que los trabajadores de la BRIF han dejado al borde de la pista tras el desbroce. «Llegué en octubre desde México para vivir en una casa que llevaba años sin habitar. Tiene una chimenea con un ducto para calentar el segundo piso, pero tarda mucho tiempo hasta templar la vivienda y cada tractor de leña cuesta 350 euros. Pregunté y me dijeron que la que está al lado de los caminos se puede coger», explica Federico Bretón, quien agradece los servicios que hay en el rural gallego, en comparación con México, aunque echa de menos una conexión más rápida a internet.
Estamos en una etapa, entre el 18 de febrero y el 18 de abril, en el que la BRIF de Laza dispone de cuatro cuadrillas dedicadas a la prevención de incendios y dos que están de guardia para la extinción de los fuegos que surjan.«En este momento del año tenemos un equipo multidisciplinar. Puede estar una cuadrilla apagando un incendio, otra trabajando aquí en el monte y otra realizando una quema controlada», apunta el técnico coordinador. Cada cuadrilla está compuesta por un técnico, un capataz y siete u ocho bomberos forestales.
Cómo hacen las quemas técnicas y controladas
Las quemas, que se realizan de forma prescrita y controlada, forman parte de la labor invernal de las BRIF y son una de las tareas de prevención. Una zona desbrozada todavía puede arder después de diez o quince días, explican. Las quemas tienen utilidad desde el punto de vista económico y para la concienciación de la población, que aún tiene la cultura del fuego como método de gestión de pastos y control de la vegetación. En esta tarea intervienen los Eprif (Equipos de Prevención Integral de los Incendios Forestales), que mantienen reuniones con colectivos de la zona, como ganaderos o cazadores, para hacerles ver que el monte no se puede «quemar por quemar». «Se hace una revisión de los intereses, se estudia su viabilidad. Hay un plan de quemas que se ejecuta desde noviembre hasta abril/mayo. En primavera, con la savia moviéndose, ya hay más humedad en la vegetación y no se da conseguido la eliminación de combustible; además empieza la nidificación de especies», especifica Fernando Sande, técnico de la Eprif. Para realizar estas quemas controladas, los técnicos buscarán que se den las condiciones meteorológicas que garanticen mayores condiciones de seguridad. Se analiza la previsión meteorológica, de viento, temperatura, la humedad del combustible y del terreno y, si se da esa «ventana» que permita quemar sin riesgo, se aplica el fuego técnico.
El año pasado, la BRIF de Laza ejecutó quemas en unas 80 hectáreas de terreno. Para este año, tienen alguna planificada en Camba (Laza). El fuego técnico repercute en el monte, para generar terrenos para el pastoreo, y tiene la función de frenar el fuego, quemando controladamente determinadas parcelas. El trabajo manual de desbroce es costoso y, aunque el monte en Galicia es muy amplio y la vegetación se regenera rápido, es una intervención preventiva que tiene el objetivo de poder reducir el gasto en medios aéreos de extinción y también de que la población vea que se cuida el monte. Bruno Ondoño añade que las BRIF se crearon también para fijar población en las zonas rurales y en esta muchos de sus trabajadores son de la zona de Verín. La de Laza está situada en una de las zonas cero de los incendios forestales en Galicia, con muchas parroquias de alta actividad incendiaria.
De guardia por si hay incendios
Mientras las cuadrillas de prevención siguen limpiando el monte, en la base de la BRIF en Laza está de guardia el equipo de extinción, con diez hombres. Si no hay incendio, dedican las jornadas a planificación, formación o la preparación física, con entrenamientos como marchas en el monte de cinco o seis kilómetros, prácticas dentro del helicóptero o ejercicios de destreza con herramientas. David Núñez, el preparador físico, explica que hay entrenamientos específicos para este trabajo y para prevenir lesiones. «La fuerza no es lo más importante, aunque se necesita para moverse con una mochila de veinte kilos. Se les dan pautas de alimentación e hidratación para trabajar con altas temperaturas. Un estudio de la Universidad de León determinó que los bomberos perdían cuatro litros en la sudoración y que, en un incendio largo, la frecuencia cardíaca era equivalente a la de una etapa de ciclismo», enfatiza el preparador. Con el trabajo físico previo y constante -desde el 2007 las BRIF cuentan con preparador- ha bajado la siniestralidad laboral en las brigadas, añade.
El técnico Alberto Fernández explica que las brigadas helitransportadas, como la de Laza o la de Tabuyo (León), permiten tanto reducir los tiempos de actuación y de llegada de los medios al incendio como tener una perspectiva aérea, distinta a la terrestre, de cómo atacar el fuego. «Damos unas vueltas sobre el incendio y entre el técnico y el capataz decidimos cómo abordarlo, aunque el agente forestal es el jefe de extinción y es el que dice cómo actuar», aclara el técnico.
Las BRIF son brigadas de refuerzo que actúan por despacho automático si se produce algún incendio en su radio de acción de 50 kilómetros o, fuera de esta zona, por solicitud de la Xunta al Ministerio. También se movilizan a otras comunidades si las requieren, como ocurrió en enero con un incendio en Hermisende (Zamora).
Los incendios han cambiado. El punto de inflexión fue hace treinta años, cree Alberto Fernández, que lleva veinte años en la profesión. La diferencia está es que en las últimas tres décadas el abandono del monte y de los cultivos ha sido progresivo y ahora «hay más monte que superficie agrícola y los incendios se pueden hacer más grandes y tener más continuidad porque hay más combustible».
Dos helicópteros, con sus pilotos, copilotos y mecánicos
Este año, por ahora, la precampaña de incendios está siendo bastante tranquila aunque también hay fuegos invernales favorecidos por las heladas que desecan la vegetación. Detrás de la gran mayoría está la mano del hombre. En la base de Laza están ubicados, hasta el 18 de abril, dos helicópteros, un Kamov ruso -bombardero que puede cargar un bambi con 4.500 litros de agua- y un Bell 412, con un balde que puede llevar hasta 1.200 litros.
Fran Méndez, piloto, explica que en los incendios grandes lo complicado es la coordinación entre los muchos medios aéreos que están actuando, además de volar en condiciones con mucho humo y escasa visibilidad, en zonas con cables y otros obstáculos. Cada salida dura un máximo de dos horas, con un descanso obligatorio de 40 minutos. En ese tiempo, llevarán a la brigada de extinción hasta el incendio y luego se dedicarán a descargar agua hasta completar el tiempo de vuelo. Así hasta un máximo de cuatro períodos y ocho horas en total al día de vuelo real.
Uno de los momentos delicados es la descarga, pues deben cerciorarse que no haya bomberos abajo que puedan resultar lastimados si les caen encima miles de litros de agua. Fran, piloto del Kamov, explica que llevan una sirena para avisar cuando entran al incendio. Esta aeronave porta un bambi mayor, que carga 4.500 litros normalmente y puede llegar hasta 5.600 si la bolsa está a tope. «A veces, sobre todo cuando trabajas en pino, no los ves y les puede caer una rama. En aviación todo está previsto y se hace un seguimiento según una lista», explica este piloto que lleva 16 años en esta profesión y que tuvo sus primeras horas de vuelo en Laza. Dancho Danev es uno de los mecánicos de esta aeronave, encargado de revisar antes y después de cada vuelo una serie de puntos de control. Todos forman parte del gran equipo que lucha contra los incendios en invierno y en verano, desde el aire y desde tierra.