Habrá opiniones para todos los gustos, pero si el alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, consigue llegar a las próximas elecciones municipales sentado en la silla de la alcaldía —lo de la moción de censura, hoy por hoy, pinta igual de verde que hace año y medio—, se habrá marcado un tanto difícil de igualar. Quizá hasta los del libro Guinness de los récords lo incorporen en alguno de sus listados. No se sabe bien en cuál encajaría, pero fijo que no debe de haber muchos alcaldes que hayan aguantado al frente de una ciudad de más de cien mil habitantes después de ser abandonados por prácticamente la mitad de sus concejales, de romper una coalición dos veces con los mismos socios —que ya tiene guasa— y gobernar en minoría en otras tantas ocasiones. Pero si a eso sumamos el rompecabezas que se ha montado con las distintas áreas municipales para concentrarlas, comprimirlas, fundirlas o redefinirlas con el objetivo de repartirse la tarea de administrar la capital de la provincia entre cuatro personas, el caso es ya de tesis doctoral. Eso sí, tiene que conseguir llegar a mayo sin necesidad de ingreso hospitalario y sin que se monte un lío monumental en el Concello. Porque no me cabe duda que él lo tiene muy claro, pero no se yo si los trabajadores acabarán aclarándose con tanto cambio de estructura interna. Vaya, que seguro que los de asistencia domiciliaria no terminarán llevando el bus urbano, pero que más de uno se equivocará de camino y tendrá que hacer lo del anuncio del fuet para saber dónde y a qué iba... casi seguro. En cualquier caso, si aguanta, podrá volver a sacar el disfraz de Supermán.