Los últimos propietarios del local, Domi Carballo y Ramiro Gómez, se retiran tras más de treinta años de trabajo
19 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Domi Carballo (Xinzo de Limia) y Ramiro Gómez (Santiago) se conocieron en 1985 trabajando en el Liceo. Los dos apostaron por la hostelería desde muy jóvenes y la vida les hizo coincidir tras la barra en la cafetería del espacio cultural ourensano. Estando allí se enamoraron y se casaron y fue cuándo empezaron a pensar en montar su propio negocio. Antes de dar el paso, estuvieron un año en el Latino, justo el de apertura del emblemático café de la ciudad. En 1989 cogieron el traspaso del Bimba, en la rúa dos Fornos, en plena zona de los vinos de Ourense, y ahora despiden esta etapa de su vida para iniciar otra, de descanso y disfrute en su casa del pueblo, en Os Blancos. «Yo siempre quise que abriésemos algo por nuestra cuenta, así que insistí hasta convencer a Domi», dice Ramiro. Cuando levantaron la persiana de este mítico bar del casco histórico, el local era muy diferente a lo que dejan hoy. «Estaba ruinoso porque os donos anteriores daban marisco e na parte de atrás era onde o desalaban e o conservaban», dice Domi.
Trabajando sin descanso fueron ahorrando lo necesario para ir dando forma a su proyecto poco a poco. Al principio era un bar de vinos, en el que cada consumición iba acompañada de un pincho de comida casera. En los noventa se adaptaron a la demanda y entonces empezó una etapa en la que Domi y Ramiro abrían hasta las tres de la madrugada. «Había muchísima juventud así que dábamos copas y chupitos. Suponía un trabajo excesivo y aguantar a un público que no era el nuestro así que decidimos dar un nuevo cambio», recuerda Ramiro. Se lanzaron como restaurante con una propuesta de menús del día que mantuvieron hasta el último día.
En estas más de tres décadas, el Bimba se volvió un lugar conocido por el caldo gallego, plato estrella de la casa, y también por las almejas a la marinera o el lacón cocido de Domi. «Vendimos moitísimo caldo. En pleno agosto facía máis ca no inverno, sobre todo polos turistas estranxeiros», afirma la hostelera. «Antes en los vinos cada local tenía su pincho, su especialidad, ahora en todos se hace de todo y por tanto no hay especialización. Las cosas cambiaron mucho», añade Ramiro. Eso, sumado a la dificultad de encontrar empleados que se queden a largo plazo, ha obligado a este matrimonio a cerrar el local con la jubilación de Ramiro. «No hay camareros responsables y que lo hagan bien», apunta. Domi tiene 61 años y también se va. «Marcho moi contenta porque desfrutei moitísimo desta etapa. Encántame o contacto coa xente e traballar a présa todo o rato. Aínda podía facelo bastantes anos máis pero non merece a pena porque ao final a vida queda aquí entonces agora toca viaxar e descansar», confiesa Domi.
A las mesas del Bimba se han sentado muchos ourensanos. Algunos lo hicieron casi a diario. «Imos botar de menos a moitísimos clientes, que nos últimos días só nos preguntaban onde podían ir xantar agora», añade Domi. Ramiro se va triste. «No me gusta ni venir a los vinos porque solo puedo pensar en qué voy a hacer ahora. Han sido muchos años de trabajo pero mereció la pena. No creo que los hosteleros de hoy en día tengan tanto aguante como el que le pusimos nosotros», añade. Este domingo su hija Lidia, que se crio en el bar de sus padres, les organizó una fiesta de despedida en la que no faltaron ni la emoción ni las anécdotas. Lo primero fue recordar por qué el Bimba se llama así. «Porque el primer propietario, que lo abrió en los años cincuenta, llevaba siempre puesto un sombrero conocido con ese nombre», termina Ramiro.