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Medio siglo vendiendo lencería en Ourense: «No necesito que me digan la talla, con ver a mis clientas sé lo que les sentará bien»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Manuela Tesouro Pérez
Manuela Tesouro Pérez MIGUEL VILLAR

Con 14 años, Manuela Tesouro ya ayudaba a sus padres en una tienda de ropa del casco histórico

03 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuela Tesouro Pérez tiene 72 años y es una apasionada de su trabajo. Sus padres, Joaquín Tesouro Fidalgo y Artemia Pérez Rubín, naturales de un pueblo de O Pereiro de Aguiar, abrieron hace más de setenta años un comercio en la praza da Ferrería, en el casco histórico de la capital. Recuerda, como si fuera ayer, que con 14 años, una vez que salía del colegio, iba hasta allí y los ayudaba. Joaquín vendía por las ferias hasta que el negocio que llevaba Artemia fue a más y decidieron apostar por él y abandonar los viajes para atender el comercio. «Mi madre empezó a tener muchísimo trabajo y no era capaz de llevarlo sola», explica Manoly.

Primero vendían un poco de todo, desde colonias a granel a hilos y lanas, hasta que se centraron en prendas clásicas de hombre y mujer. De eso hace setenta años y el comercio sigue abierto. «Ellos tenían también algo de ropa interior. A mí me gustaba despachar la corsetería. Recuerdo que las mujeres me veían y preguntaba por mi madre. Entonces mi padre les decía ‘Sabe más la niña'», relata.

El negocio fue a más y, cuando Manoly tenía 16 años, sus padres compraron un local pegado al suyo, para que ella pusiera una tienda de ropa interior, al que unió moda infantil. «Ya tenía mi propio negocio. Ya entonces me gustaba vender sujetadores y bragas, la corsetería. Pensamos en añadir la ropa de niño para completar un poco el negocio y tener para todas las edades», dice.

Hace 50 años, el dueño del inmueble en el que estaba la tienda de sus padres hizo obras y ellos compraron su parte y aprovecharon para ampliar la tienda. Con el tiempo, Manoly acabó por heredar el negocio de sus padres, pero nunca quiso deshacerse de su rincón de corsetería. Así, cuando el edificio en el que estaba su pequeña tienda fue demolido compró otro bajo cercano, en la calle Cervantes, para diferenciarlo de Confecciones M. Tesouro. Sucedió hace quince años. «Aunque tenía espacio en el comercio que abrieron mis padres, cuando tiraron el edificio decidí mantener la tienda de ropa interior al margen, ponerla sola, aunque cerca de la otra. Y tuve la suerte de que apareció este bajo, lo compré y lo reformé», explica.

Actualmente mantiene los dos negocios. En el comercio que fundaron sus padres trabaja una de sus hijas y ella sigue al pie del cañón en su tienda de lencería. «Nunca pensé cerrar el negocio de mis padres. Seguirá abierto mientras yo esté aquí. Todavía hay mucha gente mayor que nos dice que no encuentra lo que busca en ninguna otra tienda y que qué va a hacer cuando cerremos», explica.

«Llevo el casco histórico de Ourense en el corazón, es donde quiero estar»

Es una firme defensora del casco histórico de la capital y no pasó por su cabeza trasladar su negocio a otra zona de Ourense. «Antes había muchísima vida. Recuerdo cuando pasaban las lecheras. Las chicas de los pubs eran muy educadas y compraban en los comercios. No se metían con nadie y eran muy correctas. Ahora ya no es lo mismo. Las tiendas que están cerradas no es porque la gente se fuera, es porque se jubiló», afirma. Sin embargo, y a pesar de que muchos hablan de la debacle del casco viejo, Manoly defiende la belleza de este entorno: «Me sigue gustando igual que siempre esta zona. Incluso me desagrada cuando la gente me dice que por qué sigo aquí, no lo entienden. Me duele que se hable así de él. Será porque llevo el casco histórico de Ourense en el corazón, es donde quiero estar». Ayuda mucho que Manoly pueda presumir de clientas fijas, de varias generaciones de mujeres que se han fiado de ella. Llevar más de 56 años en el mismo sector y mantener una tienda en un espacio en el que poco a poco van desapareciendo los negocios tiene mucho que ver con su manera de trabajar y de tratar a los clientes. Ella lo tiene claro: «Lo más importante es dedicarles tiempo y no engañarlos. Es cierto que a mí siempre me gustó el trato con la gente, desde pequeña, y eso es muy importante para mantener un negocio».

Tras 56 años vendiendo productos de corsetería, tiene muchas clientas fijas que han ido acercando a sus hijas hasta el comercio. Tres generaciones de mujeres ourensanas se han fiado del saber y del ojo de Manoly. «Algunas me presentan a sus nietas. Tengo una clientela muy fiel», señala. El sector de la lencería ha cambiado mucho con los tiempos, principalmente por la variedad de modelos. Lo que sigue siendo igual es que, salvo casos excepcionales, la mujer busca comodidad. «Antes era más fácil elegir, porque en el mundo de la corsetería había menos cosas. Ahora hay que estar al tanto de todo lo que hay y demandan las clientas. Es verdad que, sobre todo en el tema de los sujetadores, entran por la vista, pero lo importante es que estén cómodas. A estas alturas yo no necesito que me digan la talla, con ver a mis clientas sé lo que les sentará bien», relata.

¿La jubilación? Ni se lo ha planteado. «Me sigue encantando como el primer día estar en la tienda. Mucha gente me lo dice, pero de momento pienso seguir. Ya veremos en el futuro», subraya. Sobre el éxito de actividad empresarial recuerda: «El negocio que tengas pensado a abrir tiene que gustarte».