Supongo que nadie se acordará pero en el año 1977 los vecinos de la parroquia de Francelos en Ribadavia aspiraban a un procés similar al catalán. Ese año por fin habían conseguido que llegase diariamente la recogida de la basura. Pero como Francelos siempre tuvo fama de rojilla, no se conformaban con ser unos apéndices de la voluntad y de los caprichos de unos mandamases de la Plaza Mayor de Ribadavia. Allá por diciembre unos 150 vecinos suscribieron un escrito reclamándole al entonces alcalde, Jaime Dávila, autonomía municipal. Exigían un órgano municipal propio, estilo Entidad Menor de Berán, para debatir y solucionar sus problemas, viendo que en los plenos de Ribadavia pasaban olímpicamente de ellos. De aquellas, zonas como el Ramal, la del Cano, calle de la Lucía o Portalaxe estaban en un estado bastante deplorable de tránsito. A cierto sector de la población le mosqueaba que el cura, Joaquín Pérez Mostaza, era el que movía Santiago con Roma para desatascar proyectos y obras, en lugar del alcalde de barrio Antonio Dabarca Boullosa, que hacía lo que podía pero se topaba con oídos sordos municipales. Lo que más fastidiaba a los parroquianos era que encima ellos sufragaban el material y ponían el personal correspondiente para ejecutar las obras para las cuales solo precisaban de Ribadavia la licencia y el visto bueno de la corporación. Viendo el panorama de entonces es comprensible que algunos planteasen que para estas historias no precisan os señoritos da vila. Por supuesto ni la viñocracia ni otras fuerzas vivas de Ribadavia respondieron al escrito.