Luis Picos, vecino de O Ribeiro, mantiene vivo un arte casi en extinción
16 ago 2021 . Actualizado a las 13:19 h.Por un terreno donde aparentemente solo hay matojos, camina Luis Picos, que junta los codos contra las costillas y, casi como un pistolero del Lejano Oeste tras desenfundar un revólver, sostiene en sus manos dos varillas de latón que, cuando se entrecrucen y queden en paralelo, le indicarán la existencia de un manantial de agua en ese punto concreto, en el subsuelo.
A sus 68 años, este vecino de San Paio (Ribadavia), lleva cuatro jubilado pero aún sigue recibiendo llamadas de algunos vecinos de la comarca para construir pozos de barrena. Para los árabes, quien tiene esta facultad para descubrir lo oculto, especialmente las aguas subterráneas, es un zuharí, o adivino. O lo que es lo mismo, un zahorí. Para los apegados a la ciencia se trata de un arte al borde de la extinción que casi roza lo místico. Pero para quienes lo practican es una alianza mental con las varillas ejerciendo de antena, porque a los zahoríes se les atribuye desde tiempos ancestrales una sensibilidad especial para captar ciertas radiaciones y energías ocultas.
Sea como sea, a inicios de los noventa, Picos dejó su puesto de trabajo en una empresa de sondeos y prospecciones que le llevaba, prácticamente cada semana, a distintos puntos de la península ibérica. «Sempre estaba desprazado. Unha fin de semana podía ser a Sevilla, e outra a distintos en pobos de Valencia. Sempre por aí, sempre en movemento... Tiña á miña familia aquí, así que decidín estar máis preto deles, volver a casa», detalla. Fue un encuentro con su hermano, que por aquel entonces trabajaba en la ciudad alemana de Lippstadt, lo que reorientó su trayectoria. «El estaba emigrado e traballaba nunha empresa de pezas para automóbiles e aviación. Non sei exactamente quen, per foi alí onde lle ensinaron o procedemento para buscar manantiais coas variñas», explica.
Se aventuró a iniciar una nueva etapa como autónomo y, poco a poco, el boca a boca entre vecinos hizo el resto. Cuenta que, al principio, la búsqueda de agua le dejó algunos fracasos. «E é lóxico. Co tempo, vas collendo experiencia», dice. Así, hasta el punto de que en el Concello de A Arnoia fue requerido en un centenar de ocasiones para la búsqueda de otros tantos pozos. Entonces, Picos se compró un pequeño equipo de perforación y una camioneta, y se lanzó a la carretera, presentándose allí donde demandasen sus servicios.
«Sempre foi a través de recomendacións. Tralos comezos na Arnoia comezou a coñecerme máis xente, e chamábanme de Pontedeva, Cortegada, Celanova, Verín...», enumera. También fue reclamado desde el otro lado del Padornelo, en Astorga y Madrid.
Con el péndulo entre manos
Si la imagen tradicional del zahorí se vincula al sostén de ramas de sauce y avellano, Picos trabaja con dos bastones de latón y un péndulo, también del mismo material. A pocos metros de la casa donde vive, se adentra en una parcela abandonada, camina en línea recta y, tras medio minuto extendidas hacia el horizonte, las varillas se juntan. Es la señal que esperaba. «Aquí abaixo hai un manantial, que corre en perpendicular ó camiño que fixen», determina. Entonces, saca el péndulo, que oscila a los pocos segundos. «A maior cadencia, máis auga. Así é como sabemos se a fonte é máis grande ou máis pequena», concluye.
En las épocas de sequía, especialmente las de inicios de los ochenta y el primer lustro de los noventa, la figura de los zahoríes era muy apreciada por los agricultores de la Meseta del país, por la permanente necesidad de hallar acuíferos en las profundidades. Y en el rural de Galicia, para el mantenimiento de fincas particulares, viñedos y huertos. Antonio, vecino de Ribadavia, contactó meses atrás con Picos para examinar si bajo su finca hay aguas subterráneas. «Luis xa é coñecido na comarca. E en Galicia, como se soe dicir, ‘se funciona, dalle para adiante'», apunta. No realizaron prospecciones todavía, pero prevén ejecutarlas el año que viene.
Rodrigo Aparicio, regidor de A Arnoia, fue otro de los vecinos de la zona que, años atrás, siendo él teniente de alcalde, contactó con Picos para examinar si bajo el terreno de su finca había alguna surgencia. «Mi vecino de al lado se hartó de realizar prospecciones, y nada. Llamé a Luis y, a unos quince metros de donde habían picado, él marcó un punto, y acertó», rememora. Desde entonces, el propio Aparicio le cogió aprecio a las varillas. «Y tengo ciertas sensaciones con el agua. En todo caso, no detecto su caudal o la profundidad a la que se encuentra», aclara. «Quizá hay quien no le ve explicación, pero él localizó aquí muchos pozos», dice el alcalde. Porque para Luis Picos, hallar un tesoro tan preciado como el agua es solo una cuestión de ir a contracorriente.