De Verín a Caión: la venta de pescado en bicicleta que iluminó una cetárea

Pablo Varela Varela
pablo varela REDACCIÓN / LA VOZ

VERÍN

BASILIO BELLO

Las raíces de Mariscos del Noroeste, asentada en el litoral coruñés, están en la provincia de Ourense

19 jul 2020 . Actualizado a las 14:12 h.

Entre los años cincuenta y sesenta, por los montes próximos a Verín pedaleaba en bicicleta Toribio García Mateo. Cargaba sardinas y xurelos y se dejaba caer por los pueblos de la comarca para venderlos. Él no lo sabía, pero sin buscarlo estaba ayudando a combatir el bocio en la provincia. Y lo que tampoco intuía, siendo solo un crío, es que acabaría sus días al lado del mar, en la costa coruñesa de Caión, tras fundar una cetárea.

La aventura empresarial que conecta la villa ourensana con esta localidad de la Costa da Morte sigue viva. Toribio García, hijo de Toribio García, es el tercero de tres hermanos que continúan en el litoral coruñés un periplo que empezó con sus abuelos, en un ultramarinos de Verín al que incluso llegaba demanda de marisco y pescado del otro lado de A Raia. «Yo casi ni me acuerdo de aquellos inicios. Tengo 53 años y todo lo que puedo recordar es a través de las fotos familiares. Sé que mi padre apenas pudo ir al colegio, y que ayudaba en el negocio familiar. Les pedían centollos, bueyes y de Portugal les llegaba interés por las hojas de bacalao, que se cogían a otros proveedores. Me acuerdo de verlas secas en el establecimiento. Otras veces, mi abuela recibía el pescado desde Vigo», dice Toribio hijo.

El salto llegó cuando su padre, que hizo la mili en A Coruña, se enamoró de Caión. Allí, al borde del Atlántico, se imaginó la que finalmente fue la primera cetárea de mariscos de la comarca de Bergantiños, Mariscos del Noroeste, que puso en marcha en el año 1983 junto a otros dos socios y con la que continuó tiempo después en solitario. «Al ir hasta allí vieron que, por su situación y la cercanía con la ciudad, era el sitio idóneo», dicen sus hijos. Falleció en febrero de este año. Ahora, su legado lo gestionan Daniel, Araceli y Toribio, sus hijos. Por el camino llegaron a tener hasta seis pescaderías repartidas entre A Coruña, Ourense, Xinzo de Limia, Verín, la Seu d’Urgell (Lleida) y otras dos en Puebla de Sanabria (Zamora). Sigue activa la de Verín, que gestiona una tía de la familia y que ha permitido que no hayan perdido el vínculo con el lugar donde empezó todo.

También las paredes de la cetárea hablan de ello. En Caión, las calles del Verín donde aún no existía el asfalto están presentes en fotografías de época. En alguna de las imágenes está su abuela, junto a una báscula, despiezando el pescado sobre una tabla de madera para luego servirlo envuelto en un papel de periódico. Otros años, otra conservación y otras formas de transportarlo. El recorrido que hacía el padre de Toribio por las parroquias solía ser sobre dos ruedas, pero en el imaginario popular hay quien dice que, cuando apenas era un chaval, iba incluso a lomos de una mula para ir a las aldeas. «Y yo ya no tengo claro si es verdad o fantasía, pero lo que sé es que acababa llegando a todas partes», dice riendo su hijo.

«Queremos seguir con esto hasta el final, porque nunca te gusta dejar tus orígenes»

Toribio García pasó gran parte de su juventud en A Coruña, así que echó raíces allí. Sin embargo, no olvida las de su familia, al otro lado de Galicia y conectadas con el interior. «En Verín, en su momento, casi éramos los únicos que nos dedicábamos a la venta de pescado por la comarca. Y hay que tener en cuenta que era bastante complicado de llevar hasta la provincia en aquellos años, porque las conexiones por carretera no eran ni de lejos las que hay ahora y se tardaba más tiempo en llegar al punto de venta y también a la clientela. Recuerdo que, cuando mi abuela y mi padre estaban al mando, se recibía el pescado de los mismos camiones que venían del litoral en dirección a la Meseta, hacia Madrid y Benavente, para su distribución», dice.

Todo empezó hace casi cien años en la parroquia ourensana de Pazos, a poco más de un kilómetro de Verín. Ahora, ya en Caión, Mariscos del Noroeste dispone de un laboratorio propio y cuenta con un biólogo para el proceso de control y verificación del cumplimiento de los estándares de calidad. En las instalaciones del pueblo bergantiñán, su vivero cuenta con mariscos de las costas gallegas, pero procedentes también de las escocesas y francesas. «Y nuestra intención, la de los tres hermanos, es seguir con esto hasta el final, hasta que sea posible, porque nunca te gusta dejar atrás tus orígenes y esto es algo que va en varias generaciones de la familia», comenta Toribio, que aún se acerca a Verín de cuando en vez, pero bastante menos de lo que le gustaría. «Tengo casi toda mi vida hecha en la costa tras todos estos años, pero ninguna persona se olvida de dónde viene y en mi caso es cierto que siempre tengo en mente bajar allí aunque me cueste encontrar el momento», dice.