El accidente de un conductor ebrio contra una glorieta se ha convertido en un argumento del entroido limiano
19 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.«Cuando pasé hacia Xinzo no había rotonda y ahora, al volver, hay una ¿Quién puso la rotonda?». Esta frase que espetó un conductor borracho tras estampar su coche contra una glorieta en Xinzo, sin ocasionar más daños que materiales, ha trascendido más allá de las fronteras limianas, llegando a protagonizar programas de humor a nivel nacional, como Zapeando -quer recogió la noticia de La Voz-, y a hacerse viral en las redes sociales. El hombre quintuplicaba la tasa de alcohol permitida al volante el pasado lunes, 10 de febrero. Eran las 23.30 horas y, tras salir de una gasolinera, encaró la travesía de Xinzo como si empezara un viaje por el gran océano Atlántico, sin obstáculos a la vista. Pero como si de Ulises se tratase, atrapado por el canto de las sirenas, el mar se volvió asfalto y delante de él se encontró la rotonda, atravesándola por el medio, llevándose consigo varias señales. Se sacudió el polvo del camino y, si no fuera suficiente con el golpe, soltó la ya mítica frase: «¿Quién puso la rotonda?
Esta historia se ha convertido también en argumento del entroido en la capital limiana. El pasado fin de semana más de una comparsa en coche, con rotonda en mano, se estrellaba una y otra vez. Una y otra vez. En los bares, en las colas de los supermercados, en las floristerías, en las conversaciones de la ruta del colesterol y en la farmacias de la villa no se habla de otra cosa. De lo de la rotonda.
«A culpa é da alcaldesa que contratou a uns chinos para facer as obras», dice un hombre sentado en un bar. Está en el Avenida, el establecimiento que se encuentra en la esquina donde sucedió el siniestro. Anselmo Pena Barrios es el propietario y lo vio todo. Él podrá decir «Yo estuve allí», cuando la historia se convierta en leyenda, en fábula. Con la sonrisa en la cara recuerda perfectamente la cinematográfica estampa. «No sentí nada de nada, no oí ningún golpe. Estaba cerrando la persiana del bar cuando me di cuenta de que había muchas luces fuera. Estaba la Guardia Civil, los bomberos, una ambulancia...», recuerda.
«Le dijo que se iba a cenar, que ya mañana hablarían, que no era el momento»
Entonces apareció él, el conductor de moda en la villa, detrás de la humareda, a lo Bruce Willis en las escenas finales de Jungla de Cristal. Pero no tan seguro, ni tan regio. El conductor salió del coche zigzagueando, mirando con asombro la escena, como si no fuera con él. «Yo no fui y el coche no es mío», dijo a los agentes. Sus caras, un poema. No le pareció tampoco la hora de molestar. «Le dijo que se iba a cenar, que ya mañana hablarían, que no era el momento», afirma otro hombre que vio la escena. Tampoco le gustaron las formas de los agentes al preguntarle su nombre: «¿Qué cómo me llamo? Yo no tengo que darle mi nombre, solo le digo que trabajo en una granja». Y tras un rato en el furgón policial, siguió su rumbo a pie, adentrándose en la villa buscando un sitio para cenar. «Creo que no sabía donde estaba, porque esta rotonda la conoce de sobra. A lo mejor pensaba que iba para Xinzo y cogió el sentido contrario», argumenta Anselmo Pena para poder entender lo sucedido. Afirma, también, que la zona tiene poca luz y que más de un siniestro ha protagonizado. No por la visibilidad sino por la poca habilidad de los seres humanos para coger las rotondas.
El resultado: el coche siniestro total, una señal rota y un hombre sin carné de conducir, al menos por un año, que se enfrenta a una pena de prisión, de multa o con trabajos en beneficio de la comunidad. Esa historia la contará un juez.