El Langrina reabre un local emblemático de la rúa con más encanto
23 may 2022 . Actualizado a las 00:06 h.Encontrarte el restaurante Langrina abierto en la rúa da Troia es una alegría doble, porque quiere decir que el obligado cierre del local que habían estrenado hace solo dos años en Tras do Pilar y que dejaron por deficiencias urbanísticas no amilanó a Sesé Novelle y a Miguel Chapado; y porque se recupera uno de los bajos que le dieron más brío a una calle compostelana muy especial que puso en el mapa literario Pérez Lugín con La Casa de la Troya, pero que verdaderamente encontró resonancia local y gastronómica con el Prada a Tope, que abrió en 1997; y desde el 2003 con el Bierzo Enxebre.
El Langrina —una expresión de hambre— ya era un proyecto heredado de Xinzo de Limia, donde Sesé y Miguel experimentaron con éxito en la cocina durante seis años. La necesidad familiar de asentarse en una ciudad con mejor oferta educativa los trajo a Santiago, donde a pesar de la pandemia hicieron una pequeña legión de fieles de una cocina que destaca por ser reconocible, con producto gallego, pero muy singular, siempre con un enfoque diferente. Nadie falló a la reinauguración, semanas atrás. «Fue emotivo», reconoce la jefa de la cocina, sobre todo por los sinsabores legales que les dejó la anterior ubicación.
Ahora están felices, con ganas de agradar y de crecer poco a poco en todos los sentidos, porque todavía buscan el equilibrio en un restaurante con varios frentes, ya que mantiene en la entrada una zona de vinos y mesas altas para tapear; dos comedores, uno más grande que el otro, que puede convertirse en un reservado; y una terraza muy agradable con permiso para una docena de mesas, aunque de momento solo montan la mitad para no perder el control.
La carta ha ido evolucionando, pero sigue teniendo algunos clásicos y otras incorporaciones atractivas que están teniendo buena aceptación entre la cliente local y los turistas. Aquí van algunos ejemplos: bacalao marinado con huevo y pimentón (17,50 euros); espárragos blancos con crema de parmesano (14,90); chuletón de tomate rosa y ventresca de bonito (11,50); ensalada de miga de perdiz escabechada (12,50); pulpo a la plancha con alioli de manzana reineta (17,50); arroz meloso con langostinos (13,90) o uno de los platos más demandados, los raviolis de calabacín rellenos de pato y foie (14,50).
Enamorada de la calle
Miguel reconoce que no llegó a conocer los anteriores negocios. Cuando dieron con el bajo, apenas se encontraron la estructura de la barra y algún mueble encastrado y poco útil que acabaron rehabilitando ellos mismos. Ahora es un espacio con más luz y abierto a una rúa que tiene «enamorada» a Sesé. Por todo. Por la cantidad de compostelanos que la transitan. Por los turistas que la callejean. Por los vecinos, que se fueron presentando todos. Y por el resto de los negocios, eminentemente hosteleros pero que más que competir han generado una atmósfera y un dinamismo muy particular, con el carácter que imprimen veteranos como el café Rey, la taberna Os sobriños do pai, el Bar Tolo o el pub Atlántico (en rigor, ya en San Miguel); o la modernidad de la tasca Entreportas o A Tuna (Comida da rúa). Una oferta a la que se suma una pensión muy bien montada y uno de los hotelitos más curiosos de la cadena compostelana Carrís, el Casa de la Troya. A unos pasos queda el bullicio de Cervantes y la Acibechería, pero en ese tramo con aires de callejón que aparentemente no lleva a ningún sitio hay de todo, menos buena cobertura telefónica, lo cual no deja de contribuir a su encanto y aislamiento.