
Acisclo Manzano muestra su poesía escultórica en Xunqueira de Espadanedo
21 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.«Todo ser que haya vivido la aventura humana, vive en mí». Marguerite Yourcenar.
Paseando por la Ribeira Sacra es la exposición que comisariada por la artista Ehlaba Carballo, plantea una aproximación a la colección privada del querido e ilustre escultor Acisclo Manzano en el marco incomparable del claustro regular del monasterio de Santa María de Xunqueira de Espadanedo. Tanto la comisaria, Ehlaba Carballo, como la gestora cultural, Eugenia Muñoz, o el maestro alfarero y artista Agustín Vázquez exploran, desde el valor del patrimonio y el arte, los mecanismos necesarios para dar visibilidad al magnífico conjunto cisterciense, antes cenobio benedictino y en la Edad Media bajo la advocación de san Julián, la original ecclesie Sancti Iuliani de Iuncaria de Espadanedo. Su adscripción a la orden del císter como el monasterio de Montederramo, traerá una nueva advocación y un cambio de nombre, pasando a conocerse como Santa María de Espadanedo, lugar regado por el río Niñodaguia, topónimo de junco, espadaña, anea, enea, totora, gladio, bayón o maza de agua -typha latifolia- cuya abundancia da nombre a la localidad y con soberbio dibujo supo trasladar Paco Boluda del capitel al papel, en la imagen de los juncos y espadañas que emergen del agua.
El barro, alquímica sustancia que transforma los cuatro elementos. Del cacharreiro ancestral y los alfareros de Niñodaguia, se expande en ingrávida poesía el trazo caligráfico del egregio escultor Acisclo Manzano. Anatomías en las que el paisaje y la cartografía humana son los versos libres del artista. La impresión de sus dedos se hace visible a través de la presión de sus manos sobre el barro templado como el cuerpo, arcilla de la que van surgiendo torsos femeninos que emergen y se escapan entre los dedos del escultor y académico, como el aire y son sus cortes lúcidos de cirujano, los que hacen aflorar el dibujo incidido en la materia, modelando planos y volúmenes. En este diálogo de espacios, formas atemperadas por lo atemporal, mimadas con sumo gusto y elegancia, el hombre cuyo nombre traduce como maza escultórica grecolatina, Acisclo el escultor, se hace escultura, poesía, voz, muesca, palabra.
A través de la exquisita colección cuyo emplazamiento privilegiado en la ventana sagrada, aprobaría el artista de forma permanente como homenaje a la Ribeira Sacra desde su caligráfica expresión, recorreremos lo olímpico y lo humano del famoso escultor que rompió los esquemas arquetípicos de la escultura acuchillada, recluida, expandiendo las formas, extendiendo su línea de cerramiento como apertura al pensamiento para desabrazar las formas con libertad y el dibujo de la luz como poeta de los trazos, buscando el alma, la esencia como definió Vicente Risco: «Sacar el espíritu de la Hamadriada», liberando la esencia del material. Perdiendo masa como hieratismo se acentúa el efecto ascensional de levedad alejándose de sus grandes influencias, el Maestro Mateo y Fidias, el más famoso escultor de la Antigua Grecia y profundizando en el estudio entre volumen y espacio abstracto de Oteiza.
Insinuaciones anatómicas de la orografía femenina. Idealizaciones. Fragmentos de torsos y ondulaciones a través de las etapas estilísticas del autor que parte de un Expresionismo inicial y una figuración incidida a una abstracción organicista y al trazo sugerido como rostros inscritos en un magma del que ascienden como filigrana de orfebre, frente al diálogo entre la convexidad de las ondas y las texturas que descubren planos y volúmenes y arranca luces y sombras en ritmos combinados, alternando zonas pulimentadas con espacios abruptos y la tensión de las incisiones en la materia. Cabe destacar la presencia imponente de dos obras pertenecientes a la influencia mediterránea de su etapa en Ibiza de arcilla blanca y el magnífico bodegón que plantea el paño en mantel como una brillante conquista espacial, el conjunto formado por cinco paneles con una torsión que se convierte en pliegue. Sorprende la sabia ejecución de las texturas ásperas con la impronta del saco.
Grupos escultóricos, cabezas, volúmenes de los que surgen como firma de cantero, misteriosos símbolos grabados. Estatuaria polícroma con marcada frontalidad y efervescencia en los matices de la piedra y el paisaje y en la policromía de dorado y estofado de los imagineros.
Un Cristo milagreiro entre otras obras magistrales.
Un Paseo por la Ribeira Sacra del brazo de uno de los talentos contemporáneos más lúcidos, inclasificables y fascinantes, con Acisclo, un privilegio.