El pasado agrícola de un pueblo de mar

Rosa Estévez
rosa estévez O GROVE / LA VOZ

PONTEVEDRA

Cada pieza del carro ha sido fabricada en anteriores ediciones.
Cada pieza del carro ha sido fabricada en anteriores ediciones.

La Festa da Malla reivindica la tradición agraria del turístico San Vicente de O Grove

10 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El verde de los pinos, el intenso azul del mar, los bañadores de colores vivos y el romper de las olas trenzado en los ecos de mil conversaciones... Esa es la imagen que, año tras año, cientos de turistas se llevan de San Vicente do Grove. Pero detrás de esa estampa de verano azul, esta parroquia grovense esconde una historia muy vinculada al duro trabajo de la tierra. Ese pasado aún es presente: en San Vicente sigue habiendo excelentes huertos, como el que nutre de verduras al afamado restaurante Culler de Pau. Pero la realidad de la tierra palidece si se compara con el bum del turismo o con los aventureros ecos de la vida marinera. Para recuperar su brillo, para darle el reconocimiento debido, hace siete años la asociación Roza do Pedrol decidió poner en marcha la Festa da Malla, una recreación de los trabajos y los días del San Vicente agrario. La convocatoria ha ido creciendo y creciendo hasta convertirse en la gran romería que ayer se vivió en la huerta del cura, en las inmediaciones de la iglesia.

Alrededor de un centenar de vecinos trabajan duro para que los asistentes puedan darse un paseo por la historia. Para que puedan, incluso, meterse dentro de ese pasado en el que los niños se divertían con juegos hechos en casa y la música la ponían las gargantas afinadas con los aperos de labranza. En el magnífico recinto, rescatado hace años por los organizadores de entre las silvas y los toxos, se segó el cereal, se malló, se peneiró a golpe de cintura y brazo, y se acabó convirtiendo en sabroso pan.

Bajo un sol de justicia, los turistas observaban la recreación, la fotografiaban desde todos los ángulos. Y la vivían. Niños con pantalones cortos y cabello rubio nórdico, daban de comer a las vacas. Había también los que compartían tiempo con los maestros artesanos que les enseñaban que hubo un tiempo en el que las cestas se fabricaban a mano, en el que el hierro había que golpearlo y sudarlo, en el que las cosas tenían su justo valor.

Gracias a la película Regreso al futuro, todo el mundo sabe que cuando se viaja al pasado hay que poner mucho cuidado en no alterar la historia. Por eso mismo, los organizadores de la Festa da Malla miman todos los detalles. En el recinto, las estructuras que se han levantado son de madera y arpillera. Las ropas de los organizadores podría haber vestido a sus antepasados. Aquí y allá, unos porrones de barro ofrecen agua fresca al sediento, y unas jofainas invitan a sacudirse el calor y lavarse las manos. A fin de cuentas se acerca la hora de la comida. Bajo la generosa sombra de unos árboles, los manteles se van abriendo y comienzan a desfilar las viandas. Luego, con la sobremesa, llegarán los brindis, los cánticos y, por qué no, los bailes.

Más de un centenar de vecinos hacen posible este viaje en el tiempo