El FICBueu celebró su segunda jornda con cinco golpes de realidad
13 sep 2017 . Actualizado a las 12:31 h.Qué ocurriría si algo de nuestra vida no hubiera sido como fue? Qué habría pasado si algo hubiera salido mal, si alguno de los factores no solo hubiera cambiado el orden, sino que lo hubiera torcido? Cuál habría sido el producto final? El Festival Internacional de Curtametraxes de Bueu (FICBueu) aprovechó su segunda jornada de la sección oficial para abrir una pequeña ventana a mundos que están, en ocasiones, a solo unas casualidades del nuestro.
Un primer baño de realidad, el túnel que ayer condujo a un auditorio del Centro Social do Mar de Bueu lleno (a pesar de ser un martes a las 22 horas) hacia otras vidas, otras realidades paralelas, podría haber cambiado nuestro lugar de nacimiento por Nepal. Allí solo dos actores, Parimal y Chhamakala Damai, muestran en la galonepalí Dadyaa (Bibhusan Basnet y Pooja Gurung, 2013) una aldea vacía que solo ellos, por el momento, se resisten a abandonar. Aunque tengan que volver a poblarla para ello. Sin apenas palabras hacen comprensible una cultura que dista mucho, o no, de la nuestra.
Mucho más aterradora por real, creíble, cercana, espantosamente posible, y blanca es la historia de la joven Dana, una inmigrante recién llegada a la que todos, a veces (más de las que creemos), nos empeñamos en creer comprender. La británica Balcony (Toby Fell-Holden, 2015), un disparo de verdad a las conciencias, se asoma a muy poca altura sobre nuestra incomodidad. Esa que deja al público clavado en sus asientos y obliga a reconocerse culpable.
Y, casi sin dar tiempo a asentar los propósitos de enmienda, llega otra historia, la de la pequeña Lizon y su madre, que nos puede estar rodeando constantemente, en el día a día, sin saberlo y sin que nos paremos siquiera a averiguarlo. Huyendo de algo que se presume terrible pero sin situarlas en el blanco o el negro del mundo, su vida dentro de un coche despierta ternura hacia ambos personajes, tan cargados de inocencia como de miedo y valor en la francesa Ses souffles (Just Philippot, 2015). No se sabe qué las llevó allí, pero sí que podría ser cualquier cosa que también nos llevase a los demás. Cualquier día, puede que mañana.
Igual que tendríamos que haber nacido también a a solo unos pasos para formar parte de la británica Jacked (Rene Pannevis, 2015) y de decidir si dejarnos llevar por los sentimientos y la humanidad o ser pragmáticos y preocuparnos solo por lo que realmente importa, si es que lo que realmente importa es uno mismo. Y si es que intentar ser sensible sirve de algo, o solo lo hace todo más complicado e inútil.
Así que el festival decidió dejar las pocas risas que podrían haber protegido de esos golpes de realidad para el final. Una historia cargada de ingenuidad e inocencia con una pizca de tradición y poca maldad, la austríaca Bier&Calippo (Paul Ploberger, 2027), dejó marchar al público con la ligera sensación de que a veces las cosas, aunque no salgan como uno quiere exactamente, pueden estar bien.
El ecuador de la semana
La tercera jornada de FICBueu, la del miércoles, arrancará con el alemán Voicemail (Erec Brehmer, 2016), y continuará con el francés La plage (La playa, Keren Ben Rafael, 2016), el israelí Zeev Mevoyat (Lobo domesticado, Elad Primo, 2016) y el francés Samedi (Sábado, Hannibal Mahé, 2015). Le monde su petit monde (Un mundo entero para un mundo pequeño, Fabrice Bracq, 2017), también gala, pondrá el broche al ecuador del festival entre princesas y mujeres de verdad.