La sala cinematográfica de Seixo, que vivió su época dorada en los sesenta con las películas de Sara Montiel, lleva abierta desde 1943. El coronavirus la ha hecho parar. Pero promete aguantar el chaparrón
24 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Corrían los negros años cuarenta, la posguerra española, cuando José Carballo, un patrón de pesca de Marín y su mujer, Bernarda González, vieron en la apertura de un cine una posibilidad más para darle de comer a sus ocho hijos. Había muchas bocas que alimentar y todo dinero era poco. Así que mientras José seguía haciéndose al mar, Bernarda trataba de sacar adelante distintos negocios. Entre ellos, el cine Seixo, que tomó el nombre de la parroquia de Marín en la que se abrió. Fue en 1943 cuando, tras pagar 500 pesetas al Ayuntamiento por la licencia, lograron inaugurar la sala para proyectar películas. Las butacas eran de madera y a veces se compartían. Lo habitual era llenar hasta la bandera en aquella Galicia en la que la televisión ni estaba ni se la esperaba todavía -no fue hasta 1961 cuando, con inauguración de Franco incluida, se puso en marcha el primer emisor de RTVE en la comunidad-. Han pasado 77 años desde entonces. Y aquel cine de butacas de madera sigue vivo en Seixo. El coronavirus, como a todo, lo ha tocado. Pero no hundido. Vaya que no.
En los primeros años, en el cine de Seixo había un operador, ya que la familia no se manejaba para poner las películas. Pero, con el paso del tiempo, los hijos de José y Bernarda fueron creciendo y acabaron por hacer de todo en la sala. Uno de ellos, Perfecto, fue el que heredó finalmente el negocio y el que, pese a la jubilación, aún sigue supervisándolo todo a día de hoy.
Perfecto recuerda las tardes de domingo cuando era niño. Dice que delante del cine se apostaban rosquilleras o vendedores de fruta, ya que las palomitas vinieron muchos años después. Dentro, un gran ambiente, películas como Los hijos de nadie o Las nieves del Kilimanjaro e imágenes cortadas. «Las películas ya pasaban previamente la censura y los desnudos o cualquier otra cosa ya estaban cortados», cuenta Perfecto. Aún así, él no se libró de alguna reprimenda en la escuela: «El maestro que tenía entonces era delegado de Información y Turismo y venía al cine con la familia a ver todo lo que se ponía. Luego, me decía a mí que le dijera a mis hermanos que algunas cosas no se podían proyectar, como por ejemplo las películas de Marilyn Monroe, que gustaban mucho a la gente».
En los sesenta, llegó la época dorada, con Sara Montiel en la pantalla y el cine de bote en bote. Quizás por ello, en 1964, la familia Carballo González le cambió la cara totalmente al cine Seixo. Se compraron butacas nuevas, se redecoró y, sobre todo, se incorporó el cinemascope para ver las películas en pantalla bien grande. Perfecto revuelve en el escritorio y en un minuto consulta lo que se recaudaba entonces con alguna de las películas más taquilleras. «Mira, tengo aquí anotado que en 1963 se recaudaron en taquilla 6.765 pesetas con Noches de Casablanca, una película de Sara Montiel, eso era una fortuna para la época... desde luego que sí», cuenta Perfecto con emoción.
El negocio decayó conforme en los hogares se fue incorporando la televisión y no era necesario hacer cola ni pagar entrada para ver a las estrellas del celuloide. Año tras año, el cierre se fue imponiendo en salas cinematográficas de toda España. Sin embargo, el cine Seixo ahí seguía, abriendo puntualmente sus puertas, acompañado también por un bar y una sala de fiestas de los mismos propietarios por la que pasaron las mejores orquestas gallegas.
Solo un lapsus en los ochenta
El cine invencible solo se permitió un pequeño desliz. Corrían los ochenta, la crisis ahogaba por todas partes y Perfecto decidió que las estrellas tenían que esperar, que se bajaba la persiana una temporada. Lo recuerda, y parece que todavía le duele el alma: «La verdad es que no me gustó verlo cerrado, y al final poco tiempo después decidimos volver. Como es algo que no tiene apenas gastos y que la propia familia lo fue atendiendo, pues pudimos mantenerlo», cuenta.
El desguace continuo de salas de cine fue haciendo que el Seixo se renovase. Los dueños compraron unas butacas de los cines Lauren de Pontevedra y, hace unos meses, en Vigo, se hicieron con una máquina de reproducción digital, la última gran incorporación. Eso, en teoría, le abre las puertas a grandes distribuidoras como Disney. Lo malo es que esas multinacionales obligan a cobrar precios altos por las entradas. Y eso a él, que mantiene a 4 euros el billete, no le gusta. «Ya se verá», remacha el hombre.