Teixeiro, Bonxe y Monterroso son las primeras. A Lama y Pereiro aún esperan los teléfonos y se da preferencia a los presos con nacimientos, familiares fallecidos, enfermos o en situación de precariedad económica
12 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El preso argumenta su solicitud y facilita un número de teléfono para contactar. La dirección del centro la estudia y resuelve. De aceptarse, se fija el día de llamada y avisa a la otra parte. Se traslada al reo al locutorio improvisado por el COVID-19 y se sienta frente al móvil, colocado sobre un trípode. En la pantalla, cara a cara, padres, cónyuges o hijos casi siempre. Todo a través de videollamadas. Es la respuesta a la suspensión de visitas a los presos y salidas al exterior. Los penales de Teixeiro, Bonxe y Monterroso empezaron esta semana. A Lama y Pereiro siguen esperando.
Las videoconferencias no pueden superar los 10 minutos y el móvil se desinfecta tras cada llamada. Los primeros beneficiados son presos con fallecidos en la familia o alumbramientos, allegados muy enfermos, precariedad económica u otras situaciones críticas. «Ya vivimos momentos emotivos, de lágrimas, con internos extranjeros que llevaban mas de un década sin ver a los suyos», revela el director de Teixeiro, José Ángel Vázquez, antes de concretar las prioridades frente a la crisis sanitaria: «Lo primero fue aislar a presos y funcionarios del virus. Tuvimos a dos compañeros contagiados hace 20 días, y desde hace una semana está otro en cuarentena. Entre los internos no hubo contagios, sí sospechosos».
La dirección de Teixeiro, a mayores, se reserva la concesión de algunas videollamadas a internos con circunstancias específicas. Guiños interpretados como gestos de buena voluntad desde las celdas y que mantienen la paz social, al menos en la cárcel coruñesa. Ayudó también la donación de Cáritas para adquirir 500 euros en tarjetas prepago de teléfono, otro gesto bien recibido que cohesionó aún más el clima actual de cierta concordia en las galerías. Un escenario que ya empezó con la aplicación de medidas que, sin llegar por escrito de Madrid, eran de sentido común. Como la anulación de las visitas a presos para comunicarse a través de mamparas con locutorio. Lo siguiente fue algo tan sencillo como hablar con los internos. Incluso convocarlos por módulos, mediante notificación en el tablón, para asambleas informativas sobre la situación dentro y fuera de la prisión. Se les trasladó qué se haría, medidas de limpieza, también de la excepcionalidad de la situación. Pero sobre todo de que unos y otros son víctimas potenciales del COVID-19. Sin distinciones, de ahí la necesidad de mantener la paz social.
José Ángel Vázquez insiste en que aislar a los presos fue y es la prioridad. Luego la limpieza, con incontables medidas aplicadas, en algunos casos por reos. Vázquez insiste igualmente en reconocer a sus funcionarios, pues fue uno más de ellos entre el 2004 y el 2010, antes de promocionar. «Es un verdadero mérito el clima actual, la gente no sabe qué labor pedagógica hacen con los presos, impensable en algunos casos antes de todo esto. Están volcados, hacen horas extra o se ofrecen para turnos que no les corresponden».