Rafael Ruibal fue el último profesor de la escuela unitaria de A Portela, en Barro
28 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Ha pasado más de una década desde que Rafael Ruibal tuvo que bajar por última vez las persianas de la escuela de A Portela, en Barro. El tiempo transcurrido ha transformado la tristeza que sintió aquel día en nostalgia, en morriña de la buena. Porque Rafael, ahora director del CEIP de Barro, no solo fue el último maestro de la unitaria, sino que también era padre de uno de los chiquillos que se quedaron sin aula rural. «Dáballe clase ao meu fillo e doeume non poder facelo ata rematar infantil, quería compartir con el ese momento, pero non había nenos suficientes e pecharon a escola», cuenta. Luego, abre su caja de recuerdos. Y viaja a aquellas clases en el rural.
Rafael estuvo seis años como maestro en A Portela y si algo no se quita de la cabeza es la integración que había entre la escuela y la parroquia. Recuerda al panadero llegando al colegio, al que los niños pagaban el pan para aprender a contar las monedas. O a la cartera entrando a saludar a diario. Dice que tenía una relación intensa con las familias, que los comuneros les ayudaban. Y que cada vez que el sol se posaba en la ventana él y os niños dejaban atrás los pupitres y salían campo a través: «Lembro dar moitas clases no monte, ata criamos troitas e todo. Intentámolo primeiro cos salmóns e non fomos capaces e logo o das troitas si que nos saíu», cuenta.
Si le tiene que poner un adjetivo a aquella forma de enseñar, no lo duda: «Era unha escola vivencial, alí todo se facía mediante a experiencia. Tiñamos moita relación cos peregrinos, porque pasa por alí o Camiño, e moitos dábannos charlas e nós ofreciamoslles un café ou torta da avoa, que faciamos nós mesmos», dice. Señala también lo importante que era que críos de distintas edades -en las unitarias comparten aula pequeños de tres, cuatro y cinco años- acudiesen al cole juntos. «A titoría de igual a igual funciona de marabilla, os pequenos aprenden dos maiores», indica.
Luego, se ríe y deja para el final y una de las anécdotas que no se le borra de la memoria. «Estabamos preparando un festival e quixeron facer un baile de Paulina Rubio. Os nenos tamén se quixeron vestir de Paulina e eu, ao velos, pensei: ‘pois eu tamén o fago’». Lo hizo. Y causó furor.