El «yayomovil» impermeable ideado por un nonagenario o los chalecos reflectantes para gallinas, reivindican al ingenio gallego que inventó el futbolín o la calculadora.
07 jun 2021 . Actualizado a las 11:52 h.Esta semana, ya saturado de tanta política y políticos, prefiero derivar las reflexiones de este artículo dominical hacia el chispeante ingenio demostrado por nuestra gente y que asomó a través de los reportajes publicados en estos últimos días en las páginas locales de La Voz de Galicia. Les ayudo a recordar dos titulares. Uno de ellos era «Diseña su papamóvil con 93 años y comprando las piezas por Amazon» Y el otro, «Un chaleco reflectante para controlar las gallinas en Ponte Caldelas».
Algunos pensarán que son historias frikis. A mí en cambio, me parecen la expresión cercana de una capacidad de inventiva adaptada al medio rural donde la necesidad ha espoleado el desarrollo de estas ideas. Si el concepto I+D+I define la suma de investigación, desarrollo e innovación, no me cabe la menor duda de que nuestros paisanos, igual que viene ocurriendo desde hace décadas, espabilan para encontrar soluciones a los problemas. Llamémosle I+D+I enxebre.
«Yayomóvil»
A mí me ha ganado la historia de Manuel Pereira, el vecino de A Portela, en el concello de Barro. Con sus 93 años y medio a cuestas y severos problemas de movilidad, sin embargo, no ha renunciado a salir y lo hace a través de una moto eléctrica, de esas que cada vez están más en uso entre nuestros mayores. En casos como este, prefiero el término yayomóvil. Hasta ahí la historia sería normal. La peculiaridad está en la inventiva de este paisano quien, consciente de que la nuestra es una tierra donde hemos acuñado el «se chove que chova» como principio de vida y resignación, ha ideado una carcasa impermeable para protegerse en sus desplazamientos. Sale del garaje de su casa y llega a la cantina donde es admirado por otros parroquianos.
El asunto no solo destaca por la inventiva de la que hace gala una persona de tan avanzada edad para diseñarse su cubierta impermeable para protegerse de las adversidades meteorológicas. Y además, ahora de la pandemia. Sino también por el hecho de que la mayor parte de las piezas las adquirió por Internet, comprando a través de la plataforma Amazon, algo que, por lo leído en el reportaje de Nieves D. Amil, hace habitualmente para adquirir algunos complementos personales como zapatos o incluso un reloj. Dentro del vehículo, ha hecho adaptaciones para colgar el bastón y para guardar el teléfono móvil que, por supuesto, le mantiene permanente conectado con su entorno familiar.
Me encanta y al tiempo me pasma este caso pues pienso en mi madre, de 91 años y en la enorme dificultad de comprensión que tiene para asumir que es la Red y todo lo que podemos hacer través de ella, y me maravilla más aún que Manuel Pereira con 93 años, se desenvuelva con tal soltura, haciendo gala y hasta reivindicando esa autonomía.
Chalecos para gallinas
En Ponte Caldelas hay muchos comentarios ?y también guasa- con el asunto desde que la firma Agrícola Seoane Moreira comenzó a anunciar por redes sociales chalecos reflectantes para gallinas. Y el reportaje que le hizo Marcos Gago y se publicó el jueves pasado en estas páginas, ha avivado el cotarro. Los chalecos tienen una función de localización y abrigo de las aves. Se colocan de modo parecido a los que empleamos quienes tenemos perros, por ejemplo, con cierres de velcro ajustables. Les remito al vídeo que acompaña el reportaje citado con la gallina Conchita como modelo.
En este caso, si bien no se trata de un invento propio, lo que me parece meritorio es que Esteban Couso, el encargado de esa firma de Ponte Caldelas haya tenido la perspicacia de incorporar a su oferta de productos no solo esos chalecos sino también unas gafas. Alucinarán, supongo, como yo cuando lo leí. Pero se explica más como una especie de antifaz que se les pone a las gallinas para evitar que se peleen entre sí. Y, además, anuncia que en breve incorporará a su oferta una especie de sistema de portero automático, para programar la apertura y cierre del gallinero, en remoto.
Tradición de inventores
Buceando en la red, encuentro que la tradición de inventores que tenemos los pontevedreses viene de antaño. Se remonta al siglo XIX cuando entre otros creadores, Ramón Verea, un estradense, colega profesional pues era periodista también, fue quien creó la primera calculadora que realizaba multiplicaciones y divisiones, invento que patentó en 1878 en Estados Unidos. La Verea Direct Multiplier pesaba 26 kilos y era capaz de realizar sumas, restas, multiplicaciones y divisiones de hasta 9 dígitos.
La poderosísima multinacional IBM exhibe desde 1930 en su sede central en Nueva York, el invento de aquel pontevedrés de la parroquia de San Miguel de Curantes que, hoy en día, los expertos en computación, consideran como el precedente de las calculadoras modernas que llevamos incorporadas en nuestros móviles como una aplicación más.
En contraste, el inventor que debería haberse forrado con semejante patente, murió solo y pobre en Buenos Aires a donde tuvo que exiliarse porque su condición de libre pensador progresista que defendía la igualdad de razas y sexos, la abolición de la esclavitud y la libertad de expresión, le puso en confrontación con Estados Unidos de donde tuvo que salir por piernas. ¡Qué tremenda injusticia!