José Otero, Pepe de Miro: «Ons é un paraíso, teño casa en Bueu, pero aos dous días xa quero volver á illa»

Marcos Gago Otero
marcos gago BUEU / LA VOZ

BUEU

Pepe de Miro con su mujer Isabel, vecinos de Ons
Pepe de Miro con su mujer Isabel, vecinos de Ons TINO PARDELLAS

Este vecino vive todo el año en este enclave buenense, se crio de niño en el faro y es hijo de una percebeira

18 ago 2024 . Actualizado a las 20:49 h.

José Otero Reiriz, Pepe de Miro o Pepe de Aurita para sus vecinos y parientes, es uno de los pocos residentes que pasa todo el año en Ons. Como él mismo admite: «A illa é como un paraíso. Teño casa en Bueu pero boto alí un día ou dous e xa estou incómodo e quero volver». Hace gala de sus profundas raíces familiares en este enclave insular que le vio nacer y ese cariño que le tiene a Ons lo comparte también su mujer, Isabel Juncal Piñeiro. La historia de Pepe de Miro es el testimonio de una sociedad singular y un eslabón en una larga saga de gentes ligadas al mar y a su isla.

Pepe de Miro nació hace 65 años en Ons, hijo de Ramiro Otero Patiño, de ahí el apodo de Miro, que era ayudante del farero, y de Áurea Reiriz Otero que, como muchas otras mujeres de la isla además de atender casa, familia y huertas también era percebeira.

En sus primeros años, Pepe de Miro vivió en una casa contigua al faro. Era muy pequeño, pero recuerda algo de aquella vida. «Meu pai era o axudante do fareiro, pero era como se fose el o fareiro porque no inverno facía el todo».

Añade: «A vida no faro era moi bonita, todo era antigo e había que darlle corda, subir un péndulo cunha manivela e despois dar presión e ese péndulo ía baixando pouco a pouco». El combustible del faro llegaba por mar y se traía arriba «nun carro de vacas», un contraste notable con el transporte oficial hoy en día, los tractores.

Los inviernos eran difíciles en el faro, situado en lo más alto de la isla. «Alí o inverno era duro, asubiaba todo, porque é alto e pegaba moi forte nas ventás, pero é bonito para o que lle gustaba».

A los pocos años, la familia se trasladó a una casa abajo en uno de los barrios de Ons, a una vivienda que había quedado libre y entonces, pudo empezar la escuela. La singularidad insular destacaba especialmente en la educación de los más pequeños. «Practicamente había escola no verán, porque despois no inverno marcha a profesor e ao mellor viña de tempo en tempo. Era o torreiro que estaba co meu pai no faro quen lle daba clase a moitos rapaces da illa».

Toda una vida en el mar

¿Y entonces, en invierno, qué hacían? Trabajar. Era otra época. «Iamos coas vacas para o monte e se había labranza para as fincas, e os rapaces tiñamos que ter coidado cos corvos, que había millóns deles e había que ir á finca cun cacharro a facer ruído».

Con 14 años sus padres lo mandaron a Portonovo, a aprender la vida de marinero con un tío, armador del Nuevo Sardiña, donde aprendió a pescar con trasmallos. Con 17 se fue a Bueu con otros tíos y a Ons volvía de vez en cuando. Fue en Bueu donde conoció a la joven de Cela con la que se casó y con quien tuvo tres hijos —Fernando, Tamara y José Manuel—.

Su suegro y su cuñado trabajaban en barcos de altura y con ellos se fue a Estados Unidos y después a otros lugares. En los noventa del siglo XX regresó a Bueu. «Comprei un barquiño aquí, o Gaviota de Ons, e coa muller vivimos en Cela, pero á illa viña moito».

Ya jubilado, Pepe de Miro y su mujer Isabel se establecieron en la isla. «A ela encántalle porque temos horta aquí e porque Ons é unha marabilla, pasámolo ben», resalta Pepe de Miro, que comenta que él tiene un «botiño de poliéster», el Carmen, con el que sale al mar cuando puede. Ambos se sienten plenamente identificados con la vida en este enclave a la entrada de la ría de Pontevedra. «A illa ten un encanto», apunta.

Este atractivo y el carácter independiente que Ons imprime en sus vecinos le permiten pasar sin sobresaltos incluso los más duros inviernos, como el que acabamos de vivir este año. «Na casa, eu collo un libro e me poño a ler, e en canto escampa un chisco vou abaixo e boto unha partida na de Acuña, e despois volvo para a casa». La salud puede no dejarle hacer eso el próximo invierno, pero mientras tanto dure este verano vive a fondo la oportunidad de disfrutar esa vida que tanto le gusta y que le da Ons, su isla.