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Diego Landín: ««Durante un tiempo no entendía lo importante que es desconectar»

RAQUEL COCAÑO MARÍN / LA VOZ

MARÍN

El coreógrafo continúa su legado dando clases de baile a niños y niñas

06 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Se podría asegurar que Diego Landín ha nacido por y para bailar. Fue a la edad de seis años cuando comenzó a formarse en la danza al tiempo que preparaba un instrumento que, al igual que ha influido en toda la historia del ballet mundial, marcó la vida de este coreógrafo y bailarín: el piano. Nacido en Marín, en el año 1994, Landín decidió dedicarse por completo al baile. Años más tarde de sus primeros pasos con la danza y con la música, Diego se graduó en el Grado Elemental de Danza Clásica en el conservatorio Mayeusis de Vigo.

Tras esto —y de camino a la fama— siguió formándose en el baile y queriendo transmitir sus conocimientos a los alumnos que decidan inscribirse en su escuela: Ballet de Galicia, que fue fundada en el año 2020 —y en plena época del covid—. Actualmente son más de 100 los alumnos que se apuntan cada curso para recibir instrucciones de este coreógrafo: «Está ahí entre 100 o 120, porque bueno siempre hay gente que se da de baja un mes. Nunca es un número fijo pero lo que sí es más de 100 siempre», asegura Diego.

La escuela lleva fundada y funcionando tres años. 3 cursos en los que: «Conseguimos estar en el concurso más grande de danza del mundo, el Youth America Grand Prix, y el primer año conseguimos el segundo puesto mundial, es decir el segundo del mundo en grupos pequeños; el segundo año fuimos terceros del mundo en grupos grandes». Un «orgullo» clasificado por el bailarín y que crece cuando los jueces de las competiciones preguntan acerca de la procedencia de la escuela. Tras varias interrogaciones acerca de dónde está situado ese tan peculiar «Marín», la sorpresa de los evaluadores al descubrir que ni Madrid ni Barcelona son las ciudades de procedencia de los bailarines hace que las sonrisas afloren en cada una de las caras de los españoles.

EEUU, Berlín, Italia, México o «toda España» han podido conocer la esencia de esta Escuela con base en Marín, y que tantos premios cosecha a lo largo de su breve historia. Internacionalmente, no han sido solamente logros lo que Diego Landín ha conseguido para sus alumnos: «Por ejemplo, el año que viene uno de nuestros alumnos va a estar en Viena gracias a una beca de baile».

Diego Landín en su local de ensayo Ballet de Galicia en Marín
Diego Landín en su local de ensayo Ballet de Galicia en Marín SERGIO SUEIRO

El coreógrafo habla del concello de Marín con una admiración grande, pues siempre le han apoyado en todo momento. Si para organizar galas el tiempo era un problema, el Ayuntamiento lograba conseguir las mesas, las sillas y los materiales para llevarlo a cabo. Si, por otra parte, había niños que no podían permitirse viajar a la otra punta del mundo para ver cumplido su sueño, el Concello era quien se ocupaba de la parte económica del viaje: «Siempre nos hemos sentido muy arropados por parte del Concello», afirma Diego.

En el corazón

Descendiente de una familia de marineros y con 0 contacto con el arte, sus amigos y familiares llevan toda la vida apoyando al bailarín en sus decisiones: «Ese apoyo incondicional y el tener la confianza y la seguridad de saber que si me ocurre algo, siempre puedo llamar a casa. Eso siempre es muy importante». Un sentimiento inherente a Diego y sin el que «nada habría sido posible».

«Mis abuelos son los primeros referentes que siempre tengo en cuenta», así habla acerca de inspiraciones a la hora de seguir adelante. La familia, los amigos, o incluso escuelas de danza —como la Stuttgart en Alemania— que permitieron que llevase su arte a dos de los viajes que más le han marcado el corazón: «Nueva York y México». Ambos relacionados con las primeras veces, permitieron que Diego evolucionara en el mundo de la danza, pues su estancia en la gran ciudad fue por motivos de estudio y de entrenamiento en el baile. El segundo —y relacionado con la primera vez que ejerció su profesión— va ligado a una cultura «totalmente distinta en la que todos son súper amables».

Con alegría recuerda todos estos momentos el coreógrafo, y remarcando la importancia de la desconexión, la cual aprendió en su estancia en Madrid: «Durante mucho tiempo no la entendí». El vivir cerca de la propia escuela y convivir con gente de su profesión hicieron que la rutina que suponía este arte llevase a Diego a mudarse y conseguir sus horas de descanso en «cercanías que tardaban una hora en llegar a la escuela, pero que eran necesarios».

De cara al futuro hay varios proyectos que cruzan la mente del bailarín, y actualmente su estancia de un mes en México para dar clases se convierte en la primera: «Normalmente aprovecho los periodos de vacaciones aquí para irme fuera en temporadas más largas a dar clase». Nada más vuelva del continente americano, toca centrarse en el mundial, con fecha en octubre, y preparar toda la temporada y a todos los bailarines. Y la novedad del establecimiento de una compañía joven, en la que los bailarines: «Encuentren un trampolín entre la escuela de danza y el mundo profesional».