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El poblado de O Vao, el eterno problema

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

POIO

ramon leiro

Pese a que los vecinos expresan su temor y los taxistas han dejado de prestar muchos servicios por los últimos sucesos, la policía incide en que no ha aumentado la criminalidad violenta

10 jun 2018 . Actualizado a las 20:53 h.

Una agresión sexual, varios robos muy violentos, dos de ellos a taxistas y un repartidor a domicilio de pizzas, una emboscada al más puro bandolerismo decimonónico en la carretera de Vilagarcía, continuos hurtos en plantaciones... Y todo ello con el mismo epicentro, el poblado de O Vao.

La historia de este asentamiento, que en realidad son dos -O Vao de Arriba y O Vao de Abaixo- arranca en 1962 cuando la primera familia se asentó en este entorno para dedicarse al trabajo doméstico. Poco a poco fueron llegando otras familias y durante años la convivencia estuvo plenamente normalizada.

Todo se truncó con la irrupción de la droga. Mientras que algunos grandes nombres del contrabando afrontaban una suerte de transición hacia el narcotráfico, en O Vao fueron muchos, la mayoría, los que vieron en la droga un modo de ganarse la vida. La situación llegó a tal paroxismo que a finales de los noventa un informe oficial concluyó que solo tres de las por entonces 43 chabolas de O Vao de Abaixo no vivían de los estupefacientes. De las otras cuarenta, 39 se catalogaron como puntos de venta de droga de carácter fijo, mientras que en la restante las transacciones eran ocasionales.

Paralelamente, todos los intentos de erradicar la marginalidad en este entorno han fracasado, una situación que ha llevado al alcalde Luciano Sobral a reconocer que el Concello de Poio muchas veces se encuentro solo a la hora de afrontar la problemática asociada a lo que la policía sigue considerando uno de los grandes supermercados de la droga de Galicia.

En los últimos días, y tras trascender una serie de hechos delictivos protagonizados por residentes de este asentamiento, vecinos de este entorno expresaron su preocupación ante lo que entienden es un incremento de la delincuencia. De igual modo, muchos taxistas, tras los asaltos con agresión sufridos por dos compañeros, han optado por no realizar muchos servicios relacionados con los poblados, principalmente aquellos que tienen lugar en horario nocturno.

Por su parte, fuentes policiales han remarcado que no hay datos de los que se pueda inferir que haya habido un aumento de la criminalidad violenta. Asimismo, circunscribieron buena parte de los últimos sucesos a dos grupos familiares -por un lado, estarían los que han protagonizado los robos y, por otro, los de la agresión sexual- que cuentan con innumerables antecedentes y que, eso sí, no dudan en emplear la violencia para solventar sus cuitas.

Lo cierto es que en medios policiales tienen muy interiorizado la vigilancia de este espacio al que diariamente acuden decenas de drogodependientes, una situación que, según denuncian los vecinos, genera mucha inseguridad: «No sabemos cómo pueden reaccionar cuando van puestos y te niegas a darles algo de dinero».

En todo caso, los controles en los accesos a los poblados son continuos, y ya no solo por parte de la Guardia Civil, la Policía Nacional o la Policía Local de Poio. Incluso, el cuerpo municipal de Pontevedra colabora en esta vigilancia desplazando periódicamente patrullas en una lucha que, según advierten desde todos estos cuerpos, no puede ser solamente policial. Coinciden en la necesidad de una actuación a todos los niveles con la implicación de todas las Administraciones. «Pero esto no ocurre. Hubo intentonas pero, al final, nada ha cambiado y no hay rastro de que vaya a cambiar», lamentó un agentes de la Comisaría.