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Un chimichurri para chuparse los dedos

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Sergio Rodríguez Cochón, con los envases de salsa chimichurri que comercializa el Asador San Remo, de Poio
Sergio Rodríguez Cochón, con los envases de salsa chimichurri que comercializa el Asador San Remo, de Poio Ramón Leiro

El éxito de su salsa para aderezar churrascos ha provocado que el asador O Remo, de Poio, se haya embarcado en la aventura de su comercialización en pleno estallido de la pandemia del coronavirus

22 abr 2021 . Actualizado a las 17:45 h.

Con el estallido de la pandemia del coronavirus que, entre otras consecuencias, obligó al cierre de los negocios de hostelería, Sergio Rodríguez Cochón, junto a su novia Maialen Romano Villate, se encontró con el tiempo suficiente para embarcarse en una aventura empresarial: la comercialización del chimichurri que ha hecho famoso en la comarca de Pontevedra al asador de sus padres, O Remo. «Llevo unos años ayudando en el restaurante y es una salsa que gusta, que la gente la pide», apunta, al tiempo que remarca que decidió aplicar los conocimientos adquiridos mientras estudia Administración y Dirección de Empresas y los conjugó con su pasión con todo lo relativo a la creación de nuevos proyectos.

Tiene claro que el secreto del chimichurri de O Remo se encuentra en el equilibrio, en la combinación de productos que hacen que ninguno sobresalga por encima del resto: «Antes de empezar este proyecto estuve viendo lo que hay en el mercado ahora mismo. Al final, tienes que conocer a tus competidores, conocer las salsas que hay en el mercado, para saber lo que tú le puedes ofrecer al cliente. Y lo que creo que puedo destacar de nuestro producto es que es muy equilibrado. Probando salsas, algunas me resultaron sabores un poco avinagrados, otras un poco más especiadas... Pienso que la nuestra es más equilibrada en cuanto a sabores. No vas a poder decir que resalta un ingrediente por encima de otros y es lo que más le puede gustar a la gente».

Sergio Rodríguez tiene claro que, por su experiencia en el asador de sus padres, es un chimichurri que gusta tanto a niños como a adultos. En este sentido, recuerda cómo una de las clientas del restaurante «por la noche tenía que esconderle la salsa a sus hijos porque se levantaban para, literalmente, bebérsela, tomarla con pan o con lo que sea».

Reconoce que, en su caso concreto, a la hora de sacar este producto al mercado contó con la ventaja de que es algo muy testado en el asador, no es algo nuevo. Así, asume que «cuando empiezas con algo desde cero, siempre estás pensando si saldrá bien o si gustará, pero, en este caso, lo que tenía a mi favor era, primero, el nombre de la salsa. Al final, es un restaurante conocido por la zona de Pontevedra».

Y, segundo, la propia fama del aderezo. Cada vez que un cliente pide carne en O Remo, esta viene acompañada a la mesa con este chimichurri tan reclamado. «Sé que podía tener tirón», apunta antes de precisar que lo más complicado no fue el hecho de comercializar en sí este producto, sino otros factores intrínsecos a cualquier proyecto empresarial: hablar con distribuidores, buscar un envase que realce el contenido o localizar un diseño de etiquetas que pongan en valor el chimichurri destacando por su conjunción de sencillez y vistosidad, así como por estar elaboradas con materiales antigrasa. Y todo ello sin que repercuta de forma exagerada en las costes o el precio de venta.

Es, precisamente, en el envase donde mejor se percibe la evolución del proyecto. Toda vez que, en un principio, se decantaron por materiales plásticos, mientras que el actual es de cristal.

Lo cierto es que esta iniciativa condensa los poco más de veinte años de historia de O Remo. Marco Rodríguez Pombo y Patricia Cochón Camargo llevan toda la vida dedicados a la hostelería en Poio. Sus comienzos se encuentran en el entorno de la plaza de Chousa de Combarro, donde regentaron un bar de tapas, hasta que en el 2000 decidieron abrir O Remo. «Empezaron poco a poco a crecer como empresa hasta ser lo que son ahora. Fueron reformando el restaurante, metiendo más mesas, dando servicio cada vez a más gente...», remarca Sergio Rodríguez, quien asegura que tiene intención de continuar con la tradición familiar.

Eso sí, antes quiere concluir sus estudios de Administración y Dirección de Empresas, para, posteriormente, sacarse la titulación de piloto comercial en Madrid. «Me gustaría seguir con el restaurante y, de hecho, es un tema que tengo hablado con mis padres», incide, al tiempo que subraya que uno de sus retos sería el de intentar expandirse, «abrir otro, aunque fuera más pequeño», sin dejar de lado, claro está, la comercialización de la salsa.

Y eso que como cualquier otro negocio de hostelería, la pandemia supuso un duro golpe. «Fueron meses complicados porque veíamos que lo del virus iba cada vez a más y siempre tienes esa incertidumbre porque te dices que tienes quince, dieciséis o diecisiete personas a tu cargo», apunta. A esto se sumó que, en determinados momentos, desconocían cuando podrían retomar la actividad, mientras que cuando comenzó la desescalada, «por el tamaño del restaurante, no nos compensaba abrir».