El restaurante que iba para vivienda unifamiliar y se convirtió en un emblema de Poio

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

POIO

ADRIÁN BAÚLDE

Casa Laura, en Campelo, se destaca por los mariscos, aunque también sobresale por el cocido y, ya en temporada, la lamprea

14 oct 2024 . Actualizado a las 20:20 h.

La historia de Casa Laura se comenzó a escribir cuando este emblemático restaurante de Poio ni se llamaba así, ni se ubicaba donde se encuentra en la actualidad. «Xurdiu nos anos cincuenta coma unha pacería, unha taberna onde tamén se vendía fariña e outros produtos de ultramarinos, un bar tenda como se chaman agora. Vendían viño país e algo para as casas, como pan e similares», recuerda Manolo Pousada Villaverde, su actual propietario.

Con el tiempo, su madre, Laura Villaverde Martínez, quien, hoy en día, da nombre al local, y su abuelo, Francisco Villaverde Muñiz, «ían ao gancho e traían ameixas e algo de marisco. A xente viña de Poio e Pontevedra, que non había nin camiño e tiñan que deixar o coche na estrada. E empezaron a entrar, a entrar ata o de agora», apunta añadiendo que, a medida que el restaurante se fue asentado y popularizando se comenzó a adquirir y ofrecer marisco de otros puntos del entorno de Poio, caso de Santa Euxenia de Ribeira o de Marín.

«Aí empezou todo, nunha taberna e a vender ameixas». Por entonces, lo que en el futuro sería Casa Laura era la Taberna de Paco, o Carallán, y se encontraba en la bajada a la playa de Ostreira, en las proximidades de la Fonte do Limoeiro.

ADRIÁN BAÚLDE

Fue en 1973 cuando se produjo el gran cambio, cuando se decidió por trasladar la taberna a su actual emplazamiento. Inicialmente, la intención de los padres de Pousada Villaverde era destinar el inmueble a la vivienda familiar, pero, visto el auge que estaba experimentando el negocio, fue cuando, se apostó decididamente por el traslado del negocio, que adoptó el nombre de As Laxes, denominación que, de hecho, aún perdura en el imaginario colectivo de muchos vecinos de la parroquia de Campelo y clientes que no dudan en seguir empleándolo para referirse a este establecimiento.

En este punto, Pousada Villaverde rememora como por entonces la primigenia taberna disponía de un comedor bastante grande, con capacidad para un centenar de personas e, incluso, ya se celebraban bodas. «Pero non había acceso, non había estrada», reflexiona apuntando que, en el momento del cambio de ubicación, sus padres decidieron adquirir un parcela enfrente de Casa Laura de 2.500 metros cuadrados para dedicarla a estacionamiento de coches.

Inicialmente, As Laxes disponía de un comedor con carta y una zona de bar, si bien la verdadera revolución vino de la mano de un televisor en color. «Foi o bum daquela. Viña todo deus a ver os partidos en tecnicolor. Os partidos eran os domingos a noite e ata viña un xogador do Pontevedra daquela, de cando subiu a Segunda. Sempre tiña mesa abaixo para ver os partidos», señala sonriendo Manolo Pousada, al tiempo que, en años posteriores, se acometieron diversas ampliaciones, como fue la de construir un segundo comedor en la planta superior, «que xa era grande para a súa época, que metía duascentas persoas».

Marisco, cocido y lamprea

Sin embargo, con la llegada de los ochenta, este espacio se quedaba pequeño y se tuvo que ampliar de nuevo: «Tivo tres fases máis». De hecho, hoy en día, cabrían unas quinientas personas en el caso de disponer de mesas largas, pero esta moda ya pasó y en la actualidad lo que se llevan son mesas grandes y redondas, lo que redunda en una menor capacidad y explica que el aforo sea de unos trescientos comensales. «Pero, bueno, vodas facemos poucas. As vodas prefiren facerse en fincas ou en pazos, pero banquetes si que se fan, si que se fan banquetes grandes», acota.

No cabe duda de que uno de los emblemas de Casa Laura es el marisco, aunque también se destaca por el cocido y, ya en temporada, la lamprea, que «o ano pasado houbo moi pouquiña. Cos problemas que pasan en Canadá houbo moi pouca, a ver este ano como se presenta... porque a lambrea ten moita demanda», apunta confesando que es un plato que le encanta y asumiendo que no tiene mucho tirón entre los jóvenes.

ADRIÁN BAÚLDE

Lo cierto es que la clientela de Casa Laura es de esa que los hosteleros califican como fiel, de la que repite una y otra vez, de la que si va una vez, regresará. Así, no es extraño que en un mismo día, Manolo Pousada atienda a tres generaciones —abuelos, padres y nietos— de una misma familia: «Veñen os avós, xente que é maior de 80 anos, veñen os fillos, veñen os netos», indica matizando que no es la primera vez que alguien se dirige a él diciéndole que sus padres se casaron en este establecimiento de Campelo.

«Pero, sobre todo, xente maior. O Facebook non funciona moito, nin as redes sociais», insiste con retranca antes de subrayar que, de cara al futuro, solo queda «aguantar e capear. Isto tamén se puxo moi complicado. Cada vez hai menos marisco. O ano pasado o centolo desapareceu. Houbo ao principio da campaña, a principios de novembro, algo en decembro, pero logo desapareceu do mapa». Asimismo, señala la situación por la que atravesó la almeja, una circunstancia que, de hecho, puso en riesgo, incluso, la próxima celebración del 18 al 20 de octubre de la Festa da Ameixa de Campelo.