EN LA ONDA | O |
27 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.Ser profesor en estos tiempos tiene mérito. Aguantar a unos alumnos malcriados por la sociedad de la opulencia merece más que un sueldo. Casos sobran de alumnos, incluso niños de corta edad, que se suben a las barbas de los profesores, al ver que han perdido la necesaria autoridad para educar. Sin embargo, muchos docentes sostienen que el mal está fuera del cole, en casa, y que el peligro de la enseñanza actual son los padres. Sirvan de ejemplo dos casos ocurridos estos días en colegios de Pontevedra. Una niña de seis años se peleó con otra amiguita y recibió una patada que no le provocó lesión alguna. La madre no dudó en llevar a la niña al médico para pedir un parte de lesiones y denunciar los hechos en el juzgado. Incluso la policía acudió al colegio para investigar los hechos. Otro padre se presentó en un colegio con muy malos modos exigiendo la expulsión de un alumno de 14 años que empujó a su hijo y le provocó un esguince. Dijo estar dispuesto incluso a tomarse la justicia por su mano, aunque le costara la cárcel. Son dos casos, de los muchos que hay cada día en los colegios. Los profesores se ven indefensos entre padres y alumnos en una espiral que explica las bajas por depresión y el pasotismo docente. Lo peor es que la enseñanza de hoy creará la sociedad de mañana.