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Miguel Abellán sale por la puerta grande en la corrida de victorinos

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

El diestro madrileño cortó sendas orejas a los dos astados de su lote Uceda Leal sólo pudo hacerse con un apéndice, mientras que Encabo se fue de vacío de Pontevedra

13 ago 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

?ue una excelente tarde de toros la que dejaron ayer en Pontevedra los astados de Victorino Martín. Todos y cada uno de los seis toros fueron despedidos entre aplausos del cosos de San Roque. Fuertes y con juego ofrecieron todo un espectáculo. Pero lo cierto es que los tres espadas que tuvieron enfrente no se quedaron atrás, especialmente Miguel Abellán, el gran triunfador de la tarde. Tal cual chulapo madrileño encaró a su primer astado, el tercero de la tarde, jugándose el tipo. Lidiando cuerpo con cuerpo con la res. Respirando su sudor y levantando los olés del público. Fue de esas faenas que tanto gustan a la afición pontevedresa. Entre oes y con toda la plaza levantada se ganó una oreja. El premio no le duró mucho entre las manos ya que pronto se lo regaló a una de las peñas de sol. Eso es ganarse a la afición. No es de extrañar que antes de su segunda lidia tuviera a la gente haciendo la ola -la primera vez que lo hace desde que comenzó la feria de este año- y fuera recibido entre gritos de torero y olés. Fue puro espectáculo. De nuevo demostró todo su poderío y su clase, al tiempo que su pose chulesca ante el victorino terminó por conseguir que el público cayera a sus pies. Se llevó otra oreja y abrió de par en par la puerta grande pontevedresa, de donde salió a hombros. Por su parte, Uceda Leal, en la primera de sus dos lidias, volvió a reiterar los errores que enturbiaron su anterior visita al ruedo pontevedrés. Tras lucirse con el capote y la muleta, erró a la hora de matar y tras varios pinchazos tuvo que echar mano de la espada de descabello. Mejor suerte tuvo con Vencedor, su segundo del lote. Fue una faena bonita donde dejó patente todo su oficio de matador. Tal vez no fue tan efectista y aplaudida como las de Abellán, pero le valió una oreja. Luis Miguel Encabo no tuvo suerte. Fue el único de los tres espadas que colocó banderillas y el único que se fue de vacío de Pontevedra. Si con el primero de la tarde, Madrugador, se lució y se llevó algún que otro susto que le valieron la ovación del respetable, con el segundo su toreo mejoró, sobre todo de cara a la galería. Demostró su clase y hubiera conseguido algún premio si no hubiera tenido que recurrir a la espada de descabello para rematarlo.