Pacientes con apnea del sueño se relajan para dormir mejor

PONTEVEDRA CIUDAD

Soutomaior organiza un curso para combatir la ansiedad, causa de insomnio

22 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Duerme conectada a una máquina para no asfixiarse durante el sueño. Padece apnea. Teresa Fernández Vidal es una de las doce asistentes a un curso de relajación organizado por el Concello de Soutomaior. El año pasado Teresa asistió a otro curso similar que también puso en marcha el Centro de Información de la Mujer, que dirige la psicóloga Cristina García Núñez, que imparte las clases.

«Me relajé bastante», señala Teresa Fernández al término de la sesión. Es ama de casa. Se sentía muy cansada durante el día. Se levantaba como si no huebiese dormido. Hace tres años le diagnosticaron apenea del sueño en el Hospital Montecelo de Pontevedra. Ahora trata de combatirla.

En las clases de relajación que imparte Cristina García se enseña a controlar la respiración. Es fundamental para combatir la ansiedad y el estrés, patologías que inciden en la mala calidad del sueño y en el insomnio. Esta psicóloga también invita a liberar el dormitorio de cachivaches y utensilios que no favorecen el descanso.

El olor del relax

Al taller de relajación del Concello de Soutomaior no sólo acuden personas con problemas de apnea, sino con otras situaciones personales que necesitan una válvula de escape.

Las clases tienen dos partes. En la primera los alumnos tratan de descubrir cuál es su momento chill-out. Ese rato del día en el que desconectamos mentalmente. «Todo sabemos qué nos ayuda a relajarnos».

Cristina García lanza una pregunta: «¿a qué huele la relajación?» Recuerda un anuncio de higiene femenina. «El relax huele a café», sentencia una alumna. Tomarlo después de comer, antes de regresar a la jornada laboral, es el momento chill out para ella.

En las sesiones los alumnos practican ejercicios de relajación y algunas técnicas visuales. Se trata de cerrar los ojos e imaginarse un paisaje que sosiegue. Soutomaior está rodeado de ellos.

Para un habitante de Vigo, o de otra gran ciudad, vivir en un municipio pequeño parece que es incompatible con el estrés. No hay agobios para aparcar. Se llega rápido a todos sitios. Pero esta patología no perdona ningún ambiente, por muy rural que sea, porque las circunstancias personales de cada uno son muy diferentes.

«Aunque vivas en un sitio tranquilo, el estrés agobia a todo el mundo», cuenta la profesora que añade: «hay personas que lo toleran mejor, y otras que se alteran más».

Lo malo de realizar una terapia grupal en un municipio pequeño es que todo el mundo se conoce por lo que los participantes son más reticentes a abrirse a los demás. «El anonimato favorece la extroversión en los grupos», subraya Cristina García Núñez.