El Liceo Mutante, cuatro años después

pablo santos, m. b. PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Una huerta, serigrafía, cine, talleres... Las propuestas de la entidad son múltiples.
Una huerta, serigrafía, cine, talleres... Las propuestas de la entidad son múltiples. rebeca tizón< / span>

En el 2011, un grupo de pontevedreses acodicionaron una antigua iglesia de Mollavao para montar una sociedad autogestionada

04 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En el 2011, un grupo de «retornados», como ellos mismos se definen, volvieron a su ciudad natal después de haber estudiado en diferentes lugares del país. Conscientes de las pocas alternativas culturales que ofrecía Pontevedra, buscaron un local, alquilaron una antigua iglesia en el barrio de Mollavao y decidieron dar el paso de montar una sociedad autogestionada: el Liceo Mutante. A pocos días de cumplir cuatro años de actividad, con más de siete mil socios y cientos de eventos celebrados entre sus cuatro paredes y fuera de ellas, ya existen suficientes elementos de juicio para valorar si la obra se acerca al boceto que un día se dibujó. «Esto es mucho más de lo que habíamos creído nunca», valora Ricardo Tato, uno de los miembros fundadores de la asociación.

Solo mantenerse haciendo las cosas cada día, cuatro años después, ya es un triunfo», continúa Xose Lois García, el presidente, un cargo que, aunque pueda denotar cierta jerarquía, en el Liceo Mutante no significa nada. «Es por un aspecto legal, aquí el presidente no decide nada nunca, jamás», matiza. Conciertos, teatro, proyecciones de películas, talleres y hasta torneos de ping pong... Todas las propuestas tienen cabida, pero su aprobación jamás se deja a la decisión de unos pocos. La organización se reúne todos los meses en asamblea para acercar posturas y mostrar su opinión respecto al rumbo que debe tomar la asociación y formar comisiones encargadas de gestionar cada evento que se va a celebrar.

Más allá del halo de clandestinidad que envuelve al Liceo, el vetusto recinto que lo acoge no esconde más que un capital humano que trabaja en cada aspecto que lo compone. Nadie recibe dinero a cambio, pero lo económico no es lo que les mueve: «Tenemos un vínculo importante con este sitio; solo ver el tiempo que pasa la gente aquí te hace entender lo importante que es. Aquí cada uno ofrece su trabajo en hacer que esto vaya adelante. Yo soy técnico de sonido y ofrezco mi trabajo, el que está en la barra igual y el que cobra las entradas lo mismo, es muy gratificante», confiesa García. Este reportaje se realiza en un día de trabajo directo. Hay evento: Aullido Atómico y Los Pontiaks tocan en quince minutos. Pero los días corrientes, que componen la mayoría en el calendario del Liceo Mutante, no están exentos de labores: «Vienen grupos a ensayar, hay que mantener la huerta, hacemos serigrafía, gestionamos los mails de contratación o limpiamos. Siempre hay algo que hacer», prosigue el presidente. Otro socio presente en el recinto le espeta: «Para el espectador es mucho más sencillo, te sientas y te bebes tus cervezas», bromea.

A ese marco de ilegalidad en el que lleva instalada la asociación desde sus inicios también ha contribuido la mala relación con el Concello, aunque «ahora es de indiferencia mutua», señalan. Realistas respecto a la situación que viven, no se plantean objetivos a largo plazo. Seguir con el proyecto adelante cada día ya es suficiente mérito: «Sabemos que el Concello nos podría echar si hubiese querido», explican. Pero ahí siguen. Con el proyecto a toda máquina. El virus «mutante» está más vivo que nunca.