
Una jueza, dos enfermeras, varias maestras o una fisioterapeuta con una pasión común: el corte y confección
24 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Siempre cosí, a todas las muchachas nos mandaban a coser». Esa frase la pronunciaba esta semana Pilar, de 91 años y vecina de Pontevedra, que además se casó con un hombre que arreglaba máquinas de coser. La mujer contaba luego una anécdota en apariencia insignificante. Pero con recorrido enorme: «Yo tengo varias máquinas que eran de mi marido. Algunas ya me deshice de ellas, y resulta que ahora mi nieta me pidió una. Nunca antes le habían llamado la atención y ahora está loca por ellas». El caso de Pilar y su nieta no es aislado. ¡La costura está de moda! Coser, ese trabajo que permitió a varias generaciones de mujeres conseguir sus propios ingresos, casi siempre sin salir de casa y compaginándolos con las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, ahora vuelve a pisar fuerte. Pero cambiaron muchas cosas. Es cierto que hay quien cose para buscar un camino laboral. Pero las academias de corte y confección están llenas también de alumnas -hombres apenas hay- que en realidad son profesionales de distintos ámbitos; mujeres ocupadas que arañan tiempo de sus vidas para pasarlo entre costuras.
Poco antes de la una de la tarde, da gusto entrar en la academia de Susa Suárez de Pontevedra. De puertas para dentro, todo es alegría. Sol es la profesora, que se explica bien: «Esto lleva en auge varios años. Las series de televisión sobre costura influyeron mucho. Lo que pasa es que esto no es como en la tele», dice. Es pronunciar estas palabras y que, al fondo de la clase, una joven de pelo negro llamada María asienta con la cabeza: «Yo vine después de ver El tiempo entre costuras. Me quedé flipada y quise aprender a coser. No tenía ni idea de nada, y ahora ya me hago cosas, como vestidos o un abrigo». A su lado, una mujer embarazada muestra un vestido para la bebé que está en camino. Ella es profesora y, aprovechando su baja previa al parto, está aprendiendo a coser. Es otra enamorada del corte y confección: «Vine para hacer cosas para la niña y me encanta. La verdad es que desconectas un montón».
Ellas se lo toman como una afición. Pero no todas están en la misma tesitura. Yolanda, que al parecer es ya una experta, está en el paro. Y cree que podrá abrirse camino como costurera autónoma pronto: «Veo que hay futuro en esto. Hay muchísima gente a la que las tallas convencionales no le sirven. Mi marido mide casi dos metros y los trajes le quedan fatal. Y en su mismo caso está muchísima gente». Está haciendo una especie de patrón. Y tiene al lado unas fotos de un vestido largo de fiesta. «¿Ves? Este vestido lo quiere una chica que tiene que ir a una boda. Esto le cuesta muchísimo, voy a ver si echándole imaginación puedo hacer algo similar. Yo creo que va a salir bien», señala. A la una, las clases tocan a su fin. Pero las máquinas apenas paran. A las cuatro entra ya otro turno de alumnas. «Estamos muy contentas», dice Sol.
Desconexión y relajación
Esa alegría de Sol la evidencia también Mari Ríos. Ella tiene una academia de corte y confección en Vilagarcía. Y tampoco le faltan alumnas. En sus máquinas se sienta una jueza, dos enfermeras, una hostelera, varias maestras... Es decir, un buen número de profesionales, algunas también madres, sin mucho tiempo libre pero con ganas de aprender a coser: «La gente viene por muchos motivos, uno de ellos es para desconectar y relajarse. Otra gente, la más joven, también quiere buscar una oportunidad en este mundo. Hay algo de todo», señala Mari.
Luego, quien habla es Bea, natural de Ribadumia pero afincada en Vilagarcía. Ella es cuidadora infantil. Trabaja en la Administración y tiene ese horario laboral soñado por muchos de ocho de la mañana a tres de la tarde. Eso se le permite coser por las tardes. Reconoce que cuando llegó sabía coser un botón pero «que no me mirasen como quedaba por detrás». Ahora, hasta se atrevió a diseñar y coser un abrigo. «Me encanta hacer mi ropa, es la manera de que te quede bien». Beatriz tiene como compañera a Ana, algo más entrada en años. Ella regenta un negocio de hostelería en Trabanca, Vilagarcía, y es madre de dos hijos. No le falta trabajo. Dice que la costura es su gran fórmula de desconexión: «Aquí esquézome de todo. Pásoo de marabilla». La nómina de mujeres con tiempo escaso, incluso sin tiempo, pero que siguen entre costuras es enorme y variada. Cosen telas y, según dicen, descosen el estrés.
«Yo no sabía ni poner un botón. Vine a aprender a coser después de ver ?El tiempo entre costuras?»
María
«Teño un negocio de hostalaría e son nai. Tempo non teño, pero búscoo para vir a coser e desconectar de todo»
Ana