Pontevedra, la ciudad en la que aún se puede averiguar qué calzón usa el vecino

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

maría hermida

Los tendederos al sol y en la vía pública, pese a estar prohibidos, proliferan en algunas calles del casco viejo y en distintos barrios

23 feb 2017 . Actualizado a las 11:49 h.

La prohibición está clara: no se puede tender la ropa hacia la calle en la ciudad pontevedresa. Lo dice una antigua ordenanza y lo señala también un decreto de la Xunta de Galicia del 2007, que exige el tendedero sea cubierto para proteger las vistas desde el exterior. Hasta ahí la norma. ¿Qué ocurre a pie de calle? En un recorrido a pie por la ciudad en un día como ayer, de canícula y solazo pese a ser febrero, se comprueba que, tendales, como las meigas, habelas hainas. Se podían ver en la zona monumental -no en las calles más transitadas, pero sí en muchas otras-, cotizaban al alza en barrios como San Antoniño o Salgueiriños y se topaban otros muchos salpicando distintas calles. Si se pregunta a sus dueños, los defienden a capa y espada, sobre todo, por una cuestión fundamental: la practicidad de secar la ropa al sol y ahorrar en secadora o deshumidificadores. Y, si la pregunta se hace a viandantes, incluso a turistas, hay respuestas para todos los gustos. Unos andaluces que recorrían ayer el casco histórico señalaban: «La ropita da color a la piedra gallega, que es muy gris». Otros, madrileños, indicaban: «No nos gustan nada».

Empezamos por la zona monumental. En las calles más transitadas, salvo casos muy puntuales, no hay tendales. Pero sí se veían algunos ayer en zonas como San Román, San Sebastián Figueroa o incluso en la plaza de O Peirao. También había ayer algunos ejemplos de ropa tendida en el barrio de Santa María. De hecho, un ciclista a punto estuvo de llevarse por delante un tendal a pie de calle, amarrado a una casita de piedra y lleno de color.

Por barrios, hay ejemplos muy distintos. Una de las zonas donde más tendales se pueden ver es la de San Antoniño, donde hay edificios que los tienen de arriba a abajo, en todas las plantas, y que incluyen estos plásticos clásicos encima de la ropa para poder tender incluso con lluvia. Algunos no dan directamente a la acera. Otros, claramente, sí. Una vecina entrada en años, que tendía ropa a la velocidad de la luz y del revés para evitar que el sol acabase desluciendo los colores, señalaba: «Los que prohíben los tendales deberían explicarnos cómo hacemos, porque yo si pongo la secadora seguido, que la tengo, no llego a final de mes».

En otra zona, próxima al mercado de abastos, en las antiguamente conocidas como casas de la sindical, también pululan los tendederos. Estos, en su mayoría, están a ras de calle. Y son bien soleados: «Aquí se seca todo de maravilla», apuntaban desde el vecindario. Un viandante, que paseaba al perro, indicaba: «Yo creo que no se puede poner tendales, pero la verdad es que la gente, sobre todo la que tiene niños, tiene que secar mucha ropa», apuntaba este hombre.

En el centro, en calles como Benito Corbal o Daniel de la Sota, ni rastro de ropa tendida. Tampoco la había, al menos ayer, en zonas de reciente construcción como los edificios de A Parda o los cercanos a la estación de tren. Ahí, nada de colada al sol.