1899: Llega el tren Pontevedra-Santiago, que tardaba en recorrer el trayecto más de tres horas
PONTEVEDRA CIUDAD

Buena acogida entre el público y frialdad por parte de las autoridades locales
26 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Sin fanfarrias, el servicio ferroviario entre Santiago y Pontevedra se estrenó el 24 de julio de 1899, en un viaje inaugural que duró algo más de tres horas. Eso sí, fue toda una novedad, porque era sustancialmente más cómodo que la diligencia que cubría antes ese trayecto. La Voz de Galicia dio una amplia cobertura a este tren, que puso en marcha tanto servicios regulares de mercancías como otros de pasajeros. Hoy en día, cuando es posible hacer el trayecto en treinta minutos en línea de media distancia, ir en un tren como aquellos suena muy primitivo, pero en su época fue todo un hito.
Alejandro Barroso le dedicó un amplio reportaje bajo el título: «De Santiago a Pontevedra, inauguración de la vía férrea». Fue hace más de cien años algo tan revolucionario como la apertura de la autopista AP-9 a finales del siglo XX. Compostelanos y coruñeses ardían de envidia quejándose de que ellos aún tenían que echar mano de la diligencia para moverse entre sus dos ciudades y reclamaban que se subsanase cuanto antes esa deficiencia.
Llama la atención, en la descripción del viaje de Barroso, su primera impresión sobre el desinterés de los responsables municipales de las dos ciudades unidas ahora por tren. «La importancia que oficialmente se dio al acto fue nula o poco menos. Ni en las estaciones por donde el ferrocarril pasa —incluso la de partida, Cornes (Santiago) y la de llegada, Pontevedra—, hubo nada que demostrase que las autoridades locales, en nombre de los pueblos respectivos, se asociaban a lo que justamente debe considerarse un suceso fausto, ni llegó a significarse este sentimiento por ninguna otra manifestación ostensible».
Cuando ya estaba sentado en el tren, profundizó en la causa. Y es que había resistencia a la entrada en servicio del ferrocarril. Había quienes lo veían mal y preferían la diligencia, al parecer por «intereses creados». Barroso lamenta esta actitud. «En el trayecto me dijeron que había localidades que ven con disgusto la inauguración de la nueva línea, y me indicaron como justificación de esto a que a ella se habían opuesto distinguidas personalidades que en la provincia de Pontevedra mandan e imperan». Manifestó: «Hasta me hablaron de la importancia de las empresas de coches». Claro que recuerde el lector que esos coches, ¡iban tirados por caballos o mulas!
A 30 kilómetros por hora
Vencidos los obstáculos para que esta parte de Galicia entrase en la modernidad, y tras los reproches debidos a la actitud cerril de los caciques, Alejandro Barroso describe como fue el viaje.
El tren circulaba a la velocidad de 30 kilómetros por hora, con paradas en el camino. La máquina que hizo el primer servicio de pasajeros se llamó Caldas de Reyes y, a la altura de Padrón, se encontró con otro tren que subía desde Pontevedra. «Abarrotado», comentó el redactor. Parece que al pueblo llano eso de ir en diligencia no le gustaba tanto como a sus mandatarios.
En Carril tuvo lugar el primer y casi único baño de masas. En el andén esperaba Juan Trulock, «el simpático e ilustrado gerente de la línea». A él se le reconoció la paciencia y el tesón para su construcción. Diez años tardó en estrenarse la vía.
Paradas en Vilagarcía, Rubiáns, Portas, Portela y, por fin, Pontevedra. En Portas, donde se estaba construyendo la Azucarera Gallega, les reciben con «bombas y cohetes» y un pasodoble interpretado por la banda de música de Caldas. «¡Al fin se advierte algo que denote el regocijo de un pueblo!», comenta Barroso, que atribuye este hecho a Laureano Salgado.
Sin recepción en Pontevedra
Como contraste, la llegada a la capital provincial fue más bien anodina. «Allí no hay bombas ni música, ¡pero que importa, si el hecho es que el tren ha llegado y la comunicación entre Santiago y Pontevedra ha quedado ya establecida por medio de ferrocarril directo», incide el redactor. Una vez más es la gente común la que sí se siente contenta de poder usarlo. En la estación, destaca que «la multitud que allí espera, como queriendo cerciorarse del milagro, se lanza a ocupar los vagones del tren de regreso. De Vigo y de Portugal es enorme el contingente de viajeros».
Para los aspectos técnicos de la obra, Barroso solo tiene elogios. «La línea está muy bien construida y en el trazado, en las obras de fábrica, en los taludes, trincheras, desmontes, terraplenes, pasos superiores y a nivel, se advierte la inteligente dirección». Pontevedra y Santiago entraban, por la puerta grande, en el siglo XX.