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Emprendedores sin miedo al futuro: «Después de 25 mudanzas en 35 años hace un mes abrimos nuestro restaurante en Pontevedra»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Cinco empresarios cuentan sus comienzos en un momento de inestabilidad económica y con los costes de materiales y energéticos disparados

02 nov 2023 . Actualizado a las 17:02 h.

En unos tiempos en los que emprender parece una tarea de riesgo, hay quienes dejan a un lado los temores que paralizan a buena parte de la población para poner en marcha un viaje empresarial, que en muchas ocasiones, va ligado a una nueva vida. Sí hay bajos vacíos y cierres por unas facturas y una inestabilidad que ponen la guinda a negocios al límite, pero Pontevedra es una ciudad viva en la que muchos inician una nueva etapa. Estas no son historias de negocios, sino de una forma de entender la vida. Grabrile Sorce y Paola Mazzoni hace justo un mes que abrieron su restaurante en el callejón de San Bartolomé, en una de las calles que se cruzan con arzobispo Malvar. Ayer descargaban flores para poner a un más color a una trattoria en la que se respira Italia.

Y es que este matrimonio de un cocinero y una pastelera llevan poco tiempo en Pontevedra. «En los últimos 35 años hice 25 mudanzas», explica Gabriele, que junto a su esposa, recorrieron el mundo trabajando por temporadas hasta que un día llegó a las Rías Baixas. «Me llamaron del Carlos Oroza por una vacante en Sanxenxo, cuando llegué, llamé a mí mujer y le dije que había encontrado un sitio maravilloso para quedarse», recuerda. De eso hace casi cinco años y una pandemia por el medio que los tuvo alejados demasiado tiempo. A él lo pilló en Galicia y a ella, en Turín. «Después de estar separados pensé, la vida es una y lo que nos quede, queremos vivirla juntos. Si morimos, que sea el uno con el otro», dice con ternura el cocinero de un restaurante al que llamaron Semplice, sencillo en castellano y su filosofía de vida.

Gabriele y Paola Mazzoni tomaron la decisión de emprender unos meses después de la de comprarse una casa en Poio. «Nuestra vida si que dio un giro radical. Por fin no andamos viajando por el mundo», explican casi al unísono desde la barra de Semplice. «No podemos pararnos por lo que ocurre a nuestro alrededor, sino nos morimos», recalca Sorce, que recuerda como «nuestros mayores reconstruyeron Italia y España después de las guerras, la vida siempre sale adelante». A este primer mes de su nueva vida no le pueden pedir más. El boca a boca está empezando a dar su recompensa a este restaurante que busca ser una trattoria con la esencia italiana de negocio familiar. Ellos le ponen alma a esta nueva vida.

No muy lejos de allí, Idoia Carazo está detrás del mostrador de O Berce. Hace unos meses que echó cuentas económicas y familiares para emprender. En este caso cogió un traspaso. Tenía un trabajo, pero estaba demasiado lejos de sus hijos de 2 y 4 años y la necesidad de conciliar pesó más que los riesgos de la inflación y una posible recesión económica. «Me levantaba a las 6.30 de la mañana para coger el tren e ir a Santiago a trabajar, volvía a media tarde, pero sin la reducción de jornada, no estaba en Pontevedra hasta las nueve de la noche», explica Carazo, que sentía que el peso de no estar con sus pequeños era mucho mayor que el miedo a lo desconocido.

Conciliar

Idoia vio la oportunidad de coger el traspaso de la única tienda sin gluten de la ciudad y aprovechó su experiencia personal para iniciar la aventura. Unos problemas de salud la privaron del gluten y se sintió mejor. «Tenía la oportunidad de hacer algo que me encanta, como es la alimentación y me permitía conciliar». Aparcó el miedo y aunque cada vez que recibe un pedido ve como suben los precios, su balance es positivo. «Puedo comer todos los días con mis hijos y si finalmente no funciona, habré aprendido una nueva experiencia. Hay quien me llamó osada, pero siempre hay que intentarlo», comenta Idoia Carazo, que hasta hace unos meses trabajaba en una clínica de fisioterapia.

Pedro Barca supo que era su momento. Daba igual la inflación, la caída del consumo y los costes energéticos. Hace un par de semanas abrió Hi! Coffee Bakery en un pequeño local de la calle Manuel Quiroga. «Quería montar algo diferente con pastelaría e pan artesán, ademais de café para levar», explica Barca, que atiende el goteo de clientes que buscan su propia marca de café.

Tuesta Hi! en A Coruña y vende el café para llevar o al peso para prepararlo en casa. «Aquí no se va a encontrar nada industrial», apunta este emprendedor que acaba de dar un giro a su vida. Después de más de veinte años trabajando en una empresa de plásticos, optó por emprender cuando muchos temen tener que cerrar. «Tiña esta idea dende hai tempo, de cando ía a Madrid e tomaba un bo café con biscoito. Non importa o momento, sempre estamos nunha crise ou saíndo de ela. O medo é o que nos bota para atrás», señala Pedro Barca, que en los próximos días pondrá pan de masa madre.

Pensar en positivo

El positivismo que irradia este emprendedor lo multiplica por diez Guillermina Sogo. Hasta hace unos meses tenía su tienda en un bajo de la calle San Román. Creyó que tras tres años en esa ubicación tocaba arriesgar. «Colgué un cartel en el escaparate que ponía ‘tanto talento ya no cabe aquí’ y me trasladé a este bajo junto al teatro Principal», detalla. Su obsesión es vender Galicia, de ahí que su tienda se llame Amogalicia Talento Galego. Empezó vendiendo sus fotos y ahora reúne más de 90 marcas gallegas. «Pasaba por este local todos los días y cuando la dueña se jubiló vine a hablar con ella. En menos de un mes ya estaba aquí», reconoce esta argentina de La Pampa, que tras 16 años en España sabe que este verano fue «su momento» para emprender en una nueva ubicación.

Unos meses antes que ella, Cristina Quintana abrió Trúlock en la calle Riestra, una tienda de moda que su dueña tenía claro que quería abrir. La recién estallada guerra en Ucrania y la inestabilidad que sembró en Europa no la apartó de su objetivo. «Soy una persona decidida, muchos pensaron que era una kamikaze, pero estoy feliz», subraya.

Estas son solo algunas de las vidas de cinco emprendedores, pero no son únicas, Sara Sorey proyecta abrir en unos días As Greas donde era el Badiana y José Salgueiro y Rus Reyes arrancaron con Et Sucre en agosto.

Todos tienen un denominador común, la capacidad de poner buena cara al mal tiempo. Y además, les funciona.