La residencia de Pontevedra que gritó «habéis dejado de querernos» ya no es la misma: «¡Hay nietos corriendo por el pasillo!»

PONTEVEDRA CIUDAD






Después de que les enviasen 25.000 felicitaciones de Navidad, el director del centro de mayores contará la experiencia en el Congreso Internacional de la Sociedade Galega de Xerontoloxía
08 jun 2023 . Actualizado a las 14:31 h.«Habéis dejado de querernos». Son solo cuatro palabras. Pero tan firmes y sentidas que actuaron de motor para cambiarlo todo en la única residencia pública de mayores de Pontevedra, ubicada en el barrio de Campolongo. Esos cuatro vocablos se incluían en una carta durísima que el director del centro, Juanjo López, escribió en Navidad para alertar de la soledad en la que están instalados los mayores y pedía que, ante las fechas más duras para ellos, las navideñas, se les enviasen felicitaciones para intentar hacerle más dulce su trago amargo de las fiestas sin familia. Lo que ocurrió después ya es historia: llegaron a recibir 25.000 cartas y todavía ahora, seis meses después de que esta iniciativa desbordase todas las previsiones, continúa el goteo de misivas desde distintos puntos de España.«Hace unos días nos mandaron cartas unos andaluces, diciendo que no solo en Navidad se acuerdan de nosotros», cuenta Juanjo con emoción. Esa iniciativa, que agitó conciencias y logró cambiar mucho las cosas, es ahora materia de estudio. Así, Juanjo López contará la experiencia en el Congreso Internacional de la Sociedade Galega de Xerontoloxía, que se va a celebrar en Vigo este viernes día 9 de junio y el sábado 10.
¿Cómo está la residencia de Campolongo seis meses después de aquella avalancha de cartas, actuaciones imparables, visitas y euforia desatada (hasta el presidente de la Xunta fue a leer misivas con los mayores)? Nada mejor que hacer la prueba de algodón un día cualquiera, sin previo aviso, y a una hora intempestiva en el que el desayuno todavía está caliente en el estómago de los mayores. En la sala de la tele, sobre las nueve y media de la mañana, María y Josefa, sentadas en dos sillas y a la misma mesa, sostienen sus brazos cómodamente en sus respectivos andadores. Ellas fueron dos de las protagonistas de todo lo ocurrido en Navidad. María, de A Guarda, pronunciaba entonces una frase escalofriante: «Aquí no me falta de nada, pero me falta todo». Esta mañana de miércoles es Josefa, de Moaña, la que toma primero la palabra. Tras los buenos días de rigor, le sale como un resorte la respuesta a cómo se encuentra: «Aquí estamos, jodidos pero contentos», dice. Y cierra sus palabras con una sonrisa retranqueira. María, a un metro, confirma con la cabeza que le da la razón a su compañera. ¿Se acuerdan de las cartas, de todo lo que vino después, con decenas de artistas queriendo ir a actuar para los residentes o a voluntarios dispuestos a hacerles visitas? «Acordamos, acordamos. É certo que veñen moitos cantar. Oxalá foramos novas para bailar, iamos bailar todo o día», dice animadamente Josefa. «Estamos mayores, de bailar nada», remacha María. Hablan del baile, cuentan que tuvieron «o bicho», en clara alusión al covid, y de que fueron saliendo del virus «aínda que deu a lata», y de si tras los cristales llueve por fin. No están tristes. O al menos se ven más contentas que hace unos meses. Pero no es difícil darse cuenta de que todavía demandan visitas, que adoran las parrafadas con quienes traen aire fresco de fuera: «Moitas grazas pola visita, xa nos alegraches un pouco», agradece Josefa.
Justo en el portal de la residencia, en un sitio estratégico que les permite echar el pitillo «de primerísima hora» y a la vez resguardarse de los intermitentes chubascos mañaneros, está montado una especie de sanedrín residencial entre ocho varones que peinan canas. Se debate con ansia sobre si lloverá más o no. También sobre si hace más calor que el día anterior o ha refrescado en las Rías Baixas. Y, al preguntar sobre si a raíz de las cartas navideñas hay más movimiento en la residencia y se lo pasan mejor, la respuesta es unánime: «Cuanta más fiesta, mejor». Están de suerte porque en esta misma mañana de miércoles, como tantas otras veces, hay actuación y baile.
En la planta de arriba, Juanjo López, el director, está acabando la reunión matinal con el personal. Sale contento y con sonrisa de oreja a oreja. Pero no se debe a nada excepcional; Juanjo es de los que llevan el traje de la alegría pegado a la piel. Invita a su despacho y, en una mesa un tanto desordenada, toma en la mano unos folios gigantes que sobresalen del resto: «Esto es con lo que estamos ahora mismo, es un informe sobre las caídas que tenemos. Queremos saber quiénes se caen, en qué sitios, por qué... estamos metidos en un proyecto piloto para evitar las sujeciones físicas. Es decir, no tengamos a nadie sujeto por si se cae... sujetémoslo nosotros en aquellos puntos donde vemos que puede haber caídas», indica.
Luego, Juanjo suspira cuando se le pide que eche la vista atrás y diga si aquel aluvión de cartas fue el sueño de una noche navideña o esa solidaridad con los mayores llegó para quedarse: «Aquello lo cambió todo, ha sido un antes y un después». Cuenta que, si bien son muchos los familiares que siguen sin acudir a ver a sus mayores, ha habido un cambio importante con las visitas: «Los fines de semana antes teníamos a una, dos o tres familias aquí. Ahora pueden venir quince o veinte. Vienen más, hay nietos corriendo por el pasillo de cuando en vez... hay otra alegría», señala con una buena dosis de emoción. La residencia también trata de poner su parte. Le ofrece a las familias la posibilidad de acudir a merendar y les ponen la comida para que la compartan con los residentes. Y hasta van a celebrar un aniversario: «Nos pidieron hacer un cumpleaños aquí y dijimos que por supuesto. Esto antes no nos ocurría», explica Juanjo López.
El director del centro reconoce que queda muchísimo por hacer para que los mayores de las residencias no sigan estando en una isla. Pero cree que la iniciativa de su residencia les acercó a la sociedad. Habla de las decenas de artistas que se ofrecen para hacerles actuaciones gratuitas y de que algunos colectivos , como la polifónica, el grupo Arume o Ibuprofeno Teatro trasladaron allí sus ensayos, a los que los mayores asisten. También siguen contando con voluntarios que acuden a pasar tiempo con los mayores. Así que aquellas cuatro palabras, aquel «habéis dejado de querernos» que resonó en toda España con una fuerza bestial, ahora bien podría ser un podéis querernos todavía más.