«La gente está volviendo a la librería de barrio y lo hace por conciencia. Eso es bonito»

PONTEVEDRA CIUDAD

Toño, de la papelería Clip de Pontevedra, recoge pedidos por dos teléfonos a la vez mientras atiende a la clientela. Dice que este inicio del curso tiene la alegría «de cuando las multinacionales aún no atacaban tanto»
08 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Clip. Así se llama el negocio que Toño Santiago abrió, hace dos décadas, en las emblemáticas galerías Oliva de Pontevedra. Quería ser librero, un oficio en el que llevaba bregándose otros veinte años como empleado de la histórica librería El Pueblo de su ciudad. Y quería serlo porque reconoce que le parece «la profesión más bonita del mundo». Es casi la única concesión que le hace al romanticismo en una mañana en la que Toño, literalmente, anda por el aire. Con el inicio del curso al caer, en su librería se cogen pedidos por dos teléfonos a la vez y faltan manos para atender. Sin embargo, el hombre se para de cuando en vez a esbozar una sonrisa. Dice que este año hay motivos para estar contentos y suelta una de esas frases que dan esperanza en estos tiempos inciertos: «La gente está volviendo a la librería del barrio y vuelve por conciencia, por ayudar, y eso es muy bonito. Y aquí estamos nosotros para recibir a todo el mundo. Hemos resistido a tantas cosas...», confiesa bastante emocionado.
Toño era un chaval de 17 años cuando se le cruzó por delante la oportunidad de trabajar en El Pueblo, un negocio emblemático de Pontevedra. Se bregó ahí como librero y, veinte años más tarde, quiso emprender en el oficio. Tira de sinceridad al explicar cómo eligió una primera planta, en unas galerías, es decir, sin estar a pie de calle, para abrir su negocio: «No podíamos pagar otra cosa, había que conformarse con lo que se podía pagar». Habla en plural porque se refiere a él y a su mujer, que se embarcó en la misma aventura y que, como él, continúa tras el mostrador de Clip tantos años después.
Dice que los inicios fueron muy buenos, que allá por el 2003 la crisis todavía ni estaba ni se le esperaba y la bonanza anidaba en las cuentas. «La gente compraba todavía mucho en los barrios y aún no habían llegado un montón de multinacionales e Internet a hacernos la vida tan difícil a los pequeños negocios, no nos atacaban tanto», explica. En pocos años, el calcetín económico dio la vuelta y Toño confiesa que en Clip les costó lo suyo resistir: «Las guerras de precios en el sector son brutales. Probamos con el libro y fue duro. Nos especializamos en material de oficina... Buscamos mil maneras de sobrevivir», explica. De hecho, fruto de esa búsqueda de viabilidad está el hecho de que Santiago y sus operarios —normalmente son entre cuatro y cinco personas trabajando, y en los picos de actividad como la vuelta al cole intentan contratar a alguien más— hacen reparto a domicilio de material de oficina o de suministros para los colegios. Le da pena que casi todo se suela dirimir por el precio: «Es que las multinacionales nos comen. Menos mal que hay gente que le da valor al servicio».
La vuelta de la clientela
Fueron pasando los años y, según cuenta Toño, poco a poco se pasó el furor inicial de las grandes superficies y de ir a buscar el libro de texto adonde fuese y no al lugar de siempre. Cree que se está volviendo a la librería de barrio. Y en ese punto sí tira de un poco de romanticismo: «Creo que la gente quiere ayudar al pequeño comercio, que cada vez hay más personas con conciencia». Lo dice a medio camino de coger un nuevo pedido y mientras señala hacia una enorme estantería de mochilas. «Hubo años en los que traías las mochilas y te quedaban todas ahí. En esta ocasión, a falta todavía de unos días para empezar, ya tenemos algunas estanterías vacías. Estoy inmensamente agradecido a la clientela», rosma.
Dice que es un vendedor nato. Que le gusta ofrecer de todo al cliente. Y que su gran satisfacción es vender productos que sabe que son buenos, aunque sea un simple lápiz. Luego, mira hacia el pasillo que separa su tienda de la calle —recordemos, está en unas galerías— y reconoce que estar dentro de una pasarela comercial que fue todo un emblema de modernidad en Pontevedra —las galerías Oliva llevan ahí desde los años sesenta— tiene su punto especial. De hecho, desde hace un año Toño es el presidente de los comerciantes de la Oliva. Y le está tocando lidiar con un momento complicado en esta zona comercial, ya que una obra le cortó la salida a la pasarela hacia la calle Gutiérrez Mellado, lo que preocupa sobremanera a muchos comerciantes. Toño, que debió hacer lo mismo cuando vinieron mal dadas en la librería, saca la sonrisa a pasear y dice: «Le daremos una vuelta a la galería, vamos a hacer cosas para dinamizarla, claro que sí». Eso mismo es lo que hace de enero a junio, en los que dice que son los meses críticos en su negocio. Entonces, le da la vuelta a las estanterías y busca cómo salir del atolladero.