El bocadillo imbatible está en Pontevedra y se llama Gómez Noya

PONTEVEDRA CIUDAD

Tris es mucho más que una bocatería de leyenda en Pontevedra. Ubicada en un mundo de color, tiene la misma carta, con sesenta bocatas, con o sin gluten, acoge a los perros y abraza también al mundo vegano
14 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Entrar a la bocatería Tris, templo de la comida rápida en Pontevedra, es como mirar por un caleidoscopio. Todo en ese sitio son ilusiones ópticas; hay formas y colores aquí y allá y uno no sabe si entró en un lugar real o es que el mítico Barrio sésamo está de nuevo en pleno rodaje. Para empezar, no está ubicada a pie de calle, sino en una coqueta plaza de colorines. Uno se da de bruces primero con las farolas violetas, luego con sillas y mesas más chillonas aún y, cuando ya está convencido de que entró en una especie de casita de muñecas con vida propia, ante sus ojos pasa una imagen brutal: la de unos camareros vestidos con chándales anaranjados que, literalmente, corren con las comandas en la mano. Es el Tris. Otro mundo; un lugar donde el cliente está pidiendo el bocata y ya lo tiene en la mesa —calculan que tardan menos de un minuto en prepararlo—. Tratándose de un sitio tan veloz sí o sí tenía que bautizar a uno de sus bocatas como Fernando Alonso y a otro como al gran señor del triatlón gallego, el imbatible Gómez Noya. El del primero lleva lomo y el del segundo se nutre de bacon. A los dueños les queda la duda de si Gómez Noya, que residió en Pontevedra, se habrá zampado alguna vez el manjar al que da nombre. No descartan que sí.
Corría el año 1998 cuando Diego Fraga, de Poio, decidió embarcarse junto a su hermano Bruno en un negocio propio. Reconoce que llegó a la placita del Tris —en el denominado mercadillo de Frei Xoán de Navarrete—, vio aquel mundo de color y se dijo a sí mismo: «Esto no vale para un café, aquí hay que poner otra cosa...». Y así nació la bocatería. Le llamaron Tris porque ambos se propusieron cumplir con tres cosas: velocidad, higiene y calidad. Parieron entonces unos bocatas grandes, con un relleno contundente y que llegaban a las mesas en cuestión de minutos. «Esto es un sitio de comida rápida, no puedes tener a la gente esperando cinco minutos, eso sería una locura», señala Diego.
Ir con los tiempos
Pasó el tiempo y a su clientela se le pudo empezar a poner el adjetivo de fiel. Es más, crearon auténticos adictos al Tris. «Llegamos a mandar un bocata a Japón para un chico de Pontevedra que se fue a vivir allí, salió en el periódico y dijo que echaba de menos a su familia y nuestra bocatería. Pues cuando un amigo lo fue a visitar le llevó uno... fue algo increíble», señalan los Fraga. Están convencidos de que apostar por género de calidad, por no mover un solo ingrediente de los que funcionan —«si a alguien que lleva veinte años viniendo le cambio la marca del Ketchup lo mato», se ríen— y sobre todo ir con los tiempos es lo que hace que jamás se les vacíen las mesas. Diego, que le hecha doce horas al día a la bocatería, que solo descansa los domingos y que tarda tiempo y tiempo en diseñar cada bocadillo antes de ponerlo en la carta, habla de evolucionar y la cara le cambia. Se emociona. Porque cuenta que algunas de las cosas cambiaron porque les dolía el corazón. Así de bonito.
Viaja entonces a hace casi una década. Diego dice que le daba muchísima impotencia cuando los niños acudían a celebrar un cumpleaños en la bocatería y de repente había uno que no podía probar bocado: «Me explicaba que era celíaco y a mí me daba una rabia tremenda, era desolador». Concienzudo hasta decir basta con el tema higiénico, Diego se lo pensó mucho antes de ofrecer su primer bocadillo sin gluten. Dice que se emocionó cuando logró meter uno en la carta. «Porque es que hay que tener un cuidado exquisito, cualquier mota de harina de trigo en el aire puede contaminar», indica. Luchó y luchó hasta conquistar el gran objetivo: contar con una carta idéntica para quienes comen gluten y para celíacos. Unos tienen 60 bocadillos a elegir. Los otros también. Dice que el karma le devolvió el esfuerzo: «Cuando viene una persona celíaca, que come un bocata con el que casi no ganas nada porque todo es más caro, acaban entrando con ella siete u ocho clientes que te piden de la carta con gluten».
Tras la experiencia de la carta para celíacos, en la bocatería Tris siguieron yendo con los tiempos. Saben que cada vez hay más preocupación por la comida saludable, por cuidarse —ellos defienden que en una bocatería se puede comer muy sano—. Así que abrazaron sobremanera los bocatas vegetales y el mundo vegano. No contaban con el éxito que tuvieron: «Ahora mismo hasta los chavales tiran mucho por los vegetales y nos encanta que así sea», dice Diego.
También tienen carteles donde dicen que los perros son bienvenidos en la terraza. Les ponen agua de forma gratuita y le ofrecen a sus dueños la posibilidad de darles pienso. Hablan con emoción de cada paso dado. Y escuchándolos se entiende que la atmósfera cálida del Tris, donde hasta cambiaron el logo porque antes era un perro enfadado y con los años le pusieron una sonrisa, es solo el reflejo del ser riquiño que sus fundadores llevan dentro.