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Los hilos que desafían a la producción en cadena: «Lo laborioso de tejer en un telar es el diseño y el montaje»

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

María José Lois Lleva cuatro décadas tejiendo y ahora enseña el oficio a un grupo de mujeres de Pontevedra que han convertido los telares en una afición con la que desafían a las grandes producciones en cadena

04 oct 2023 . Actualizado a las 10:06 h.

María José Lois es tejedora por convicción. No lo heredó de su familia, ni creció entre hilos. Se enamoró del telar de una amiga en O Carballiño y desde hace cuatro décadas va a contracorriente. Desafía con un oficio centenario la producción textil en cadena. Emplea la misma paciencia y el mismo mimo que vio en las artesanas veteranas que se encontró en los pueblos a los que durante un tiempo se acercó para pelear por que este oficio no cayese en el olvido. Cada vez se encuentra con menos tejedoras en las ferias de artesanía, pero ella sigue fiel a esa pasión que descubrió de la mano de Lili Salgado, con la que hizo su primer curso.

Lucha por popularizar el oficio de tejer. Y después de enseñar a críos en un colegio de Marín, montó una tienda taller en Pontevedra hace tan solo tres años. Tiene 24 alumnas y, para sorpresa de ella misma, reconoce que alguna ha dejado su oficio para dedicarse a tejer. A dos años de su jubilación, recuerda lo que ha peleado por llegar hasta aquí, siempre fiel a sus ideas. Sus primeras nociones llegaron en O Carballiño gracias a unas becas de estudio para artesanía de la Xunta. Pudo haber escogido otro oficio, pero el taller de Lili había dejado huella antes siquiera de saber usar los hilos. «Mi primer telar, que lo tengo en mi taller de Ponte Caldelas, es muy grande y me lo hizo mi marido», explica Lois, mientras señala una de sus primeras fotos tejiendo.

«Como todos los oficios, este se va perdiendo porque es más barato ir a las grandes cadenas, pero todavía hay demanda de clientes que entienden la artesanía como algo especial», apunta Lois, que escribió el libro Tejeduría tradicional en Galicia. El telar y la técnica para que el legado de este oficio quedase reunido en una publicación. «En el interior duraron más los telares, mientras que en la costa entraron otras formas de ganarse la vida y fueron desapareciendo», señala esta tejedora, que recorrió Galicia para hablar con las que sobreviven al paso de la modernidad.

Ella es de esas que contribuyen a mantener vivo el oficio. El boca a boca y las ferias de artesanía son su escaparate, aunque mantiene un perfil de Instagram con sus creaciones, menos activo de lo que le gustaría. «Sobre todo hago chales y ponchos, pero cuando empecé también teñía», apunta, al mismo tiempo que muestra la tela que está elaborando en su telar. Algunos de sus fulares o bufandas pueden llegar a ir de los 40 a los 300 euros dependiendo del material y la elaboración. María José sabe que la competencia de las grandes cadenas es creciente, pero defiende un trabajo meticuloso que tiene su clave en la preproducción. «El diseño, la selección de colores y texturas es laboriosa y puedes estar semanas preparando los hilos en el peine, pero la producción es más rápida», apunta. En su taller de Cuaderna Maestra de Pontevedra hay una veintena de telares en los que trabajan sus alumnas, pero su labor divulgativa la lleva a escuelas para explicar a los alumnos el valor de un oficio artesanal que lucha para no morir. También entre los más pequeñas encuentra tejedores que confeccionan con los hilos del futuro.