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Belén Rubido, magistrada: «A algunos hombres les pones sus grabaciones diciendo barbaridades a una mujer y no entienden nada, no saben que está mal»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

La jueza decana de Pontevedra, especializada en violencia machista, no deja de dar formación para que las víctimas conozcan sus derechos y puedan defenderse mejor

13 dic 2023 . Actualizado a las 19:43 h.

Belén Rubido, magistrada especializada en violencia machista y jueza decana de Pontevedra, es el positivismo hecho persona. Convive cada día, cada hora, con la lacra de la violencia contra las mujeres. Pero se niega a ver el vaso medio vacío: «Hemos avanzado. Nos queda un largo camino para frenar la desigualdad entre hombres y mujeres, pero ver de dónde venimos y dónde estábamos y ahora... La primera magistrada en España fue Josefina Triguero en 1978. Podíamos juzgar casos de familia y del ámbito social, pero no penal, porque se consideraba que nuestro género era débil y no soportaríamos juzgar un homicidio, que nos afectaría mucho porque somos débiles... de ahí venimos», dice. Rubido está dando formación a personas que trabajan en Centros de Información á Muller (CIM) de toda Galicia. Cree que es fundamental que cada persona que presta asistencia a las víctimas conozca las novedades legales.

—¿Cuáles son los últimos avances legales con respecto a los derechos de las víctimas?

—Hay algo importante y muy desconocido. Hablo de la revocación de la renuncia, que además está en boga a raíz del caso de Dani Alves. Antes, si una víctima renunciaba a pedir una indemnización económica, esa decisión era irreversible. Ahora ya no lo es. Y eso es muy interesante porque es muy habitual que al principio la víctima lo único que quiera, por la situación es la que está, es huir, acabar ya, y no reclamar nada. Pero tiene una serie de derechos que quizás ni los conoce y después, en un momento más sosegado, puede que quiera optar a una indemnización o a la reclamación de los daños y perjuicios. Ahora, a raíz de la reforma de la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como la ley del «solo sí es sí», puede hacerlo más adelante. Puede cambiar de opinión.

—¿Hay mujeres que evitan pedir indemnizaciones porque temen que ello merme su credibilidad?

—Es habitual. A una mujer que es objeto de una violación o cualquier otra agresión sexual le da pudor reclamar una indemnización a la cual tiene derecho porque cree que eso merma su credibilidad. Parece que si pide dinero no la van a creer. Pero no es así, la víctima tiene el derecho a pedir esa indemnización.

—Ese es un cambio que trajo la ley del «solo sí es sí». ¿Quedó eclipsada la norma por la rebaja de las penas que supuso?

—La Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual hay que estudiarla a fondo. Implica cambios favorables, como la reparación integral de la víctima o el refuerzo de la justicia restaurativa. Todo eso pasó desapercibido por la reforma de los tipos penales. Eclipsó todo porque es una situación que el legislador no previó y que tuvo unas consecuencias lesivas para las víctimas.

—El feminismo suele gritar en la calle que la Justicia en España es machista y patriarcal, ¿lo es?

—Radicalmente, no. Se sigue teniendo la visión esa de un juez varón, mayor, con bigote y retrógrado que ya no es real. Honestamente, no es verdad que la Justicia sea patriarcal. Me duele que se diga porque estoy muy concienciada, estoy a favor de la formación, la mayoría de mis compañeras son mujeres están igual de involucradas... Pero los jueces nos guiamos por el principio de legalidad y por la prueba. Si no hay prueba, hay que absolver al reo. Se necesita hacer pedagogía sobre esto. No se puede condenar siempre y en todo lugar sin pruebas, si no esto sería una dictadura. Tenemos que avanzar en la formación, que haya asesoramiento especializado a las víctimas, que estas conozcan sus derechos, que sepan cómo ayudar a su abogado a aportar pruebas. Y hacen falta recursos públicos para proteger a las víctimas. 

—¿Por qué tanto negacionismo con la violencia machista?

—Venimos de una sociedad en la que los roles de género están marcados. Te puede gustar o no, pero es un hecho. Ha cambiado mucho la sociedad, pero no tanto como para entender que la violencia de género es una lacra. Hay negacionistas, claro que sí. Hay mucha gente que no está de acuerdo con castigar de forma más severa a los agresores de violencia sexual o de violencia de género que a los de otro tipo, que es lo que recoge la ley, precisamente, porque existe una violencia generalizada contra las mujeres en absoluto justificada.

—Juzga a muchos maltratadores. ¿Entienden las condenas?

No entienden nada. Hay muchos hombres que no entienden la violencia de género. Hay hombres que te miran estupefactos porque no entienden por qué insultar, vejar o acosar a una mujer está mal. Se les ponen sus grabaciones diciendo barbaridades, las escuchan y dicen ‘pero qué me está contando’, porque para ellos es lo normal, es su forma habitual de comportarse. Cuando uno normaliza esa situación hace que no se dé cuenta de nada. Y muchas veces la víctima también lo normaliza y no sale de ahí.

—¿Se trabaja en la reeducación de los maltratadores?

—Sí. Una de las condiciones que se impone para que un agresor de violencia de género obtenga la suspensión de la pena de prisión es hacer un programa formativo en igualdad y no discriminación. Porque todo se basa en el mismo parámetro, en la desigualdad entre el hombre y la mujer. Cuando tú consideras que la mujer es inferior a ti puedes hacer con ella lo que consideres oportuno. Cuidarla, es decir, el paternalismo. Y también agredirla, insultarla y maltratarla. Cambiar esa desigualdad es nuestro objetivo. Yo siempre digo que un hombre feminista tiene más valor que una mujer feminista. Porque nosotras luchamos por nuestros derechos y ellos ceden por ética. Tenemos que ser iguales porque somos iguales. Necesitamos que los hombres tomen conciencia de ello. Yo tengo confianza en la sociedad, creo que avanzamos.

«Hay situaciones impredecibles, no estamos en la mente de un futuro homicida» 

Una de las quejas habituales en cuanto a la violencia machista es el número de peticiones órdenes de protección y alejamiento que caen en saco roto porque no se conceden. Y que, en algunos casos, luego se comprueba que eran necesarias porque esa mujer a la que no se protegió acaba siendo asesinada. Belén Rubido habla también de este asunto.

—¿Se conceden menos órdenes de protección a víctimas de las que se debería?

Las órdenes de protección se conceden más que se deniegan. Hay unos parámetros objetivos y unas situaciones de riesgo que se valoran. Pero hay situaciones impredecibles, no estamos en la mente de un futuro homicida. Es materialmente imposible, es pretender que seamos adivinos. Algunas órdenes claro que se deniegan, como debe ser, por otra parte. Porque cada caso es un mundo. Hay que estar en juicios de violencia de género para entender algunas cosas. La gente que no está acostumbrada a juzgar solo oye la parte que quiere creer que sea cierta. Eso es un poco la psicología del testimonio. Mientras que los jueces, al menos así me ha pasado a lo largo de toda mi vida, quieren escuchar las dos versiones. Muchas veces, las personas que asisten a víctimas solo escuchan a las víctimas. Y su tarea es creerlas, por supuesto, es creerlas al 100 %. Pero yo como jueza tengo que escuchar las dos versiones.

—Hablamos antes de los negacionistas de la violencia machista. Sin llegar a ese extremo, se escucha en la calle la letanía de que, con la actual legislación, una mujer puede meter rápidamente a un hombre en la cárcel sin aportar pruebas... ¿Lo cree así?

—Para nada, para eso está la garantía del proceso. Ni creemos a todas las víctimas ni condenamos a todos los agresores. Eso no es cierto. Lo que sí es verdad es que la legislación es mucho más dura ahora. Pero ellos están expuestos a esa norma igual que ellas, si una mujer agrede a un hombre se expone exactamente a lo mismo. Lo que pasa es que los casos son muchísimos menos. Todo pasa el filtro de la Justicia y de las pruebas. No es cierto que por lo que diga una persona se emita una condena. No todas las víctimas pueden aportar las pruebas necesarias para una condena. Y no se condena a los agresores sin pruebas. Por eso muchas veces, unos y otros, agresores y víctimas, se sienten decepcionados. Hay que recordar la regla de oro: en caso de duda, el juez tiene la obligación de absolver.