El niño que se aburría en el cole es ahora un profesor de 26 años que hace que sus alumnos se apasionen por la Física y Química

PONTEVEDRA CIUDAD

Venancio, que les explica la materia con ejemplos de series como «Breaking Bad» o se inventa frases curiosas para que recuerden la tabla periódica, aprobó la oposición a la primera y da clases en un instituto de Pontevedra
25 feb 2024 . Actualizado a las 19:48 h.A Venancio González Caamaño (Noia, 1997), profesor del instituto Valle-Inclán de Pontevedra, le traiciona su nombre. Ese Venancio que heredó de un padre Venancio y de un abuelo Venancio hace que las familias que preguntan por él en el centro se imaginen que les va a recibir «un señor con canas y bigote», como cuenta él entre risas, y que se queden perplejos con el auténtico Venancio. Porque él es un chaval de 26 primaveras al que cuesta distinguir entre los alumnos, ya que con los de segundo de bachillerato se lleva solo siete años. Pero no es solo su juventud, que también, lo que está haciendo que en la comunidad educativa del Valle se hable de Venancio. Es su particular forma de dar clases de Física y Química, una asignatura muchas veces temida que se está convirtiendo en una gran pasión para muchos de sus pupilos. ¿Por qué? Venancio, que sacó la oposición a la primera con 24 años, señala: «Me aburrí bastante en muchas clases, sé lo que no me gusta. Ahora tengo la ventaja de la cercanía en edad a mis alumnos, que no me sacan tantos años, tenemos mucho en común, son casi unos compis, y eso lo tengo que aprovechar. Pero además intento hablarles de cosas que les interesen, que les vean el lado práctico a la materia, que piensen y razonen».
Para entender lo que hace Venancio conviene saber quién es el. Natural de Noia y con altas capacidades, dice que nunca fue un alumno con notas brillantes: «Me iba bien, pero tampoco sacaba todo sobresalientes». Estudió Químicas en Santiago e hizo luego un máster en Química Orgánica. Pasó por el Centro Singular de Investigación en Química Biolóxica e Materiais Moleculares (Ciqus) y no parecía que la vocación de profesor le llamase a la puerta. Pero acabó haciendo el máster de profesorado. Tras la parte teórica, le tocó dar clases prácticas y desembarcó en el instituto Rosalía de Castro de Santiago. Dice que eso lo cambió todo: «Me di cuenta que me encantaba dar clase, que me entusiasmaba enseñar», cuenta con la emoción bailando en los ojos.
Tal y como es él, metódico y práctico hasta decir basta, se propuso preparar las oposiciones en un tiempo razonable para poder ejercer ,y las aprobó a la primera. Y así desembarcó en el Valle-Inclán de Pontevedra, donde lleva dos cursos. En ese tiempo se ha ganado la fama de profesor que da clases distintas, utilizando incluso series de mucho tirón para conectar con los alumnos: «El currículo hay que darlo, por supuesto, pero se puede explicar Química basándote en Breaking Bad, por ejemplo... mira que no hay reacciones ahí», opina.
Otra de sus normas es salpicar las clases de momentos distendidos: «Son casi adultos, los de segundo de bachillerato van a cumplir 18 años, hay que tratarlos como tal y entender que no vamos a estar los 50 minutos dando clase densamente porque es imposible. Siento que son unos compis, hace nada yo estaba ahí como ellos, tenemos intereses comunes, siempre meto algo por el medio que les interesa mucho, sea de fútbol o de una serie». ¿Cómo logra no pasarse de frenada, que los alumnos no acaben convirtiendo la clase en chirigota? «No lo hacen, se portan genial. Repito, son casi adultos», dice.
Venancio está convencido de que le queda mucho por aprender. Y cree que los alumnos son quienes más pueden enseñarle, así que les pasa encuestas para que lo evalúen. El año pasado, los de ESO le dijeron de forma generalizada que se pasaba con la dificultad de los exámenes. «Te lo dice uno, vale, dos, también... si te lo dice el 80 %... igual hay que mirarlo», dice con una sonrisa.
«Cuando hice la oposición me di cuenta de que no tenía técnicas de estudio, ahora intento dárselas»
Venancio, que tiene todavía muy fresca su preparación de las oposiciones, suele contarle a sus alumnos cómo enfocó estos exámenes: «Fui muy espartano, muy metódico. Fue un año en el que no me permitía ni salir ni hacer casi nada porque a las seis de la mañana sonaba el despertador para estudiar», dice. Les cuenta su experiencia y lo que le pasó antes de hincar codos. «Cuando hice la oposición me di cuenta de que no tenía técnicas de estudio. Me pareció un fracaso del sistema, porque yo había aprobado todo sin saber realmente estudiar. Tuve que buscar mucha información para estudiar con un método válido, porque yo no sabía cómo enfrentarme a párrafos y párrafos que tenías que aprender de memoria. Intento dar esas técnicas a mis alumnos».
Indica que el sistema sigue primando la memorización por encima del razonamiento y que él lucha contra eso. Y, cuando no queda más remedio que memorizar, les insiste a los pupilos en echar mano de tablas nemotécnicas. «Pongo el ejemplo de la tabla periódica. ¿Cómo se van a poner delante de ella y chapar más de cien elementos así, a lo bruto? Les fui haciendo frases con cada grupo. Por ejemplo, el 16 es el osete polar. Es decir, oxígeno, azufre, selenio, telurio y polonio. Asociándolos a esa oración les salen solos y no se van a olvidar de ellos en unas horas ni en unos días», indica.
El desembarco de Venancio en Pontevedra, su primer destino como profesor, fue para él un enorme descubrimiento: «Estoy alucinado con la ciudad, me encanta», dice. Y al preguntarle si ese entusiasmo arrollador no será un sarampión que se cure con la edad, reflexiona: «Habrá que verme en veinte años, espero que no. Mi padre era profesor de inglés y yo creo que siempre estuvo motivado. Igual no hay una tendencia generalizada a ello, pero sí muchos compañeros mayores que disfrutan enseñando».
Fuera del aula, Venancio es un terremoto. Remató la enseñanza reglada de violín en el conservatorio, juega de forma federada al tenis de mesa y también compite en ajedrez. Además, forma parte de Mensa, la asociación de personas con alto coeficiente intelectual. «Mi tiempo vale muchísimo porque soy joven y tengo mucha energía. Igual con el doble de edad ya no puedo hacer eso, hay que aprovechar», espeta.